Una de las misiones más difíciles que debió afrontar el buzo profesional fue la búsqueda del ARA San Juan. En el submarino se encontraba su vecina, la teniente de navío obereña Eliana María Krawczyk. “Me hubiera gustado que el desenlace fuera
diferente”, dijo.
A mediados de noviembre de 2017, el buzo Federico Staudt se encontraba a bordo del buque noruego Skandi Patagonia, abocado a la inspección y reparación de plataformas cuando, por las noticias, se enteró de la desaparición del ARA San Juan. Las tareas continuaron con normalidad hasta el día siguiente cuando la tripulación, que aún descansaba, fue convocada de urgencia a la cubierta del barco. Allí, el capitán junto a los supervisores les notificó que el Skandi Patagonia fue asignado para la misión de búsqueda y posible rescate del submarino, que desapareció de la superficie con 44 tripulantes. Poco después, también por las noticias, se enteró que una de las integrantes era Eliana María Krawczyk, de cuya familia “fuimos vecinos por muchos años” y eso le generó una carga emocional “bastante más fuerte”.
Tras un gran despliegue organizacional sobre la embarcación, “asignaron a un par de personas y tuve el honor y la suerte de haber quedado entre ellas. Ese día a las 14 partimos rumbo a Comodoro Rivadavia y tardamos en llegar casi 40 horas a raíz de un temporal muy fuerte, que era el que ellos -por el ARA- venían esquivando del Norte”, recordó el profesional, que por estos días descansa en la Capital del Monte rodeado de familia y amigos.
Agregó que ni bien amarraron, se unieron al equipo de búsqueda y rescate de la Armada Americana, que es una unidad que se dedica pura y exclusivamente al rescate de submarinos. “Movilizaron un equipamiento muy importante y tardaron 48 en venir desde la base que tienen en Carolina del Norte. Apenas llegamos, ellos subieron al barco. Terminamos siendo 94 personas a bordo cuando el barco tiene capacidad para 64”, contó. El equipo de buzos permaneció a bordo para una eventual intervención en caso que se ubicara al ARA y que “nuestros límites operacionales hubieran sido aceptables dentro de las condiciones, además de hacer asistencia a los profesionales de la marina americana”. Ellos contaban con una cápsula que se acopla a una escotilla especial que traen todos los submarinos e “íbamos a empezar a sacar a las personas. Y en el caso eventual que hubiera que hacer una descompresión, haríamos la asistencia. Lamentablemente no se dio. Salimos con un dato posible que ellos estaban a una profundidad de 75 metros. Era un límite operacional bastante seguro y bastante simple como para hacer la tarea de rescate”, acotó.
Empezaron a buscar, y no había nada. Se desplegaron los equipos de sonares de barrido lateral, scaners y otros elementos que tenían a bordo, “e iniciamos los rastrillajes a medida que la Armada, desde la Base de Puerto Belgrano, nos daba las coordenadas. Teníamos que hacer lo que se denomina piernas o barrido. Fuimos encontrando diferentes puntos, diferentes cosas, tal como pasó en la segunda etapa. Íbamos descartando puntos porque no eran de relevancia, encontramos varios barcos hundidos, otros puntos que eran piedras u otros objetos que quedaron en el fondo, que aparentaban algo similar pero al hacer el análisis de las imágenes se seguía descartando. Lamentablemente un punto de descarte implicaba empezar de cero al día siguiente. Y empezar de cero era un día menos de posibilidades que tenían de sobrevivir. Al no dar con el punto era bastante difícil, desalentador”.
Pasaron quince días cuando recibieron órdenes que abandonar la búsqueda “porque ya no había posibilidades: las condiciones de profundidad, la temperatura del agua, del aire que se respira. Se analizaron varias cosas antes que se tome tamaña decisión. Lamentablemente tuvimos que volvernos y fue un momento de mucha tristeza”, narró quien por primera vez en casi veinte años de carrera participó de un evento “de semejante magnitud”.
