
Durante los 28 años que lleva siendo parte de la Policía de Misiones, la bioquímica María Celia Palczewicz (55) nunca pensó que podría ser la primera mujer en convertirse en comisario general dentro de la fuerza. No se le había pasado por la cabeza.
El lunes 7 recibió la noticia del ascenso, y con ella, el nombramiento como Subdirectora General de la Policía Científica -el jefe del área es el comisario general Héctor Gabriel Martínez-, donde se desempeña prácticamente desde su ingreso a la institución.
Por estos días se siente inmersa en una mezcla de emociones. Admitió que “quedé anonadada por lo que significaba. Recién ahora con esta exposición mediática me estoy dando cuenta de la realidad de lo que ello implica”.
También significa “presión de querer hacer bien las cosas, ya casi no por mí sino para abrir el camino de las que van a seguir, que espero que sean muchas”.
Hija única, en 1989 egresó de la carrera de Bioquímica de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales, de la UNaM, y prácticamente al año ingresó a la Policía de Misiones.
Se incorporó a la División Criminalística que dependía del Departamento Judicial. Su madre, Silvia Saracino (77), había trabajado un tiempo como adscripta en Dactiloscopía, una oficina que dependía del Departamento Judicial y “yo era como la mascota de sus compañeras de trabajo así que conocía a varias personas que se desempeñaban en la institución”.
Contó que en un primer momento el personal femenino ingresaba solamente como subalterno. Las oficiales que había eran profesionales (médicos, bioquímicos, licenciados en criminalística) y pasaban a formar el cuadro de oficiales por tener un título de grado.
Y para Palczewicz ésta fue la posibilidad fortuita de conseguir un trabajo apenas recibida. Paulatinamente se fue volviendo un gusto, una pasión.
“Me interesó realmente la parte investigativa. Me empecé a formar más aún porque salimos con una formación básica en toxicología, manchas de interés médico legal, y había que profundizar eso que es lo que más se utiliza acá”.
Como bioquímica del laboratorio formaba parte del equipo de criminalística “que concurre a los hechos para realizar la búsqueda de indicios a fin de elevarlos a nivel prueba y coadyuvar en el proceso judicial. Ayudar en la investigación en la búsqueda de la verdad, que le sirva a los jueces para esclarecer los hechos”.

Recordó que tenían un lugar muy pequeño, con poco equipamiento, pero “había gente con muchas ganas y muy apasionada por investigar. Después tuvimos la suerte que se lograra una licitación nacional e internacional y se creara esta parte edilicia, y se dotara de equipamiento con tecnología de alta complejidad tanto a la parte de balística como al laboratorio. Así es que teníamos dos cromatógrafos gaseosos, uno con detector de masa, otro con detector de nitrógeno-fósforo y de captura, un equipo de absorción atómica, un cromatógrafo líquido, un espectrofotómetro. Es decir un laboratorio de alta complejidad que en su momento fue el modelo del NEA”.
Sostuvo que el trabajo “acá nunca me resultó pesado. Si bien teníamos poco equipamiento siempre tuvimos mucho valor humano, era el valor del equipo. Había empeño y hasta tozudez, es decir, el empecinamiento en buscar, en investigar, y llegar a la verdad con los medios que se tenía”, dijo.
Cuando Palczewicz ingresó era una división pequeña y cubría prácticamente toda la provincia. Cuando se producía un hecho de trascendencia en Puerto Iguazú, por ejemplo, viajaban hacia el norte de la provincia sin saber la cantidad de horas que les demandaría la tarea ni cuanto tardarían en volver. Luego se fueron abriendo divisiones mucho más pequeñas, con mucho menos personal que Posadas, y sin tanta tecnología, pero que cubren partes sectorizadas de la provincia.
“Ellos también dependen de nosotros. El último grupo humano de profesionales que pasó a la órbita de la Policía Científica es el de los médicos de Sanidad, que son los que hacen guardia y comprueban las lesiones en los accidentes de tránsito, dictaminan la gravedad y los días de curación, acuden a homicidios, suicidios, y trabajan en forma muy concatenada con los del Cuerpo Médico Forense. Es que hay un límite donde intervenimos nosotros y donde lo hacen ellos, debido a protocolos de actuación. Pero siempre se trabaja de forma coordinada. El médico policial es el que está siempre a mano o de guardia, y si ve algo dudoso en un cuerpo, en el hallazgo de cadáver, solicita autopsia que se realiza en el Cuerpo Médico Forense”.
