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Lo cierto es que el stress no siempre es negativo, depende de cómo la persona enfrente las situaciones problemáticas y cómo sepa resolverlas.
Si bien el stress nos mantiene alerta para responder en determinadas situaciones puede volverse peligroso cuando afecta nuestra vida cotidiana y nos hace sentir cansados, agotados, con poca capacidad de concentración e irritables con quienes nos rodean.
Cuando es persistente y afecta nuestra vida diaria hablamos de stress crónico, el cual afecta no sólo al ámbito emocional sino también a la salud física, manifestando una serie de síntomas que incluyen ansiedad, insomnio, dolor muscular, hipertensión, y debilitamiento del sistema inmune, haciendo que la persona esté más propensa a contraer enfermedades de cualquier tipo.
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Si bien la ayuda profesional es indispensable en estos casos, hay ciertas cosas que se pueden tener en cuenta para disminuir los niveles de stress: enumerar aquellos aspectos de la vida cotidiana que más dificultades causan y clasificarlos entre los que son urgentes y cuáles no; delegar, siempre que sea posible, determinadas tareas. Pedir ayuda tanto en nuestro contexto familiar como laboral puede liberarnos de tensiones y favorecer a nuestra focalización en los temas más importantes; mientras se está bajo una situación estresante es mejor no tomar nuevas responsabilidades; realizar actividad física, desde un deporte preferido hasta una caminata, ésto aumenta la producción de endorfinas y disminuye las hormonas del stress; asegurarse dormir las horas necesarias para tener un buen descanso; fijarse metas y expectativas realistas, a corto plazo, que permitan una satisfacción inmediata, generando emociones positivas que me incentive a seguir adelante.
Por Laura Mingo – Lic. en Psicología MP 656