En el transcurso de los años, hombres y mujeres de la tierra colorada, forjaron un fascinante futuro a través de las distintas ramas del arte: la música, la danza, la pintura, la literatura; también la ciencia, la tecnología y otras tantas actividades que van dejando huellas imborrables en diversos ámbitos a lo largo y ancho de la provincia.
Nació en Posadas el 17 de junio de 1951. Es hija de Héctor Sesmero y de María Dora Rodríguez de Sesmero. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Santa María y un breve período en la escuela Jardín Modelo de Posadas.
Su pasión por la danza comenzó a muy temprana edad. Desde su niñez demostraba gran destreza y habilidad por la disciplina. “Cuando tenía cuatro años viajé con mis padres a Buenos Aires, donde asistimos a un espectáculo de danzas, ‘Cultura para el pueblo’. Ese día y sin saber nada de baile, comencé a imitar a los bailarines, las personas que se encontraban en el lugar quedaron asombradas por mi capacidad y soltura”, recordó la artista.
“Unos años más tarde acompañé a mi prima a una clase de danza y, nuevamente sin saber nada , termine la clase bailando con las demás alumnas”, rememoró.
Claras estaban las ganas y los deseos de bailar y entonces, en 1958 y con apenas siete años comenzó a estudiar danzas clásicas, españolas y jazz bajo la dirección de la profesora Nora Gladys Castelli de Puentes. Se recibió en 1968 con las más altas calificaciones y con medalla de honor.
Inmediatamente inició su carrera como docente, algo que realizó con mucha pasión. Sus primeras clases se desarrollaron en un pequeño altillo que le regalaron sus padres ubicado en la calle San Luis.
Transcurría 1974 cuando la academia de danzas fue inscrita en el Consejo General de Educación como “Escuela Superior de Danzas Teresita Sesmero”, el mismo nombre que lleva hasta el día de hoy.
Con tres lustros de estudio y con la ayuda de maestros anatomistas, de medicina y de danza oriental como Shiro Matsuda, Elida Norvesco y Mario Swarz, logró crear una danza con sello y estilo propio: la “danza armonizadora”. Combinada con momentos de profunda relajación, la “danza armonizadora” ayuda a que persones de la tercera edad puedan bailar.
La formación es una constante en las alumnas de Teresita que todos los años realiza viajan a Buenos Aires para perfeccionarse con los mejores maestros.
Entre los muchos cursos destaca el viaje que realizaron en 1999 a “Miami City Ballet” de Estados Unidos, para hacer un importante intercambio cultural con personalidades destacadas del ballet.
Cabe destacar que desde sus inicios como docente en 1969, la bailarina realizó 49 festivales a total beneficio de innumerables instituciones y de asociaciones de asistencia social.
Hogares de ancianos y de niños, guarderías, instituciones religiosas, asociaciones civiles que ayudan a los sectores más vulnerables de la sociedad misionera cuentan entre las entidades que se beneficiaron con los eventos de la academia que siempre contó con el apoyo de los padres.
“Recuerdo con emoción una de las primeras galas que se realizó en el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez para beneficiar a tres instituciones. Ese año entraron 5 mil personas, fue una verdadera satisfacción porque pudimos ayudar a muchas personas y eso es lo más gratificante, hacer algo con mucho amor y compromiso para ayudar. Hace unos días, hicimos el 49º Festival Solidario en el Auditórium Instituto Montoya y fue todo un éxito”, celebró la bailarina.
A su academia de danzas concurren niñas a partir de los tres años.
“Antes no había para tan pequeñas, por suerte hoy sí porque bailan maravillosamente. Tienen un ADN que es diferente, son niños que vienen a enseñarnos, pero que a la vez necesitan de nuestros límites. Necesitan de una respuesta clara y verdadera porque sino se desorientan más de lo que nos desorientábamos nosotros. Cuando nos decían ‘es esto y esto’, no había explicación, en cambio a ellos tenés que ir con la verdad. Es impresionante como se aprende con los niños día a día, estoy fascinada”, expresó Teresita.
“Cuando conocí la danza supe que esa era mi vida, que a través de ella podía hacer algo que me hacía muy feliz y que es ayudar a la gente. Completó mi vida como persona y como familia. Tengo una familia increíble que ayudó a que esto sea posible. También, logré muchas cosas con la ayuda de gente maravillosa que son los padres de mis alumnos. Mi vida es la danza”, cerró la homenajeada.
Así las cosas, el reconocimiento de hoy es para una artista de la tierra colorada que dedicó su vida por completo a la danza, trabajó incansablemente para trasmitir lo mejor de la disciplina cumpliendo cada una de las metas con perseverancia y trabajo genuino, convirtiéndose en un ícono.