Días pasados un conocido historiador argentino publicó en un medio nacional: “Sí, la Argentina se jodió el 3 de febrero de 1852 y fue en la batalla de Caseros donde se enfrentaron Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza, éste último con el respaldo de Gran Bretaña, la gran potencia económica que buscaba nuevos “terrenos donde colocar su producción industrial, sumando préstamos como ayuda económica”.
Costumbre argentina que debemos reconocer y que no podemos evitar, porque el dinero nos entusiasma y nos permite avanzar en distintas cuestiones –muchas improductivas e innecesarias-, sin importarnos las graves consecuencias que trae el endeudamiento, al poner en riesgo el futuro de la sociedad.
Y pasaron los años, las décadas, los distintos gobiernos –militares y democráticos-, pero poco o nada cambió según los analistas internacionales que nos observan de cerca y en forma permanente.
Es que no hubo una evolución suficiente que nos permita superar los problemas que afectan al país, porque no hubo voluntad ni honestidad suficiente como para mantener el equilibrio económico y generar suficientes garantías para que las empresas nacionales crezcan y se fortalezcan, al permitir a su vez que las extranjeras se arraiguen y que sus ganancias se fuguen luego al país de origen, lo cual obviamente perjudica a cualquier nación que desea lograr un fortalecimiento en las principales áreas de trabajo y producción.
De más está decir que un gran porcentaje de funcionarios, a través de los años, supo aprovecharse de su función para crecer económicamente sin importarle ser “corrupto” y muchas veces favorecido por las leyes desactualizadas o mal aplicadas por quienes deberían haber cumplido con su deber de hacer justicia.
Dejo constancia que he sido funcionario nacional durante cinco años, tras rendir examen para ingresar y renuncié por la insistente presión recibida por distintos protagonistas de entrar en el “mundo de la corrupción”, la cual nunca he aceptado y fue la razón de mi renuncia. Me despedí a través de un mensaje radial como corresponde.
No quedan dudas de que Argentina está nuevamente en crisis por la falta de responsabilidad, capacidad y honestidad de quienes han generado el endeudamiento progresivo, sin demostrar preocupación por lograr un consenso entre los principales representantes de la sociedad, a fin de reafirmar el patriotismo y la identidad de una nación que tiene todo y no le falta nada en absoluto para ser tan o más importante que otros países que son territorialmente mucho más pequeños y carecen de la abundante riqueza que tenemos en nuestro territorio nacional, pero sin embargo nos superan en casi todos los ámbitos que hacen a la economía y la producción.
A pesar de todo lo vivido, sigo siendo optimista y creo que nuestra Argentina en algún momento encontrará el punto de partida para comenzar a crecer y lograr los objetivos necesarios para estar entre las potencias mundiales, simplemente porque podemos.
Finalmente debemos saber que “hay cosas peores2, entre ellas están las guerras y los violentos fenómenos de la naturaleza.
Ernesto Doedderer
Posadas (Misiones)