El Gobierno nacional y los gremios del personal aeronáutico acaban de cerrar, a medias, una puja que tuvo como rehenes a los de siempre: los argentinos.
En este caso el conflicto arrancó el año pasado cuando el Gobierno anunció la modificación de la validación de las licencias para los pilotos extranjeros. Esa disposición había motivado medidas de fuerza por parte de los gremios y el dictado de la conciliación obligatoria por parte del Ministerio de Trabajo.
Desde entonces se abrió una instancia de diálogo que permaneció vigente durante un mes. Treinta días se tomaron la partes para intentar resolver un conflicto que tenía y todavía tiene en vilo a quienes se trasladan por vía aérea.
Al final del plazo el bajo volumen de diálogo que tuvieron ambas partes derivó en lo que todos sospechábamos: un nuevo y sorpresivo paro.
La conciliación de último momento dispuesta por Trabajo fue rechazada en pocos minutos por los sindicatos y era cuestión de horas para una nueva huelga que dejaría a la deriva a miles de pasajeros.
Y entonces surgió la salida al conflicto. El peligro y la mala publicidad de tener que soportar las protestas de los damnificados en plena temporada alta hizo que el Gobierno reculara y anulara la polémica “Resolución 895/18”… Y entonces todo funcionó.
A estas alturas cabe la pregunta de si no hubiera sido más sano para todos haber revertido la disposición durante ese mes de conciliación para evitar y evitarse tensiones innecesarias.
Al kirchnerismo se le achacan con justa razón altos grados de tozudez que llevaron al país y a sus habitantes a una nueva crisis. Pero el “cambio” que lo derrotó parece no haber modificado en gran medida esa opaca conducta.
La próxima vez deberían tomarse un tiempo para reflexionar si, cuando surgen conflictos de este tipo, no sería mejor adoptar las decisiones a tiempo y evitarle a la gente más tensiones que las que ya soporta por la incapacidad de sus dirigentes.