Habiendo concluido la presentación del superministro se habilitaron las preguntas de los periodistas. La primera fue tajante. El cronista televisivo celebró que el Gobierno admitiera su fracaso económico y, acto seguido, aludió a la jerga futbolística a la que recurre permanentemente el Poder Ejecutivo para explicar la desesperante falta de resultados. “Cuándo le van a tirar un centro a la clase media”, fue la pregunta del cronista.
Dujovne descartó de plano que su desempeño y del de Cambiemos fuera un fracaso económico y se fue por las ramas sin responder jamás la consulta.
Un centro a la clase media sería, por ejemplo, facilidades para acceder a un vehículo 0 kilómetro. O, mejor aún, un plan creíble y superador, además de razonable, para lograr el ansiado sueño de la casa propia. Ninguna de esos centros llegó jamás y los que entendieron que los créditos UVA ajustados por inflación eran las opciones se lamentan amargamente hoy al tener que pagar cuotas muy por encima de las prometidas por el Gobierno.
Aunque al presidente Mauricio Macri le cueste horrores admitir que los salarios jamás le ganaron a la inflación en lo que lleva de su mandato, la realidad se impone. A la clase media comienza a faltarle recursos y pareciera que hoy trabaja para pagar el alquiler, los impuestos, las tarifas y con lo que queda cubrir la canasta básica. Lejos está de tomar un crédito a tasas siderales, propias de esos países a los que nos íbamos a parecer si no ganaba Cambiemos. Por el contrario, lo que abundan hoy son los altos registros de retrasos y moras en las cuotas de los planes de ahorro y las expensas.
Cambiemos creyó tener el mejor equipo de los últimos cincuenta años, pero en cambio siempre tuvo una delantera que se cansó de meter goles en contra, una defensa que vive más del error que de la prueba y un mediocampo “vendehumo”. Mal que les pese a los promotores del cambio, nunca tiraron ese centro.