
El lunes 10 de diciembre del año pasado será una fecha que Liberato Miranda (45) difícilmente olvide. Durante esa jornada compartió un almuerzo con su amigo y compañero de trabajo Pablo Viviano Martínez (69) y otras tres personas. Luego de ingerir el estofado todos los comensales sufrieron una severa intoxicación, que terminó con la vida de Martínez.
Miranda permaneció cinco días internado y logró recuperarse pese a que estuvo en coma inducido y a los diagnósticos adversos. Según contó él mismo a PRIMERA EDICIÓN, los médicos le informaron a su familia que sólo restaba esperar un trágico desenlace.
“No pasa del miércoles al mediodía, está muy grave, le dijeron a mis familiares. Mientras esto ocurría yo estuve, como me gusta decir, en un viaje. Fue más que un sueño, estuve en el cielo y pude ver claramente lo hermoso que era, es inexplicable la belleza y paz que existe en ese lugar. Pero no había casas y se notaba la ausencia de mis seres queridos. Entonces le pedí a mi Gauchito Gil y a Dios que quería volver. Extrañaba a mis dos hijos, una nena de 7 años y un varón de 20. Les prometí que no iba a tomar ni fumar más, a cambio de regresar y poder abrazar a mis hijos. Y así fue, y por eso hasta el día de hoy estoy cumpliendo mi promesa”, aseguró Liberato, a quien en el barrio donde vive, en Nemesio Parma, todos lo conocen como “Tato”.
Durante la calurosa tarde de ayer recibió a PRIMERA EDICIÓN en su casa y relató como fue esa fatídica jornada.
“Andá vos al kiosco que yo cocino”
“Estábamos en el campo laburando, haciendo tareas rurales. Como es habitual hicimos una pausa para almorzar. Éramos cinco, ‘Pituncho’ Martínez como le decíamos, se decidió a cocinar, ese día necesitaba algo del kiosco y me dijo ‘andá vos a buscar pan, vino, esas cosas, que yo me encargo de preparar la comida’. Nos turnábamos para preparar el almuerzo y ese día le tocó a él. Era un estofado de carne vacuna, normal, con verduras de su chacra. Él carneaba cada tanto, cada un mes más o menos un ternerito y guardaba para el consumo diario. Comimos a las 12.30 más o menos en la chacra donde él vivía, zona costera en el límite con el arroyo Itaembé. La idea era volver a trabajar al campo a las 14.30 o 15. Pero eso nunca ocurrió”, expresó “Tato” Miranda.
A caballo
El entrevistado contó que “como no es lejos mi casa del campo donde trabajamos, después de comer le dije a Martínez ‘me voy un ratito a casa a lavar mi delantal, que dejé en remojo’, porque yo tenía que ir a trabajar en un supermercado al otro día. Subí al caballo y en el camino ya me empecé a sentir mal. Llegué a mi domicilio y fui derecho al baño, vomitaba, se me retorcían las ‘tripas’, estaba débil, piernas, brazos, y hasta mi mentón, no podía casi hablar porque la lengua te queda dura. Me iba poniendo cada vez peor. Llamé a la vecina y le pedí ayuda y que por favor avise a don Martínez que yo estaba mal, que no iba a volver a trabajar. La mujer llamó al marido para que fuera en el caballo a avisar a Martínez, mientras tanto me dieron un té. Igual me acosté y me revolcaba de dolor”.
“Se bajó del auto, caminó y cayó”
“Don Martínez llegó a mi casa manejando su ‘renolcito’ (Renault 12) y él todavía no estaba mal. En eso el hijo de mi vecina, que almorzó con nosotros en el campo, también sintió dolores y vomitaba mucho, así que aprovechó para subir al auto. A mí me llevaron ‘abrazado’ desde casa hasta la calle, ya no podía caminar y lo peor era que empecé a perder la visión. Don Martínez manejaba y estaba bien, sin embargo al llegar a la altura del Acceso Oeste, antes de llegar a Villa Cabello, casi sobre el puente, sintió mareos y no podía ver. Nos empezó a faltar el aire y tuvimos que detener el auto. Don Martínez bajó del auto, caminó unos metros y cayó al lado de un árbol, luego me llevaron a mí. Los dos nos revolcábamos de dolor, babeábamos y vomitábamos. Llegó la Policía y les explicamos lo sucedido. De ahí me acuerdo hasta que me alzaron a la ambulancia, me desperté tres días después, internado en terapia. Nunca más volví a ver a mi amigo Martínez. Estuve muerto, cerca muy cerca de no regresar. El jueves me sacaron de terapia y así hasta el sábado que fui a una sala común”, recordó.
“Veo la vida muy distinta”
Miranda reconoció que tras esa experiencia tan cercana con la muerte “los días no son iguales, estoy más con mi hija y llamo casi todos los días a mi hijo. Amanezco con otro ánimo y veo la vida muy distinta”. Luego aseguró que “durante toda esa jornada no tuvimos contacto con ningún elemento tóxico que utilizábamos para plantas y animales”.
No obstante y tal como se publicó en su momento los resultados toxicológicos confirmaron que la sustancia que provocó el desenlace fatal fue un potente pesticida o plaguicida utilizado comúnmente en labores agrarias. Las otras tres víctimas intoxicadas fueron dadas de alta tras recuperarse. Para ellos, se trató de un milagro.