Surgieron como recurso didáctico de aprendizaje. Poco a poco se afianzaron como herramienta de cambio cultural desde los más chicos y hoy cuentan con la fuerza que provee una ley provincial que las reconoce como herramienta de educación ambiental sustentable y soberana.
El programa se afianza y amplía tanto en escuelas de gestión estatal como privada.
El ingreso de las huertas al espacio escolar, en su génesis, fue como parte de los proyectos institucionales de las escuelas vinculadas al agro.
Después respondió a la necesidad de producir verduras que fueran utilizadas en la alimentación de los alumnos que cursaban en las jornadas extendidas.
Pero lograron afianzarse cuando el Estado Provincial las entendió como un elemento clave de soberanía alimentaria misionera y los propios educadores la apropiaron como herramienta didáctica efectiva, tan dúctil como para poder vincularla y adaptarla al dictado de cualquier asignatura.
Así, en los espacios físicos de los establecimientos educativos, comenzaron a aparecer pequeños sembrados en algún rincón, que tuvieron su correlato con niños y adolescentes que utilizaron algún espacio de su patio para comenzar una plantación de tomate, zapallo, mandioca, lechuga, entre otros cultivos.
La vinculación también fue entendida desde las políticas públicas y por ello se trabajó en equipo entre la dirección de Escuelas con Orientación Productiva del Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología, a cargo de Marjorie Márquez de Fontana y de su par Otto Goritz que pertenece a la secretaría de Estado de Agricultura Familiar.
En cuanto a los dos proyectos legislativos fusionados, que se transformaron en una ley, fue presentado el primero por la secretaria de Agricultura Familiar (en su mandato como diputada), Marta Ferreira, y el segundo fue impulsado por el diputado provincial Martín Sereno junto a Héctor “Cacho” Bárbaro.
Sus objetivos son: incluir la huerta como recurso pedagógico en las instituciones educativas; implementar talleres teóricos-prácticos sobre horticultura destinados a directivos, docentes, estudiantes, padres y toda la comunidad; generar conciencia ambiental; promover la agricultura familiar y enseñar el derecho a la soberanía alimentaria; impulsar la educación económica a través de la agricultura; y fomentar salidas recreativas a ferias francas y huertas de productores locales.
El programa se afianza y cada vez más instituciones escolares lo eligen dentro de su proyecto institucional y, consiguientemente, es el disparador para que en más viviendas misioneras se adapten espacios para la producción de pequeñas huertas.