La invención de los mitos debe estar patentada en algún lugar por los argentinos. Inventamos todo, que tenemos a los mejores, a los más lindos y unas ganas infinitas. Sin embargo seguimos ahí, en el limbo, entre el eterno despegue y la miseria sinfín.
Existen síntomas, lugares comunes que evidencian que no somos todo lo excelentes que decimos ser y el fútbol, sin un milímetro de dudas, es uno de ellos.
Inventamos que tenemos a los mejores jugadores, a los clubes más grandes y, más allá de toda duda, a las mejores hinchadas. Verdaderas hordas de guerreros capaces de dar la vida por los colores… las propias y, lo que es preocupante, las de los demás.
Bajo la excusa de un “sentimiento inexplicable” se cometen todo tipo de actos criminales y delincuenciales. Ayer sin más, unos cuantos inadaptados se llevaron por delante el manual del buen ser humano y atacaron con lo que tenían a mano el micro que trasladaba al equipo del club “enemigo”. Por poco casi se cobran algún que otro ojo del bando contrario.
Ya ni siquiera se trata aquí de los barrabravas, verdaderos profesionales del crimen que, a veces, se ponen al servicio del poder político.
El mito que construimos sobre nuestro fútbol y todo lo que lo rodea nos fue llevando de a poco a que a los estadios ya no asistan los visitantes, a que los partidos se jueguen a puertas cerradas, a que los dispositivos de seguridad nunca sean suficientes.
El mito de que somos los mejores haciendo fuerza de cualquier manera, aun cuando se trate de arrojar piedras y palos, empuja a esos a los que nos referimos como “los inadaptados de siempre” a seguir haciendo lo que mejor saben hacer, teñir de violencia cualquier cosa, incluso aquello que jamás debió dejar de ser una fiesta.
No hay caso, mientras vivamos convencidos de ese mito que construimos sobre el fútbol y sus aristas será imposible comprender que se trata nada más que de un deporte, incluso un juego.
Y pensar que hubo quienes estaban convencidos de que esta vez se podía vivir una fiesta con todos los colores; y otros que aseguraron que estaban en condiciones de asegurar que nada violento ocurriera.