La persona que sonríe genera en sí misma una sensación de bienestar. Se llama propiocepción al sistema de comunicación de doble sentido entre el cerebro y el cuerpo.
Cuando nuestro cerebro detecta algo que lo hace feliz, envía un impulso a los músculos que producen la sonrisa.
Cuando decimos que es un sistema de comunicación de doble sentido queremos decir que cuando movemos nuestros músculos, a drede, para formar una sonrisa, incluso si esta es falsa, nuestro cerebro interpreta que estamos sonriendo porque hay algo que nos debe estar alegrando así que para ser congruente, nuestro estado emocional cambia para comenzar a sentir alegría y optimismo.
Charles Darwin (1872), aportó la idea de que era posible que la simulación corporal de una emoción provocará en nuestro cerebro las emociones congruentes con esa simulación.Cuando sonreímos, incluso si esa sonrisa es fingida, el cerebro interpreta que estamos contentos y libera sustancias capaces de alegrarte.
Un estudio de 30 años realizado por la Universidad de Berkley, examinó las fotos de los estudiantes de un viejo anuario tratando de medir el éxito y el bienestar a lo largo de sus vidas.
Al medir las sonrisas de los estudiantes los investigadores pudieron predecir que tan gratificantes y duraderos serían sus matrimonios, cuántos puntos obtendrían en las evaluaciones de bienestar y cuánto inspirarían esas personas a otros.
Otra investigación realizada en 2010 por la Universidad Wayne State de los Estados Unidos, examinó tarjetas de beisbol de antes de 1950 correspondiente a jugadores profesionales. Los investigadores hallaron que la amplitud de la sonrisa podía predecir su longevidad. Los jugadores que no sonreían en las fotos vivieron un promedio de sólo 72,9 años mientras que los jugadores con sonrisas radiantes vivieron una media de casi 80 años. Incluso existe el efecto contrario.
Un reciente estudio demostró que la gente que se inyecta Botox en las “patas de gallo” y pierde la capacidad de sonreír con naturalidad tiene más tendencia a deprimirse.
En un estudio realizado por Verlin B. Hinsz, Judith A. Tomhave y publicado en la revista de investigación “Sage Journals” indica que cuando a un grupo de sujetos se les pidió que sonrían a personas desconocidas, la mitad devolvieron la sonrisa, por el contrario si los mismos sujetos fruncían el ceño no provocaban, de manera significativa, un ceño fruncido en respuesta.
Muy por el contrario de lo que podemos creer, las personas no regresan una sonrisa por cortesía, más bien es producto de un tipo de neuronas llamadas espejo o neuronas de la empatía.
Tu sonrisa impacta en las personas que te rodean de manera positiva y esas personas asociarán, de manera inconsciente, su sensación de bienestar con tu cercanía y tu presencia.
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Jorge Kordi
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