Claro, se trata de un año electoral donde ningún dirigente que se precie de candidato pretende perder un sólo minuto sin instalar sus mensajes con tono de campaña.
Desde el propio presidente Mauricio Macri (que ya expresó su interés por una reelección), pasando por Sergio Massa, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, Cristina Fernández, entre otros.
Pero las fiestas de fin de año se terminaron y la realidad de los ajustes y los tarifazos sigue golpeando fuerte los bolsillos de los argentinos. Y no hay oficialistas ni opositores que propongan y lleven adelante medidas para superar la crisis en la que se encuentra la Argentina.
Este país al que los deseos de un nuevo año le auguran lo mejor pero aún no se pudo pasar el “lo peor” (si es que todavía lo peor no está por llegar).
La dirigencia parece no poder ver, sentir, “acomodarse” a la realidad de millones de argentinos que esperan más que deseos.
Pretenden llegar a fin de mes, que sus salarios acompañen -al menos- a la inflación, que sus hijos puedan estudiar, no caer en la pobreza o, peor aún, en la indigencia.
Por eso, los ciudadanos esperan “acción”, de ambos lados de la grieta, capacidad de resolución sin necesidad de esperar a octubre para definir quién va a gobernar los próximos cuatro años.
Tampoco que el Fondo Monetario Internacional ofrezca sus recetas por haber depositado un multimillonario salvataje al país.
Con deseos no alcanza. No más. En los peores momentos hace falta resolver los problemas de la gente.