El arte de obtener seda, la sericicultura, permaneció durante mucho tiempo como un misterio, incluso existen numerosas leyendas; según la tradición china, la historia comenzó en el siglo XXVII aC y prosiguió durante tres milenios en exclusividad hasta que se transmitió a otras civilizaciones gracias a espías de todo tipo.
En Argentina, en el primer tercio del siglo XIX hubo iniciativas de difundir su producción, pues en la segunda mitad del siglo previo un misionero jesuita introdujo el gusano en el territorio, pero no se afianzó; a partir de la década de 1930 y hasta la de 1950 se llevaron adelante diversas iniciativas desde el ámbito nacional, sin embargo la llegada de tejidos sintéticos restó espacio en el mercado.
Actualmente hay algunos productores que se arriesgaron a un trabajo que, por el momento, tiene más de “a prueba y error” que aciertos asegurados y Eldorado no está exento, aquí Carolina Butvilofsky y Carlos Wachnitz apostaron a este maravilloso mundo que los tiene atrapados desde hace ya algunos años.
“La idea data de hace muchísimo, vimos la cría del gusano de seda hace 25 años en un viaje a Indonesia, en esa época estábamos estudiando en Alemania, nos pareció apasionante y nos decíamos esto se puede replicar en casa, refiriéndonos a Argentina, pero él trabajaba muy bien allí, yo justo había terminado mi especialización en agencias de viaje, pero quedó, cuando volvimos en 2001 nos agarró el corralito, todo nuestro dinero quedó en el banco, nos quedamos en la calle, literalmente, si no fuera por la familia que tenemos”, recordó Carolina y añadió que “la idea era abrir la agencia de viajes y Carlos siempre tuvo la idea de tener una chacra, esa era su pasión, su abuelo había sido chacarero, uno de los naranjeros más grande de la zona, pero no se crió en el campo, no teníamos la cultura de la familia chacarera”.
“Argentina siempre tiene crisis económicas y en una de ellas, no recuerdo si era 2013 o 2014, viajamos a Asunción a visitar a unos amigos, entonces me comentan que habían ido a visitar una fábrica de capullos de seda, en Hernandarias, me fascinó, fuimos hasta allá y quedamos impactados, volvimos y fue leer y leer hasta la madrugada todo lo que podíamos investigar, entré en contacto con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que tiene un laboratorio, con un ingeniero del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), todos me iban mandando ideas, sugerencias, pero era todo muy suelto, entonces nos sugirieron ir a Brasil y eso hicimos, fuimos a Maringá, en Mandaguaçu, donde está el Valle de la Seda, conocimos a unos productores, vivimos con ellos, hicimos una cría y nos aprendimos todo”, describió.
“Volvimos y nuestro primer derrotero fue conseguir una chacra, ya no era solamente que nos había apasionado la cría del capullo de seda en Indonesia, en Sri Lanka, sino que buscábamos una alternativa a la agencia de viajes, otra opción para nuestras vidas, no teníamos suficiente dinero entonces ofrecíamos a quienes tenían hectáreas abandonadas alquilarlas, un año, dos, con opción de compra al tercero, pero la gente no entendía, no se animaba, aquí no existía el arrendamiento de tierra como una posibilidad, hasta que encontramos este espacio, la dueña entendió enseguida nuestro proyecto y así comenzamos. Primero fue limpiar, luego la plantación de mora, ya hay plantas de cuatro y tres años, hacer la instalación eléctrica, que significó un parate, porque mi esposo se cayó y se fracturó la columna, estuvimos parados casi un año, él tenía que recuperarse y debíamos evaluar si íbamos a seguir con el proyecto; en medio de esa situación el campo se incendió dos veces, nos entraron a robar y nos llevaron todas las herramientas de trabajo, pero seguimos, con un crédito hicimos el galpón, con otro compramos un tractor y el último desafío fue el horno, hecho a medida”, apuntó.
Proceso de producción
Carolina reconoció que uno de los problemas de Argentina es la falta de larvas, aunque se está trabajando en ello, así como también en mejorar la genética y explicó que cada cama con que cuentan rinde cuarenta kilos, cada telaino requiere 22 mil larvas y que cada día necesita ocho telainos.
