Hola queridos amigos! La poesía: “Liberando al Ser” de la semana pasada, terminaba diciendo que sólo un paso quedaba para la tan mentada iluminación del hombre, luego de que se reconociera como el Ser divino que es al concientizar de que es “Yo Soy” quien está dentro de él y es el hecho de realizar dentro suyo de que así como es Uno con el Padre, también es Uno con todo lo por Dios Creado. Aquí los introduciré a uno de los temas más inquietantes y es la relación del mecanismo de los milagros y la manera de orar.
Todo comenzó cuando luego de que la cola de un tornado azotara mi ciudad unos días atrás y la lluvia torrencial continuara, por lo que mis espacios en los que estoy conectada a través de las redes sociales colapsaran de oraciones pidiendo a algo o a un ser localizado fuera de ellos mismos para que acabaran con las inclemencias del tiempo.
Definitivamente no me sonaba el tener que suplicar a nada que esté fuera de mí por la realización de un deseo sabiendo de que Yo Soy Uno con la Creación. Primero porque si realizo mi petición temerosa de que no suceda como lo he solicitado y sabiendo que el lenguaje del Universo es sentimiento, lo que me devolverá será más motivo para sentir temor y después me vino el recuerdo de la escena en la cual Jesús dormía plácidamente en la barca en medio de una tormenta que hacía peligrar la vida de todos los que en ella estaban y es despertado para que la apacigüe, pues sabían sus discípulos que Él tenía el poder para hacerlo. Pero digo yo, ¿por qué volver a mirar este hecho como un milagro más y no tratar de comprender su funcionamiento?, tal como a Él le gustaría que lo hagamos, pues si nos lo mostró es para que nosotros tratemos de entender con nuestra propia capacidad deductiva la manera en la cual funcionan las leyes de la naturaleza, de las cuales Él no se salía ni un milímetro, y no que alguien o una institución, por más encumbrada que ésta sea, lo haga por nosotros.
Observemos entonces cómo lo hizo, pues no la detuvo con las manos, ni soplando, ni ocupando ningún elemento; simplemente dio una orden de que ella se detenga.
Pues bien, sabiendo que sólo lo igual puede atraer lo igual, según la dirección que se imprima, también lo puede revertir, nos demostró que el proceso formativo de una tormenta, ciclón o huracán, es el mismo con que se los puede calmar y si esta es una orden salida de Aquel que sabe donde reside el Poder, que no es otro que el de tu divinidad reconocer, y para poder salir de este trabalenguas, volvamos a la “orden” y digamos lo que ella es y que no es otra que la manifestación del pensamiento en palabras, las cuales llevan la intención que guía a los elementos de la naturaleza que se conduzcan en la dirección por ellas dadas, más un sentimiento de superioridad ante ellos, ya que es debido a esto que (la tormenta en este caso) se subordinan a la intención, lo que nos lleva a comprender la naturaleza intrínseca de cualquier fenómeno acaecido en la naturaleza, al igual sucede que la naturaleza humana.
Queda así demostrado que el pensamiento de quienes tienen Poder, puede detener lo que el colectivo pensamiento humano supo hacer, ya que las aguas del planeta acumulan las emociones humanas, especialmente las del Atlántico Sur, que buscan depurarse produciendo cataclismos.
Acabo de darles una gran responsabilidad al entregarles este saber, ya que su misión ahora es minimizar las consecuencias de dichos fenómenos y como siempre por donde empezarán es con ustedes mismos tratando de controlar sus emociones negativas para su beneficio en primer lugar y para el del resto de la humanidad, pues ese sólo quehacer se irradia a alturas que desconocemos, por el simple hecho de ser Uno con todos y cuando se vean ante un cataclismo, por favor no teman, recuerden esta información y saquen a su mago interior reconociendo que es Dios quien está en ustedes por lo que es Él quien hará el milagro a través de su pensamiento-sentimiento.
Llamaremos a esta, lección Nº 1 de milagros, y como es obvio, sólo la práctica podrá demostrar si han aprendido correctamente la lección. Les deseo una exitosa práctica.
Colabora
Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora