La niñez es esa etapa en la que creemos que los seres humanos aprendemos todo lo esencial para la vida entera: ¡qué mentira más grande! Nunca se termina de aprender, nunca sabés lo esencial y siempre lo terminás aprendiendo de verdad cuando la vida te expone a aprenderlo a las apuradas, inesperadamente, a veces sin preámbulo.
Cuando nacemos nos urge aprender a comer, caminar, hablar, ir al baño solo. Pareciera que la naturaleza en eso es más que sabia porque nos va enseñando uno a uno en el momento preciso. Luego vienen la primaria, la secundaria, la facultad y ¿las emociones y las formas de gestionarlas para cuándo? ¿Vieron? No nacemos sabiendo nada y algo que yo considero esencial para la vida lo vamos aprendiendo a medida que vivimos y por lo que sé aún no es una materia que se incluya en las currículas educacionales esto de gestionar nuestras emociones.
Ahora, la pregunta que quiero que reflexionemos hoy es: ¿en qué momento aprendimos que el castigo es necesario en nuestra humanidad?
Castigar viene del latín castigare, que en simples palabras significa instruir, poner en regla, pueden incluirse términos como separar del resto por reprimenda, por distinto, para hacerlo puro. Y aquí añado una pregunta más: ¿hacer puro según qué y quiénes?
Estoy segura que debe haber muchas respuestas en tu cabeza, yo aquí te invito a reflexionar en este sentido: Nunca perdemos, nunca erramos. Todo lo que vivimos aunque pensemos que nos equivocamos es una enseñanza.
¿Cómo vas a aprender las formas en que nos son indicadas sin errar? Todo es una lección en la vida, y todo el tiempo estamos frente a pruebas que nos enseñan y nos vuelven a enseñar una y otra vez.
Ahora bien, volviendo a la idea de niñez y el aprendizaje, los niños aprenden más con lo que ven que con lo que les dicen. Si les decimos que la mentira no está bien, pero les ocultamos nuestras emociones por ejemplo o en el peor de los casos realizamos promesas que no cumplimos estamos siendo incoherentes entre lo que decimos y hacemos.
La cuestión a verificar aquí es: si los niños aprenden lo que ven entonces habría que cuidarnos y ser mejores personas para poder influenciar de manera más saludable en los pequeños.
Los niños no son traviesos, los adultos son impacientes; los niños no son maleducados, imitan lo que viven. Castigar para que entiendan lo que está bien en vez de enseñar lo que debería ser una y otra vez hasta incorporarlo no creo que sea lo más adecuado. Imagínense a un adulto castigado para que aprenda, en la forma que sea, imagínense con una golpiza, ¿entendería?
No hay bueno ni malo, ni forma correcta, pero siempre es bueno reflexionar sobre lo que vivimos, para ser conscientes y protagonistas, no meras máquinas en automático repitiendo viejos patrones.
Colabora
Natalia de las Nieves
Coach y Terapeuta
Motivacional
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