Exalumna del Instituto San Basilio Magno, sostuvo que “fuimos pasando de una parte precaria a lo que es hoy en día. Cambió no sólo la parte tecnológica sino de procedimientos. No sólo hay que llegar al lugar del hecho con celeridad -hay un axioma en criminalística que dice: tiempo que pasa, verdad que huye-, sino que hay que seguir toda una cadena de procedimientos para asegurar que los indicios lleguen a pruebas y que esas pruebas no caigan”.
Manifestó que los abogados defensores suelen buscar errores en la parte procedimental (si se hizo mal un acta, si faltó un testigo, si hay una firma dudosa), entonces, “no sólo hay que buscar excelencia en el trabajo sino en la parte procedimental. Por eso somos un equipo. Sin el equipo es imposible trabajar. Hay un oficial, hay subalternos, hay un fotógrafo, planistas, bioquímicos, médicos. Todos trabajamos en base al código de procedimientos”.
Citó que una de las últimas cosas que se implementaron fue “la cadena de custodia, que nace cuando se levanta un indicio, se van documentando todos los pasajes por los que va la prueba o indicio. Eso hace que se evite la contaminación y la pérdida o la adulteración. Y que un análisis o prueba obtenida aquí pueda ser remitida o tenga validez en un tribunal nacional, latinoamericano”.
Relató que fue el asesinato del abogado Eduardo Valdéz el que tuvo en su vida profesional mayor trascendencia.
Pero que hay hechos “en los que parece que Dios nos guía para que nos lleve a la verdad, que es lo que buscamos, y que se haga justicia. En el homicidio de Valdéz éramos un grupo de tres compañeros que hacíamos muy buen equipo. Me acompañaba Juan Jesús Rodríguez (ya fallecido) y Martín Orlando Duarte, que fueron como hermanos para mí. Cuando había un hecho grave los tres éramos obsesivos y no íbamos a nuestras casas hasta que se lograba resolver o encaminar. Fue lindo trabajar con ese equipo. Ese fue el hecho más resonante del que participé”.

Una tarea apasionante
Durante cinco años formó parte de la Dirección General de Servicios Sociales, lo que le permitió conocer la dinámica de otro sector, “relacionada a mi profesión de base, y estar en contacto con otra realidad del personal policial”.
Cree que en ella “siempre existió la vocación de servicio”. Su padre, Antonio Oscar Palczewicz, que falleció cuando la funcionaria tenía apenas siete años, “era militar -egresó como mecánico motorista y se desempeñaba en el Comando de Comunicaciones VII de Barranqueras, Chaco- y heredé un poco eso”.
Una vez que ingresó y empezó a trabajar, “me enamoré del trabajo investigativo y demás, y lo hice siempre con sumo placer. Eran otros tiempos, no contábamos con mucha tecnología, pero siempre hubo muy buenos compañeros, buenos jefes, con los que fuimos aprendiendo e incorporando conocimiento y equipamiento hasta la realidad actual”.
Consultada sobre lo que le representa la Policía de Misiones, confió que al poco tiempo de ingresar “nos hicieron una encuesta a un grupo de profesionales, y una de las preguntas era ¿qué sentíamos cuando veíamos a un policía? contesté que veía a un compañero de trabajo, casi alguien de mi familia. El trabajo en la Policía es mi vida. Ahora tengo que disfrutar y aprovechar porque me quedan dos años”.
Insiste que “todavía no se terminó de asentar la emoción, todavía no dimensiono la envergadura de lo que esto significa. No tenía idea que era la primera. Cuando me preguntaron, respondí: creo que no, debe haber habido otra. Empezamos a investigar, y no. Hubo algunas oficiales pero al mayor grado al que habían llegado fue de comisario o subcomisario. Hasta el momento, el grado más alto al que había llegado una mujer -que fue subdirectora de este lugar- fue de comisario mayor, que es el grado inmediatamente anterior al último”.
El ascenso a comisario general lleva el plus de asumir como Subdirectora General de Policía Científica, que la segunda al mando de este espacio que cobija a peritos accidentólogos, licenciados en criminalística y criminología, área de balística, un área de fotografía, un área de huellas y rastros.
Aseguró que es apasionante la tarea “que realizamos. Es duro. Por eso exige que le guste a uno. No es un trabajo común, no somos empleados públicos, tenemos que tener cierto plus para trabajar ahí. Creemos que los que conformamos el grupo tenemos esa vocación, de buscar la verdad, de investigar, para tratar de esclarecer los hechos y que la justicia pueda llegar a toda la población”.
La emoción embarga y hay sobrados motivos: es la primera vez en la historia de la Policía de Misiones que una mujer accede a tan alto rango.