“Recibimos los huevos y se colocan en una incubadora, de dos a cuatro días hasta que eclosionan, entonces se comienza a darle mora, de la variedad más suave que tenemos, las primeras hojas, las más tiernas, que se pican bien chiquito. Comen dos o tres días y hacen una dormida, quedan todos duritos mirando para arriba durante un día, y arrancan otra vez, se despiertan con un hambre voraz, en cada dormida cambian la edad, hasta la quinta, que es cuando más comen, se les administra hojas de mora cinco veces por día. Entonces, desde que recibimos los huevos hasta que se vuelven capullo son más o menos 33 a 35 días, en Misiones se aceleró el proceso, creemos que el calor hace que todo vaya más rápido”, confió la productora.
E hizo hincapié en que los gusanos llegan a medir entre seis y ocho centímetros en su edad adulta, cuando buscan encapullar, para lo que se utilizan distintos métodos; además aseguró que cada uno puede tener entre mil y 3 mil metros de hilo, aunque estos últimos son excepcionales.
“Luego de la cosecha se hace una pausa, se limpia todo, se desinfecta con lavandina, hay que ser muy prolijo con la higiene porque son muy delicados y hay virus y bacterias a los que les encanta atacarlos”, dijo.
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Comercialización
La diseñadora Gisela Martínez, de Indómita Luz, delineó que “en primera instancia se comercializa el capullo en estado bruto, para diferentes artesanías, nosotros lo utilizamos para joyería contemporánea, por otro lado están las diferentes formas de devanar el hilo, como la paja de seda, con la que se puede tejer y se usa para mantelería, por ejemplo, entre otras aplicaciones; es la devanación de hilo continuo pero con un contenido de sericina que lo hace un poco más rústico, no tan brillante y suave. Como filamento continuo también se puede devanar de manera industrial, en conos, y en lo que es más artesanal se hace lana de seda, que se corta el capullo, se extrae la pupa, se hierve y se obtiene la fibra cortada, a partir de allí se obtiene el shape, que se puede hilar o mezclar para diferentes tipos de hilados, ya sea en rueca o en huso, tenemos varias hilanderas en el norte que lo siguen usando, igual que telar; hoy en día también se está volcando a la cosmetología y por otro lado se está apuntando a la comercialización de la sericina, a partir de muchas investigaciones que se están haciendo a nivel mundial”.
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En medicina, como es una proteína animal, se utiliza el hilo de seda para suturas internas y el Conicet está haciendo pruebas para generar cartílagos para narices y orejas, subrayó Carolina. Mientras que la diseñadora aclaró que “en Argentina estamos en un plano artesanal, tampoco hay volumen para llegar a grandes niveles, estamos en pequeña escala de producción”.
“Argentina tiene un problema de volumen, nunca vamos a llegar a los niveles de producción que tienen India, China o Japón, eso es imposible, aquí tiene otro tipo de aplicaciones y se tiene otra visión sobre la autosustentabilidad, en China comprás seda por pocos pesos, pero cómo vive el productor, nosotros queremos llegar a que, por ejemplo, las mujeres del barrio de enfrente, sus esposos trabajan en los aserraderos de la zona, puedan criar quince o veinte kilos y les sea rentable”, manifestó Carolina.
Insistió en que “tenemos otra visión, para empezar es un producto ecológico, acá no se puede poner ni un veneno, desde la base la tierra no puede tener nada, es auto-sustentabilidad que le estamos generando a la tierra que van a heredar hijos y nietos, tierra limpia y pura, lo mismo ocurre en la producción”, remarcó.
La seda en Argentina
Uno de los principales impulsores de la producción se seda en Argentina fue Domingo Faustino Sarmiento. Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial el país se convirtió en un gran productor, con exportaciones a Estados Unidos, donde se utilizaba para confeccionar paracaídas.
La debacle de esta industria textil surgió con la aparición de la fibra sintética de poliamida (nylon). Fue entonces cuando se derrumbaron los mercados internacionales.
En la actualidad Argentina posee una baja producción, aunque con una calidad muy aceptable, que se realiza en pequeños espacios, siempre como complemento de otras actividades, y es estacional porque el gusano de seda sólo come hojas de mora.
Y sí, por el momento hay mucho trabajo que se hace a prueba y error, son muchos los frentes a los que hay que estar atentos, desde la temperatura, es imprescindible un ambiente cálido, hasta el corte de las hojas de mora en tiras para aumentar la superficie de contacto y que a los gusanitos les sea más fácil acceder al alimento, al principio muy finas para luego ir aumentando el grosor progresivamente, pero Eldorado tiene ya una pareja de valientes que con ayuda del ingenieros del INTI e INTA, además de la colaboración de quienes trabajan en el tema hace más tiempo y la posibilidad de conocer cómo se enfrentan distintas situaciones en países productores, se animó y Misiones tiene su seda.