Cuando la gente pierde la esperanza se aferra a algo que les prometa seguridad. ¿Hay falta de autoestima en los ciudadanos que prefieren protección a cambio de libertad? Las personas con autoestima se aceptan con sus defectos, la búsqueda de la perfección es un signo de la no aceptación de la realidad, y a través del deber ser se pone en tela de juicio gobiernos que intentaban hacer algo por el pueblo.
La población se debe fijar en la teleología de un gobierno, si es social o individual. Los cambios cuando son buenos llevan tiempo, en cambio lo fácil crece rápido y rápido se esfuma.
¿Hay miedo a la libertad? La democracia se ejerce en libertad; cuando no se puede elegir, ya no hay democracia, requiere tolerancia, convivir con los partidos contrarios, con los que piensan distinto.
La falta de espiritualidad que reina hoy en día, hace que solamente se crea en la materia, en los resultados visibles, en las propuestas rápidas, como la comida light; la idea es comer, no importa qué. La gente prefiere ver una medida concreta, como la represión, a apostar en la educación, donde los cambios a veces se ven luego de 40 años.
No se cultiva el espíritu y sus frutos, como la caridad, la generosidad, la solidaridad, el altruismo, la empatía, la alegría, la paz. El otro es un competidor al que hay que vencer y los vencidos son perdedores, pobres y marginados. Los países repiten este modelo, los desarrollados e industrializados no dejan crecer a posibles competidores. Emulan muy bien la realidad esos juegos gratuitos con compras incorporadas, donde todos parecen iguales, pero el que tiene más dinero puede comprar más cosas, se vuelve invencible y siente que fue por su propio mérito.
La naturaleza está pidiendo otra forma de convivencia, pero no la escuchamos. Las personas se pasan pensando el día como acumular más riquezas; ponen allí todo el esfuerzo y voluntad, olvidándose de la familia, la comunidad, el país. La dicha de la vida está en el encuentro con el otro, no con el oro. Pero para ello también se necesita cultivar la tolerancia, la paciencia, el perdón, el amor, que hoy son signos de debilidad. Se imaginan a un empresario en una conferencia diciendo el salario no es un costo más, el salario es lo que le corresponde al trabajador por su aporte a la empresa.
La racionalidad de hoy está muy influenciada por el facilismo de la imagen. Las redes sociales infectadas de trolls, los periodistas mercenarios que trabajan para las corporaciones, convencen a la gente desinformada con una imagen, una palabra ambigua. Limitan el pensamiento, generan falsas ilusiones para que la gente no pueda ver la complejidad de los problemas reales que no saben como resolver.
La falta de lectura que produce el entretenimiento de la novedad, efecto zapping, hace que la gente ya no lea, su pensamiento va quedando superficial. No hay nada más manipulable que la gente convencida, generando trabajadores sumisos, consumidores expectantes y ciudadanos pasivos. Decía un profesor que no hay caminos fáciles para aprender cosas difíciles, no se puede entender la relatividad o el constitucionalismo, con un video de YouTube de 3 minutos.
Y la gente habla de las leyes como de la teoría de la relatividad, afirmando conocerlas, critica el garantismo penal y nunca lo estudió; hablan de que hay que llevar armas cargadas, pues si no, no sirven. Piensan que la solución a todos lo problemas es la violencia, como cuando el Homo sapiens inventó el garrote.
Sin justicia distributiva no puede haber justicia penal, ni libertad, y sin libertad, democracia ni estado de derecho.
Pablo Martín Gallero
Puerto Rico (Misiones)