El reconocimiento del papel generativo del lenguaje nos permite ver a las organizaciones como fenómenos lingüísticos en las que se llevan a cabo conversaciones basadas en la capacidad que tienen los seres humanos para efectuar compromisos mutuos.
Si pensamos en una organización como una empresa por ejemplo, lo que la constituye no es su nombre, ni el edificio donde está ubicada, ni un producto específico, todo ello puede cambiar y la empresa seguir existiendo.
Por ello es que decimos que tanto la empresa como cualquier otra organización es una red estable de conversaciones.
En toda organización siempre hay gente que pide algo y gente que está prometiendo que va a realizarlo. Estos pedidos y promesas se coordinan a través del lenguaje. Es en el “cómo” se ejecutan estos compromisos donde reside la clave para la efectividad organizacional.
En el marco de los actos lingüísticos, el que resulta esencial al momento de coordinar acciones es la “promesa”.
Esta red de promesas mutuas hace a la estructura de la organización a la que cada persona está ligada por compromisos específicos y responsabilidades respecto a ciertas condiciones de satisfacción en cada ámbito de la misma: producción, ventas, marketing, servicio al consumidor, administración, gerencia, entre otros.
Ahora bien, estas acciones, son realizadas por los miembros de la organización sobre la base de un trasfondo compartido generado en base a un hilo de conversaciones que torna innecesario explicar a cada paso cómo o qué es lo que se debe realizar, a este contexto lo llamamos “obviedad compartida”.
Podríamos decir que todo ocurre en conversaciones, por ello si queremos comprender una empresa u otro tipo de organización debemos examinar las conversaciones que la constituyen.
El desafío a superar consiste en detectar los hábitos negativos de comunicación con los cuales la organización compromete su efectividad. El hábito genera ceguera y acabamos suponiendo que nuestras prácticas de negocios constituyen la forma natural o normal de hacer las cosas. Es el propio trasfondo comunicativo, que no nos permite ver más allá.
Existen herramientas como el diseño de conversaciones o el ciclo de coordinación de acciones que permiten revisar de qué manera llevamos adelante nuestras conversaciones cotidianas. Son habilidades muy importantes a incorporar sobre todo para aquellos aspectos en que deseamos mejorar los resultados o evitar inconvenientes que van en desmedro de una buena gestión.
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Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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