Cuando regresaban, les avisaron que uno de los barcos detectó un nuevo punto a una profundidad de 175 metros, que daba con las medidas del submarino -una estructura en forma de cigarro-. Pegaron la vuelta y fueron preparando todo el equipamiento porque era una profundidad que posiblemente estaba dentro de los límites de poder bajar a bucear. Los americanos prepararon los equipos de inspección, los robots, los sonares, para bajar y hacer un primer estudio de los puntos. “Se tiraron los ‘drones submarinos’ al agua y esperamos que regresen. A las dos horas los recuperamos, había dado una imagen de una estructura de esas características. Estábamos todos con una sensación rara de que era, que estaba ahí. Se bajó el robot para hacer las inspecciones, estábamos todos mirando las pantallas y lamentablemente había sido un barco potero chino -que pesca calamares- que se había hundido hace un par de años. Nuevamente se nos vino la desazón. Levantamos todo y volvimos a pegar la vuelta”. Por esos días Staudt estuvo embargado por “un sentimiento raro”. Fueron momentos que se vivieron con “mucha adrenalina, la gente, el equipo del que participamos, día a día era tener la esperanza que en el algún momento iba a aparecer. No podíamos creer que fuera tan complicado. De hecho, había 25 barcos más. Fue la operación de rescate de un submarino más grande de la historia. Nunca hubo un despliegue de tal magnitud, con tanta cantidad de países, de barcos, aviones. El mundo entero estuvo pendiente”, alegó.
Recordó que estaban en el medio del mar durante las 24 horas, yendo, viniendo, buscando, “entonces como que uno estaba más enfocado en eso. Cuando volví recién me di cuenta de la magnitud que había tenido este evento. Me hubiese gustado y querido que el enlace fuera diferente. Todos estamos esperando encontrar y sacar a los chicos de ahí. Pero bueno, a veces el destino hace que sucedan esas cosas. Espero que ahora que ya se lo encontró y que se está analizando toda la información, los culpables paguen por lo ocurrido, como debe ser”. Esos días fueron muy intensos. En las profundidades “uno imagina, sueña. No podía creer que estuvieran pasando todas estas cosas. Mirábamos noticieros porque teníamos televisión satelital y veíamos lo que iba pasando, los informes, los análisis. Era distinto el hecho de estar ahí. Ser parte, fue una experiencia muy dura porque es difícil de entender que haya personas que tuvieran un siniestro y estuvieran esperando que los encontremos y los saquemos. Es una sensación difícil de explicar con palabras. Me hubiera gustado que el desenlace fuera diferente”, insistió. Todo 2018 el buzo estuvo trabajando en el Estrecho de Magallanes, un poquito más al sur de lo que pasó con el ARA. “Era inevitable no pensar, no imaginar. Estuvimos haciendo buceo de gran profundidad. No en la profundidad que están ellos ahora, pero en esos momentos uno siente que está un poquito más cerca que el resto”, expresó emocionado, quien vislumbró la vocación en 1994 cuando buscaba estudiar biología marina en Puerto Madryn.
“Eliana era muy querida”
Al referirse a Eliana, manifestó que “era bastante menor. Me enteré que era submarinista porque me la cruzaba acá, en Oberá, en época de vacaciones de verano. Charlábamos un rato. Era muy esporádico. Hacía dos años que no la veía. Era una gran profesional. Escuché y leí mucho sobre ella, sobre su actividad, sobre la gran carrera que hizo en la Armada. Fue una mujer que abrió el camino en una actividad que es casi exclusiva de los hombres. Era alguien muy querido por sus compañeros, muy preparada, con muchos conocimientos. Lamento no haber podido compartir mas charlas y vivencias”. Aseguró que la familia de la desaparecida, es muy querida en la ciudad. “Fui compañero de sus hermanos, Eduardo y Tirso, en el colegio nacional “Amadeo Bonpland”, también jugamos fútbol en la Escuela de San Antonio durante toda la infancia e íbamos al Polivalente a aprender guitarra. Son personas de un valor muy grande y eso se refleja también en lo que era Eliana”.