Es que quiero opinar que la situación gravísima actual no es nueva, pues la afrontamos desde el gobierno de Raúl Alfonsín y con distinta gravedad en gobiernos siguientes.
A mi criterio todo arrancó con el gobierno de facto de 1976 cuando el ministro de Economía levantó la perdiz con la facilidad ciudadana de adquirir dólares y lo demás sin control en las importaciones. Se pedían dólares para instalar una fábrica, pero no se controlaba la instalación de la misma. Algunos con los créditos otorgados dejaban en otros países los dólares a plazo fijo.
Así se fue incrementando la deuda argentina en dólares, porque cualquiera podía obtenerlo para usos comunes o para guardarlos. Gobernantes faltos de una política económica y de desarrollo nunca cerraron esa canilla de la adquisición de dólares para usos más o menos domésticos.
Todo dólar o dinero que se inmovilizase guardándolo tiene graves efectos negativos para el desarrollo de un país. Es dinero con el cual no se compra, no se construye, no se instala un emprendimiento que dé mano de obra popular. Es decir, sale de la compra y venta que deja salarios.
Que la Argentina en este momento esté pidiendo dólares, endeudando generaciones es producto de incapacidades gubernativas o se hace para beneficiar grandes intereses de terceros.
Doy un ejemplo muy pequeño. Mientras estaba en las playas de Brasil, un ciudadano argentino con acento porteño estaba adquiriendo reales en una casa de cambio para pagar sus gastos de estadía, preguntó a cuánto le recibían los pesos argentinos; lo calcularon y le daba igual que con los dólares, ya que no obtendría más dinero por ellos.
La culpa de la popularidad en la tenencia de dólares la tiene el sistema nuestro. ¿Cuándo van a legislar nuestros gobernantes que el dólar solamente tiene que estar a disposición de aquel que justificadamente necesita de esa moneda para instalar una fuente de trabajo, cuyas máquinas las tiene que traer de afuera?
Se desarmó nuestra industria nacional permitiendo que con dólares comprados aquí se pudiera traer mercadería (de pésima calidad) de afuera.
Entre los mejores aceros del mundo están los argentinos. Los vendemos para que otros pongan la marca como suyos sin ser capaces nosotros de elaborar los componentes que salen de nuestros aceros.
Nuestra heroica marca de aviones Pampa fue vendida, capaz por “chirolas”. Sin fábricas y mano de obra garantizada tenemos más de diez millones de argentinos que no comen tres veces por día porque excite una inflación hija de la suba del dólar y de los que por si acaso aumentan los productos de la canasta básica. Una decena de naranjas criollas de pésima calidad se venda a $25. Un kilogramo de manzanas que en su lugar de origen pagan al productor $4, el kilogramo por aquí cuesta $50.
Desde la caja PAN de Alfonsín hasta ahora con los subsidios sociales (planes de trabajo) se ha conseguido romper y mutar la cultura del trabajo del obrero, esposándolo a las migajas que les permiten estar sentado en su casa sin atender una oferta de trabajo.
Para una PYME blanquear un obrero es casi imposible por su valor económico. Entonces suprime personal.
Que escuchemos y tengamos que obsecuentemente tolerar que haya funcionarios que cobran alrededor de un millón de pesos de sueldo mensual nos habla de las incapacidades gubernativas que nos precedieron como también de altos sueldos de personas que no trabajan.
Las personas humildes y pobres son las más duramente golpeadas cuando se sacó de circulación con sus servicios al ferrocarril General Urquiza que transitaba desde Posadas a Buenos Aires. La incapacidad gubernativa o “arreglos” lo consiguieron.
Son varios los hechos que desmantelaron el potencial argentino y ahora nuestro querido país transita casi sin rumbo. La seguidilla de improvisaciones de más de 50 años nos ubica a mi criterio como una republiqueta cualquiera.
Alfredo E. Halberstadt
San Vicente (Misiones)