Ante la creciente pobreza en la que ingresan y ya viven muchos argentinos por un modelo económico que excluye, Misiones no escapa a la difícil situación en la que se ubican miles de personas que no logran cubrir sus necesidades básicas de supervivencia.
En estos tiempos donde un vecino, un amigo o conocido atraviesa necesidades, es donde más debe expresarse la solidaridad. Un valor que se sostiene a pesar de todo.
Ver a miles de voluntarios trabajar, sin pedir nada a cambio, con el fin de hacer la vida un poco más fácil para los que no lo consiguen por sí solos, debe llenarnos de orgullo.
Muchas veces, con brindar un poco del tiempo del que disponemos para realizar una tarea en la que sabemos desempeñarnos (o podemos aprender a hacerlo), basta para cambiarle el día a otros que necesitan de una ayuda.
Están los que exigen primero al Estado una solución, con críticas por la responsabilidad y la disposición de recursos y medios para atender masivamente a los más necesitados de asistencia. Claro que el Gobierno, desde cualquiera de sus organismos, es también responsable de trabajar para cambiar la triste realidad de millones de argentinos. Aunque muchas veces sea su accionar el que provoca la triste realidad a la que nos referimos.
Pero, mientras reacciona el aparato burocrático del Estado y la dirigencia política discute a quiénes ayudar, los ciudadanos que se sientan solidarios también pueden sumarse a una actividad que tenga como fin el bien común.
Cuanta más necesidad se registre en nuestras comunidades, mayor disposición solidaria, de más personas, se requerirá para evitar que las consecuencias de la crisis sean peores.