La docente de Yoga Edith Peacock también se levanta muy temprano y agradece al Creador la alegría de despertar y la energía para incorporarse. Luego se toma unos minutos de práctica serena antes de emprender el ritmo diario.
Verónica nos relata que su práctica no difiere de lo que enseña en las clases, aunque con más momentos de silencio y un tiempo de meditación más prolongado. Luego de una cuidadosa selección de posturas a trabajar, comienza con fuerza de piernas y una postura invertida con los pies en la pared, para sentir el cuerpo y soltar algunas contracturas en la zona dorsal, “respirando ahí un rato”.
Luego entrena la observación sin juicio o “conciencia sin testigo”, continúa con respiraciones completas y algunas retenciones, ciclos de Saludo al Sol y alguna actividad en el columpio, para luego realizar las posturas elegidas, seguidas de lo que ella denomina práctica de la neutralidad: recostada en piso con las piernas flexionadas, “sintiendo cómo la columna vuelve a la neutralidad, a sus curvas naturales, sin ninguna fuerza externa que actúe sobre ella. Esta práctica me conecta con la entrega y la confianza, me entrego a esas fuerzas internas que actúan solitas y confío en ese orden interno. Esto me tranquiliza y me da paz.”
Luego se sienta a practicar pranayama, continúa con el canto de mantras como el OM y, finalmente, se queda en silencio con los ojos cerrados, observando sin juicio a los pensamientos que aparecen: “los identifico, los observo y trato de no pelearme con ellos. A veces algunos me brindan una revelación importante. Trato de dejar pasar los otros y que los intervalos entre ellos sean cada vez más largos. Vuelvo todo el tiempo a la respiración, simplemente a observarla.”
Edith, por su parte, efectúa una práctica similar, y al llegar a esta etapa pide sabiduría para discernir entre los pensamientos, sigue “tranquilizando la mente, respirando muy suavecito por la nariz. El estado al que llego es muy placentero, gozoso, muy calmo, de un bienestar pleno. Lo que me preocupa ya no existe. Todo ha pasado a un plano diferente, me siento en una sintonía perfecta con mi ritmo cardíaco, mi respiración… Por momentos es como si no tuviera cuerpo, nada me duele, nada me molesta… es tan perfecto este estado… Honro a quien me marcó el camino y pido seguir en él con consciencia. Pido también humildad y desapego. Ofrezco mis actos amorosos y pido siempre tenerlos e incrementarlos. Sé que, encomendada al Supremo, encontraré voluntad aunque flaquee y serán cuidados mis pasos”.
También finalizando, Verónica agradece y continúa su práctica devocional y de Karma Yoga (Yoga del servicio y de la acción desinteresada), tratando de hacer todo con amor en el transcurso de la jornada, trabajando la intensidad y precisión de la enseñanza con blandura, para sostener el compromiso de mantener la esencia del Yoga como camino de transformación y liberación a partir del autoconocimiento.
E insiste: “Nuestro sadhana, o práctica diaria, es un camino hacia nosotros mismos”, en la hora del Yoga, en la hora del ahora. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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