Y ¿por qué es importante ser conscientes de estas estructuras? Porque no podemos ver lo que nuestro cerebro no conoce.
Un ejemplo: Si les pregunto cuántos tipos de blanco conocen ¿qué me responderían? Probablemente, la respuesta sería entre uno y tres si son muy observadores. ¿Saben cuántos tonos de blanco reconocen los esquimales? Treinta. Si no reconocieran esta variedad de blancos, su vida podría estar en peligro, por lo que su cerebro aprende. Ellos ven el blanco muy diferente a nosotros.
Y así nos pasa con todo en la vida, muchas veces esas estructuras nos condicionan de manera tal que no sabemos que no sabemos. Cuando conversamos con otra persona, además de esa conversación con el otro, simultáneamente llevamos a cabo una conversación interna limitada por esos juicios, creencias y valores. Conversamos internamente en base a lo que estas estructuras nos permiten.
Todo lo que pensamos y sentimos, lo importante para nosotros, nos compromete, por no decir que nos esclaviza cuando lo creemos. Esto detona acciones y genera los resultados que vivimos día a día, los cuales vuelven a crear juicios y creencias. Es un ciclo que puede ser guiado por nosotros al ser conscientes, o por nuestro entorno al no existir una consciencia. Por esto, muchos filósofos plantean que las palabras son “co-creadoras de nuestra realidad”. Gandhi decía: “Tal cual el hombre piensa, así es”. ¿Cómo son tus conversaciones internas -esas que se dan en tu cabeza-? ¿Son conversaciones constructivas? ¿Empáticas? ¿De víctimas? ¿De enojo? ¿De juicio hacia los demás? ¿Qué etiquetas nos estamos poniendo? ¿Con qué lentes estamos viendo el mundo? ¿Qué realidad están creando las palabras que estamos usando?
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Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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