Muchos saben lo que es trabajar como vendedor en la calles de la ciudad, y es el caso de Juana Élida Sanabria (75) quien vende comida y chipas diariamente con alegría, amabilidad y simpatía hace más de 40 años. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, contó cómo es su día a día y lo mucho que le gusta lo que hace.
Juana vive en la chacra 227 y hace más de 40 años que se levanta diariamente “a las 3 de la mañana y comienzo a preparar las marineras y los sándwiches que salgo a vender”, aunque confesó que su nieta le dijo que siempre se levanta más temprano de lo que ella cree, “ya que, según ella, mi reloj está adelantado”, contó entre risas.
Ésa una característica de Juana, el buen humor, la amabilidad y así inicia sus días, poniendo buena predisposición y con alegría y agradecimiento “a Dios por todo lo que me da”, dice.
Con respecto a sus comidas, es una tarea que le gusta y comenzó hace muchos años “yo comencé trabajando en una chipería acá de Posadas y después me decidí por preparar también yo misma comida. Por eso cada noche dejo todo preparado para cuando me levanto a la madrugada, así ya paso las marineras por la harina y las frito, todo lo que llevo diariamente es fresquito, como les gusta a mis clientes”, contó.
Una vez que tiene sus alimentos listo, Juana carga todo en su carrito y para las 4.45 “ya estoy en la Transferencia, porque a esa hora ya comienza el movimiento. Ahí espero el colectivo y voy a la chipería a buscar las chipas frescas”. Y, desde las primeras horas, ya se instala en el Mercado de Villa Urquiza. “Ahí todos me conocen y ya me esperan, me prestan unos cajones y me instalo por unas dos o tres horas, porque como ya tengo mis clientes, todo se va enseguida”, explicó con respecto a la venta. En estos días “bajó un poco, mis clientes están de vacaciones, pero yo igual me voy a mi puesto, porque la gente espera la comida”, dijo.
Juana afirma ser una mujer “bendecida” porque “la gente que conozco me quiere y me regalan cosas, tengo unos clientes a los que todos los días les dejo la chipa y ellos me pagan los viernes, pero cada viernes acompañan el pago con regalos, me aprecian, y me miman y me atienden, igual que mis nietos, bisnietos y hasta tataranietos”, dijo.
Así como lo leyeron, Juana tiene una sola hija, pero ésta tiene 11 hijos “y todos me rodean, acá en mi casa viven casi todos. Además yo crié a mis sobrinos cuando mi hermano y su esposa fallecieron. Porque nací en Posadas, pero mis padres se separaron cuando era bebé y mi mamá se volvió a Paraguay, acá a Encarnación de donde era. Ambos volvieron a casarse y tuvieron hijos. El marido de mi mamá me reconoció y ellos tuvieron cuatro hijos. A los 18 años decidí que tenía que volver a Posadas y así lo hice, y nunca más me fui”, cuenta con una sonrisa, como en toda la entrevista.
Juana ya tiene 75 años, al consultarla por qué sigue trabajando fue clara “es lo que me gusta, mis nietos no quieren que yo siga vendiendo, me dicen que ellos me van a dar lo que necesite, pero yo tengo mis clientes y me encanta lo que hago”, indicó.
Diariamente almuerza en el comedor de PAMI “así puedo charlar con la gente, nos juntamos muchos ahí, y como tengo problemas de presión, ahí como más sano”, explicó. Dijo también que por las vacaciones “no estamos comiendo ahí, así que vuelvo más temprano a mi casa”. El colectivo es su medio de trasporte y el carrito su mochila para sus mercaderías, afirma que trabajará mientras le den las fuerzas.
La clave de todo es la alegría
“Muchas veces llego a la transferencia y está cerrada, así que me siento en un murito a esperar que abra mientras agito mis piernas. La alegría es parte de mí, nunca estoy de mal humor”.
Los sentimientos
“Quedé viuda hace 19 años, mi marido era un hombre bueno, pasamos por mucho juntos. Después de su fallecimiento no volví a pensar en rehacer mi vida, porque no encontraría alguien como él”.
Gran familia
“Gracias a Dios, vivo rodeada de mis nietos, mis bisnietos, incluso mi tataranieto, que tiene tres años. Ellos me cuidan y me miman. Me atienden. Tengo 11 nietos y todos ya están grandes”.
Unión familiar
Juana crió a dos de su sobrinos y a la mayoría de sus nietos. Ahora, todos la rodean, en su terreno que es grande, cada uno hizo su casita y todos conviven para tener cerca a Juana y atenderla.