
Una tiene 60 años, la otra está con 74 recién cumplidos. Son las abanderadas con más edad en los registros de la Escuela para Adultos BOP 81, un orgullo y un ejemplo para su localidad.
Ambas ya hicieron historia: es la primera vez en los registros del colegio que dos de sus alumnas y abanderadas tienen tanta edad que, para el caso, se trata “solamente de números” porque llevan juventud y entusiasmo en el alma.
Julia Martinez, de 74 años, recibió la noticia esta semana. No puede explicar la alegría, sorpresa y emoción. “No me esperaba para nada, tengo compañeros que también tenían muy buenas notas”, dijo a PRIMERA EDICIÓN con mucha humildad. Sus promedios son los más altos, tiene asistencia perfecta y un compromiso con el estudio digno de envidiar.
La bisabuela ya se había hecho popular por ser la persona con mayor edad en su pueblo (Cerro Azul) en reingresar al sistema educativo para terminar el secundario, pero ahora su “fama” se acrecienta al saberla flamante abanderada.
“Cuando anuncié mi decisión de estudiar tuve algunos planteos: primero se oponían en mi casa, ¿cómo vas a estudiar con la edad que tenés, para qué vas a estudiar?; sin embargo, persistí y estoy orgullosa. Mis nietos creyeron en mí y me ayudaron un montón”, señaló quien además se convirtió en una inspiración para muchas otras personas mayores a seguir soñando.
“Ahora que soy la abanderada nadie podía creer. Fue una emoción muy grande para mí contarle a mis nietos que están estudiando en Posadas la designación”, insistió.
Coraje y entusiasmo
En 2017 Julia tomó la decisión de cumplir una meta postergada: finalizar el secundario. “Antes no había tantas oportunidades de hacerlo como las que nos ofrecen ahora. Sin dudas tuve mucho miedo porque hacía años que había terminado la primaria en la Escuela 48 Nicolás Avellaneda”, recordó.
“Cuando miré mi certificado caí en cuenta que dejé la escuela hacía 60 años. La verdad fue todo nuevo y al principio pensé que no iba a lograr los objetivos. Por ejemplo con matemáticas y los ejercicios combinados. Me dije: ‘esto no voy a aprender y sin embargo lo hice’”, sonrió, orgullosa de tener uno de los mejores promedios en el área.
Las cátedras de Historia y Ética, fueron las mejores para Julia, contó con fascinación. “Mis profesores son las mejores personas que conocí en mi vida”, afirmó.
“La edad nunca fue un obstáculo, no lo fue al principio y mucho menos ahora que me siento una más de ellos”, aseguró y agregó que “no tener el título secundario era algo pendiente en mi vida. Era algo que me hacía sentir mal conmigo misma, por eso cuando se presentó la oportunidad me fui a estudiar y estoy contenta con mi decisión”.
Casi con culpa, Julia explicó que ya no tuvo que ir a la escuela los últimos dos días de la semana. “No me sentí nada bien, extrañé muchísimo y me puse mal”, se emocionó. “Mi vida cambió completamente, me siento mucho más activa, me siento viva”.
Sobre planes a mediano plazo, una vez que egrese, la mujer quiere seguir estudiando. “Si estoy bien de salud quiero continuar, voy a ir pensando en buscar alguna carrera acá en mi pueblo”, proyectó. Julia está casada, tiene dos hijos, seis nietos, una nieta y cuatro bisnietos.
Una decisión que marcó la diferencia
La historia de la abanderada saliente, Sara Costilla, es bastante similar a la de Julia. Con una vida familiar casi “resuelta”, ella se inspiró en su hija y esposo para decidirse a retomar la escuela.
“Mi esposo se había jubilado y quiso estudiar alemán, mi hija también estaba en sus proyectos y al verme sola en la casa también me sentí motivada a hacer algo por mí, me dije tengo que hacer algo, empecé con un curso de computación y ahí surgió la idea de terminar la secundaria porque lo podía hacer en ese mismo colegio”, rememoró Sara sobre su primera llegada al BOP 81.

“Empezó como una actividad para estar ocupada en algo y al estar en la escuela me gustó tanto que me sentí en el lugar correcto”, aseguró. “La verdad ahora me siento apenada porque ya termina todo después de tres años hermosos”, dijo con nostalgia.
Cerro Azul es una comunidad pequeña, refirió la mujer, donde casi todos se conocen. Sin embargo compartir horas de clases causó cambios sociales importantes porque se forjaron nuevos lazos de compañerismo y solidaridad que antes, sin la escuela de por medio, hubieran sido impensados.
Una “revolución” para Cerro Azul
“Cuando empecé a estudiar jamás dejé pasar la oportunidad de decirle a mis amigas y clientas del local de ropa que tengo, que estaba yendo a la escuela. Eso llevó a que muchas personas, a quienes le conté mi experiencia, también se animen. Fue una revolución”, aseguró Sara con orgullo.
“En mi casa también se revolucionó todo, pero el hecho que mi familia vea el entusiasmo que tenía me acompañaron, sin ellos no hubiera podido”, dijo feliz. Sobre la experiencia, Sara reconoció que no fue fácil, que hubo muchas dificultades. “Me costó, pero fue la experiencia más linda de mi vida”.