Como consecuencia de una de las feroces tormentas registradas en octubre del año pasado, este gigante que desde hace cuatro años y medio reposaba en estado de abandono junto a su “mellizo” Roque Sáenz Peña, comenzó a sufrir el ingreso de agua a su estructura y permaneció semihundido casi cuatro meses, hasta que finalmente se pudo realizar el “operativo rescate”.
El perito naval misionero a cargo del trabajo, Valdemar Gómez Pereira, socio y jefe de operaciones de la empresa Litoral Buceo (radicada en Ituzaingó, Corrientes), había comentado a este diario que una vez que la nave esté “flotando por sus propios medios, quedará amarrada y segura hasta que se defina qué hacer con ella”.
Sin embargo advirtió que tanto el Ramos Mejía como el Sáenz Peña necesitan “una reparación urgente”, porque “el casco tiene un grado de deterioro avanzado y de hecho está casi en etapa terminal, no le quedan muchas opciones: hay que sacarlo a seco, reparar el casco y por lo menos la parte que va al agua hay que hacerla toda nueva. La estructura exterior no es tan necesaria y se podrá ir reparando y embelleciendo con el tiempo”.
Por su parte, Analía Colazo, presidente del Ferro Club del Nordeste Argentino, coincidió en que lamentablemente la histórica embarcación “no resistiría un nuevo hundimiento, ya se deterioró una parte importante”, por lo que, una vez que vuelva a flote esta semana, “se evaluará junto a Gestión Estratégica de la Provincia la forma de que esto no vuelva a ocurrir y tratar de repararlo”.