En diciembre de 1985, la Asamblea General de Naciones Unidas designó el primer lunes de octubre de cada año, como “Día Mundial del Hábitat”.
Por otra parte, estableció para el 2 de octubre la conmemoración del día internacional de la No Violencia, en virtud del aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, pionero de la filosofía y la estrategia de la no violencia.
Relaciono ambas conmemoraciones porque no podemos pensar en no violencia, paz y desarrollo sin tener en cuenta el hábitat, no podemos crecer en detrimento del lugar que habitamos.
Pensar en comunidades pacíficas sostenibles debe incluir el respeto a la vida de manera integral para así crear estructuras de pensamiento y acción conducentes a la calidad de vida.
Debemos partir del concepto de la unidad y la totalidad, en virtud del cual todos estamos inter-conectados y nuestras acciones afectan esa gran unidad.
Este planteo tan sencillo, lleva a que me pregunte porque no tomamos con mayor decisión el camino de la paz, el no violento, único que permite el desarrollo.
En principio se me ocurren tres cuestiones:
En primer lugar nuestra cultura sostiene el mito de la violencia redentora. Quien se ve acorralado, entiende que solo el poder del empujón o el palazo trae liberación. Por supuesto que todos tenemos derecho a defendernos, el tema pasa por creer que solo existe una manera: respondiendo con más violencia.
Esto trae aparejado lo que considero como segunda razón: el concepto de justicia al que estamos acostumbrados. Nuestra cultura entiende por justicia al modelo de justicia retributiva. “Hacer justicia”, en este marco retributivo, implica castigar apropiadamente a quienes hayan hecho daño.
Este valor tan arraigado, nos lleva por el camino de mirar constantemente hacia atrás, buscar culpables y castigar. Si bien esto es muy importante para una sociedad, no lo es todo. Es momento de ampliar esta visión hacia la de la justicia restaurativa, que trabaja poniendo el foco, en la víctima, el victimario y la comunidad, a fin de reparar el tejido social dañado.
Como tercer punto, aún sostenemos principios que fueron conceptualizados dentro de una visión violenta del mundo. Modelos arraigados como los de la teología cristiana sobre lo que significa ser salvado o la de un Padre que exige el sacrificio de su hijo para liberar del pecado a la humanidad. Esta violencia cultural justifica las otras violencias –la física y la estructural-.
No es fácil desnaturalizar cuestiones tan arraigadas culturalmente, esto se entreteje en la vida diaria, por ello los invito este domingo a reflexionar sobre el mensaje de la no violencia.
En este día, intentemos mirar a través de los ojos de Gandhi: “la no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad, es más poderosa que el arma de destrucción más potente concebida por el ingenio del hombre».
La paz se construye.
Colabora
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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