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Parecían ser policías federales, pero en realidad eran hábiles ladrones. Quizás integrantes de esa zona gris de oficiales exonerados que hoy forman parte de la tan mentada “mano de obra desocupada” volcada al delito. Lo cierto es que cinco sujetos con acento porteño, con gran profesionalismo, afirmaron llevar adelante un allanamiento para robar una suma cercana a los 120 mil pesos a un conocido comerciante de Jardín América.
La víctima fue Ricardo Luck (48), propietario de la panificadora Mielín, su esposa y las dos hijas del matrimonio. No hubo violencia, y en cada paso y en cada palabra que usaron, los convencieron acerca de que efectivamente eran efectivos de la Policía Federal Argentina.
El hecho comenzó aproximadamente a las 20.15 del miércoles, en el local ubicado sobre calle Gabriela Mistral de la citada localidad. PRIMERA EDICIÓN pudo dialogar con el dueño del negocio, quien aún no salía de su sorpresa y relató acerca de lo que le tocó vivir.
Ya estaba por cerrar el negocio cuando ingresaron cinco personas con ropas de la Policía Federal. Se presentaron, abrieron una carpeta y me dijeron que se trataba de un allanamiento y que iban a revisar la panadería”, contó Luck.
Supuestamente se trataba de un operativo a raíz de una denuncia radicada en la Fiscalía de Eldorado. “Me dijeron que desde hacía tiempo me venían investigando por enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y narcotráfico. Inclusive me dijeron que el domingo yo había pasado el día de la madre en el Club de Pesca de Aristóbulo del Valle, hecho que efectivamente fue así”, recordó.
El comerciante no llegó a pedirles identificación porque se quedó sorprendido. Inclusive pensó que se trataba de una broma de algún conocido, porque, según afirmó, “actuaban de forma muy convincente”.
Me pusieron un precinto en las muñecas y me llevaron atrás. Me hicieron sentar en una silla y comenzaron a preguntarme si había cámaras de seguridad en el lugar, si tenía efectivo, drogas. Y comenzaron a revisar todo el negocio. Uno daba las órdenes y le decía a otro que tomara nota de todo, numeración de billetes, marca de portafolio etcétera. Me dijeron: ‘no te pongas nervioso, flaco, porque esto es un procedimiento nada más’.Nunca exhibieron armas y si las llevaban encima, yo no las vi”, dijo Luck.
El comerciante preguntó de dónde había partido la investigación que lo sindicaba como una persona vinculada al delito. Le respondieron que era información que no podían revelar.
Después de estar unos veinte minutos en el local y revisar todo, le dijeron: “Bueno ahora vamos a proceder a ir hasta su casa”. El hombre asintió, pero les pidió por favor que cerraran el comercio.
“Llavearon y salimos por un portón lateral. Me hicieron subir en la parte de atrás de mi camioneta, una combi. Al lado mío iban dos, y otros dos adelante. Arrancaron y ni siquiera me preguntaron dónde era mi casa, fueron derecho”, explicó.
La casa del comerciante está apenas a la vuelta de la esquina. Abrieron el portón eléctrico con el control remoto, entraron y lo hicieron bajar.
“Les pedí para ir adelante porque mi esposa se iba a sobresaltar. Subimos hacia el primer piso, que es donde yo vivo, dado que en la planta baja hay un consultorio que atiende mi señora. Es habitual que cuando yo llego mis hijas de seis y ocho años se escondan para sorprenderme y asustarme, pero se quedaron quietas. Les dije que los señores eran amigos de papá y que estábamos jugando. Mi esposa sí se asustó y le expliqué que era un allanamiento. Nos hicieron sentar en el living. Volvieron a preguntar si teníamos droga, efectivo, caja fuerte, armas, pero puntualmente me consultaron por 300 mil dólares que supuestamente yo tenía”, recordó.
Luck reiteró que efectivamente parecían policías. Inclusive uno de ellos tenía una especie de intercomunicador con el que aparentaba hablar con sus superiores. Todos tenían guantes. Revisaron y desordenaron la casa. Sólo el hombre estaba atado: la esposa y sus hijas se quedaron sentadas al lado de él, esperando.
Minutos después, la víctima pidió que le aflojaran el precinto porque lo estaba lastimando. “Me dijo que no podía, porque aguardaba órdenes. ‘Ya avisamos que acá está limpio, pero nos están rompiendo las bolas desde la Fiscalía’“, le dijo uno de los supuestos policías.
“Fueron muy profesionales todo el tiempo. No nos agredieron y nos hablaban preguntándonos cosas y se quejaban de estar cansados, de que los mandaban a hacer ese tipo de trabajos, que hubieran preferido estar mirando el partido de Boca. Parecía gente muy culta, hablaban muy bien, usaban términos que encajaban perfectamente con las palabras que podría usar cualquier policía”, indicó Luck.
“Después me dijeron ‘ahí ya nos liberaron’, como para que me desataran, pero primero dijeron ‘vamos a revisar el consultorio’. Pasaron unos minutos y mis nenas ya estaban inquietas porque tenían hambre. Le dije a mi señora que bajara a prepararles algo. Ella entonces se asomó y me dijo ‘pero acá no hay nadie’”.
La puerta estaba abierta. Se habían ido. “Recién ahí nos dimos cuenta que nos habían robado”, se lamentó.
Según relatos de un testigo que estuvo a punto de entrar al negocio, los supuestos policías habían llegado en un automóvil marca Chevrolet -de un modelo similar a una Renault Scenic- y en otro parecido a una Ecosport, con una rueda de auxilio atrás.
“Salí hacia la casa de un vecino para llamar por teléfono, porque se habían llevado el celular de mi señora y el mío había quedado en la panadería. Llamé al 911 y a los cinco minutos estuvo una patrulla en mi casa”, dijo la víctima.
En principio los efectivos de la comisaría local dieron aviso a la jefatura de la UR-IX y a su vez a las unidades más próximas, con lo cual montaron un operativo cerrojo que hasta anoche no había arrojado resultados.
Luck dijo que aproximadamente se llevaron 120 mil pesos, además de la computadora que registra los movimientos de la cámara de seguridad, una GoPro, una linterna y un perfume que le había regalado a su señora por el día de la madre. “Todo lo que era tarjetas de crédito y documentos no se lo llevaron, solamente el efectivo”, agregó.
Al final de la entrevista el comerciante sostuvo: “Todavía estamos digiriendo todo lo que pasó. Por un lado estamos aliviados porque no nos pasó nada, pero por el otro fue una situación muy fea. Lo importante es que estamos bien, sobre todo mis nenas, más allá de que esto es algo que les va dejar una marca. Ya volvimos a abrir otra vez el negocio, hay que volver a trabajar, ponerle el pecho a esto y cuidarnos un poco más”.