Un grupo que discute más bien maneras y formas de hacer las cosas y no tanto crisis económicas, que es lo que nos define hoy a los argentinos.
Tal y como sucede en este tipo de encuentros, es más determinante lo que se haya acordado en las reuniones bilaterales a puertas cerradas que lo que se expone en el documento final que es apenas un cúmulo de buenas intenciones.
El rédito argentino, el que en definitiva busca cobrarse el presidente Mauricio Macri, es el de haber recibido el firme apoyo de la comunidad extranjera.
Durante estas críticas horas en materia económica, en el único lugar en el que no se discute el desempeño del Gobierno nacional es, paradójicamente, en el exterior. Es allí donde el modelo macrista, si es que existe tal cosa, se baña de elogios.
La explicación no es otra que la necesidad de las grandes potencias de sostener el sistema y evitar que todo se vaya por las cloacas. A nadie, mucho menos a los argentinos, le conviene que el país se vaya a pique porque si algo así sucede con él se hunden otras varias economías que hoy se sustentan en el complejo entramado internacional.
El decisivo apoyo que acaba de recibir el Gobierno debería servirle para llegar con aire hasta fin de año, cuando la dura realidad se refleje muy lejos de los reflectores y los lujos del G20, cuando lo que haya para ver sean manifestaciones contra el ajuste, paros de transporte, protestas contra las tarifas, piquetes por los cortes de energía eléctrica, amenazas de saqueos y todo eso con lo que convivimos los argentinos que, casi con ironía, pertenecemos al Grupo de los 20.