Con el primer día del nuevo año asumirá la Presidencia de la República Federativa de Brasil un exmilitar y mediocre legislador, Jair Messias Bolsonaro.
Quien ganó el balotaje presidencial del 28 de octubre pasado, gracias a la proscripción del que aparecía como favorito en las encuestas, Luiz Inácio “Lula” Da Silva, llega con un programa político de extremaderecha, donde el racismo, la xenofobia y el desprecio a las minorías “diferentes” aparece como una concepción política peligrosa y de alto riesgo para la paz en ese país y de éste con sus vecinos. Entre ellos, en particular Venezuela, cuyo petróleo es muy codiciado por los EEUU que afortunadamente hasta hoy no logró un socio regional que le dé una excusa para una intervención directa en su territorio y poder volver a tener el control de su economía.
Bolsonaro, electo amañadamente, pero con el respaldo de las mayorías de su país, reemplazará en el cargo a un falsario como Michel Temer que desde hace dos años ostenta la jefatura de estado brasileña, tras el desplazamiento de su cabeza de fórmula en las elecciones de 2009, Dilma Rousseff. La máxima figura del sector político a la que ella pertenece es la que fue excluida del proceso electoral, merced a una dudosa condena judicial por la que cumple prisión.
Bolsonaro es toda una incógnita, pero con seguridad su paso por Planalto marcará para mal o para bien una inflexión en la política de ese país y de toda la región.
Pascual J. Núñez
Posadas (Misiones)