Karina, en noviembre celebra 5 años sin cáncer y eligió hacerlo de una manera genial, agradeciendo todo el gran amor y contención que sintió desde su familia, amigos y conocidos. Nos reunió el sábado en el cálido lugar donde se mezclaban duendes, muñecas y otras tantas cosas bellas, elaboradas en el taller de arte de una amiga y hubo mucho calor humano.
Todo comenzó con el autoexámen mamario, tan útil aprender a realizarlo, mientras se bañaba. Detectó un bultito y pidió una y otra opinión como intentando que su esposo o amigas a quienes les preguntaba le dijesen: “no te preocupes, no es nada”. La consulta a su médico ginecólogo no se hizo esperar y el resultado tampoco. La noticia se expandió entre la familia y amigos.
El equipo de apoyo se formó como una gran muralla de protección, que la sostuvo de mil maneras en estos 5 años.
Comenzó ahí una gran lista de ángeles que la guiaron, en su obra social rápidamente unos y otros buscaron turnos y orientaron para que pueda operarse en Corrientes, ya que aquí no podía su familia de sangre y política (hermanas, padres, suegros y cuñadas) se ocuparon de unirse como solo pueden hacerlo las familias donde el amor es prioritario, sin importar el apellido que porta cada uno, donde la familia se hace presente como una gran manada para vencer la adversidad y demostrar que somos uno.
Su leal esposo, a su lado, “disfrutando” (bromeó ella en un momento que un amigo les había prestado un auto con caja automática para viajar, con el que pasearon por Corrientes). Amigos de verdad, que no piensan en nada más que en: “estoy para lo que pueda ser útil”, como otros que se sumaron con un sobre con cierta ayuda económica. Ningún detalle fue dejado al azar, pensaron más allá de lo ella podía suponer, sus hijos con los abuelos intentaban entender algo del por qué su mamá no estaba, crecieron a pasos agigantados, pero acompañados.
La lista no omitía a nadie, desde la médica que con paciencia, esmero y sabiduría explicaba cada paso, hasta la empleada del hotel donde se hospedaban que el día de Navidad les prestó platos, cubiertos y todo lo que necesitaban para pasar lo mejor posible esa fecha posquirúrgica, donde el mayor festejo era saber que habían extirpado todo el tumor y que sus cuñadas habían comprado el regalo navideño a sus hijitos, como si mamá estuviera presente.
Luego, la quimioterapia, los temores no dejaban de multiplicarse. Cómo será este nuevo proceso, ¿qué me seguirá pasando? ¿Qué ropa me voy a poner? ¿Cómo veré sin una mama, sin cabello? Miedos que no acababan, que iban desde la gracia de ser y sentirse mujer con un solo pecho hasta “si podría salvar mi vida”. Nuevos ángeles aparecieron y se multiplicaron: la moza de la confitería donde con “mi esposo íbamos a desayunar luego de la quimioterapia, hasta las enfermeras de la quimio, la maestra que contenía a mi pequeña que me veía perder fuerzas y no ser la súper mamá que había sido. Mi hijo mayor que no sabía cómo demostrar su amor incondicional”, tatuándose su nombre en el brazo.
Así llegamos al sábado donde todos estábamos reunidos escuchándola emocionados. Cada momento en que Dios utilizó como canal de su gran amor incondicional, a seres que fueron apareciendo ocasionalmente como aquella empleada del hotel o que la siguen acompañando como su familia, compañeras de trabajo y otros.
Como Dios en aquel acto en que curó a 10 leprosos y solo uno vino agradecerle, ella valoró su curación agradeciendo a Dios, su vida, su salud y por todos los que de una u otra manera nos cruzamos en su camino para ser partícipes de algo más. Ser parte de su agradecimiento por estar viva, sana y feliz.
Donde el valor de cada instante se multiplica, donde se valora una sonrisa, un gesto, una mirada. Todos podemos ser canales, todos podemos ser partícipes del honor de servir y dar lo mejor, cada minuto podemos marcar esa diferencia.
Cualquier prueba que debemos pasar en la vida necesita contención, amor, en cada detalle. Seamos partícipes de ese muro que necesitamos para sentirnos amados, protejidos y contenidos. Gracias Karina por permitirme sentirme parte de ese hermoso e inolvidable momento.
Colabora
Marcela Campias
Médica. Clínica.
Especialista en Medicina Orthomolecular. CIMO
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