Entrevistamos a Lisandro Rodríguez, profesor de Historia, doctor en Ciencias Sociales y Humanas, docente de la UNaM e investigador del CONICET, quien estudia el cooperativismo yerbatero en el nordeste argentino.
Lisandro viene de una familia de pequeños productores de yerba mate en la zona de Jardín América. Su historia familiar lo marcó para comenzar a investigar sobre esta temática.
La impronta del cooperativismo
Para la producción de la yerba mate es histórico el rol que ocuparon y ocupan las cooperativas. La primera data de 1926 en el norte de Corrientes. Son organizaciones con una larga trayectoria en el desarrollo económico provincial y nacional que contribuyeron al desarrollo socioeconómico de la provincia y la región.
Lisandro busca escribir la historia económica del desarrollo de las cooperativas. El objetivo de su trabajo es realizar una reivindicación histórica con contenido científico del pequeño y mediano productor que siempre está condicionado con respecto al precio de la hoja de yerba mate.
Uno de los principios universales del cooperativismo es la libre asociación, esto quiere decir, que cualquier persona con mínimas plantaciones podría asociarse y no debería haber más inconvenientes. No podría restringirse el ingreso por cuestiones sociales, políticas, sexuales, etc. Lisandro señala que no se puede hablar de un solo modelo de cooperativa, ya que todas han sufrido transformaciones: cooperativas con trayectoria familiar, otras más similares a empresas, y otras que amplían su oferta para poder mantenerse.
Entes reguladores
En un primer momento estuvo la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM) fundada en 1936. Este organismo era el encargado de fijar los cupos de producción, regular las plantaciones, fijar el valor impositivo. Este organismo llegó a nuclear a todos los sectores de toda la cadena productiva. Además, esta Comisión contaba con un Mercado Concentrador como organización clave para la comercialización de la yerba mate.
Desde 1991 y hasta 2002 la actividad se desreguló dada la supresión de la CRYM. Se considera que desde ese momento hay una retirada del Estado y las cooperativas quedan al libre juego de la oferta y la demanda y deben generar distintas estrategias para poder competir. A partir de 2002 es el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) el encargado de fijar el precio al producto, aunque la mayoría de las veces el mismo se resolvió por medio de la intervención del Ministerio del Agro (actual Agroindustria). A diferencia de la antigua CRYM, el actual Instituto no cuenta con un Mercado Concentrador.
Lisandro relata la dificultad de encontrar archivos para estudiar estos procesos ya que la mayoría no ha sido conservada de la manera correcta y muchos otros, solamente se encuentran en el Archivo General de la Nación en Buenos Aires.
Hacer grandes a los pequeños productores
Siempre hubo una tensión de los grandes molinos con los pequeños productores. La asimetría más evidente es que ambos pagan los mismos impuestos respecto al estampillado. Por ejemplo, el pequeño productor tiene una determinada cantidad de hectáreas, le es muy costoso mejorar la calidad de ese yerbal o adquirir otros terrenos para aumentar la producción. En cambio, un gran productor sí tiene esta capacidad: reemplazar plantines, mejorar en tecnología, comprar más terrenos. Lisandro advierte que las políticas estatales deberían conducir a apoyar al pequeño productor para mejorar sus condiciones de producción. Esta es aún una asignatura pendiente.
Góndolas para pocos
Si te pedimos, sin repetir y sin soplar, decir cuántas marcas de yerba mate conoces, seguramente podrías recordar no más de diez. Es que el mercado de la yerba mate está concentrado. En Argentina tenemos más de 200 marcas de yerba, pero solamente 10 empresas concentran el 80% de todo el comercio. A partir de los 90 varias cadenas de hipermercados tienen su propia marca con el nombre de su empresa “¿Cuándo vimos que estas marcas generen puestos de trabajo en la zona?”, enfatiza Lisandro.
“Hay marcas de yerba mate que no están en las góndolas porque la plaza de la oferta de la yerba está absorbida por los grandes molinos. Es complicado entrar con una marca local a un mercado nacional”, advierte. Sin embargo, gran número de los pequeños productores y cooperativas son los que abastecen a los grandes molinos, aunque no aparezcan en “los créditos”. Muchas veces el paquete de yerba que compramos en el supermercado viene de los pequeños molinos. Lisandro considera que ésta es una estrategia para comercializar sin poner su nombre.
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