Con la leyenda “Rodando por el mundo por los derechos de los animales” adherida a su bicicleta, Álvaro Pérez Ramírez (58), ya lleva recorridos 22 países llevando un mensaje de protección animal. Este norteamericano nacionalizado colombiano empezó su travesía en Quebec, Canadá, en julio de 2018, “mirando un poco a Gandhi, a la Madre Teresa de Calcuta, Martin Luter King, personas que dieron todo por el planeta sin pedir nada a cambio y sin recibir apoyo”.
Como médico veterinario “salí con el ideal de proteger el medio ambiente de los animales. Si bien tenemos a Greenpeace y una cantidad de ONG mundiales, ellas no cubren todos los países. No saben lo que pasa en Posadas, en Encarnación o en Ciudad del Este. Fue entonces que dije: ‘Iré de ciudad en ciudad para llevar un mensaje de protección animal, de no maltrato’”, relató a su paso por Posadas, listo para recorrer las principales rutas de la tierra colorada.
Y en medio de los preparativos, Greenpeace lo aceptó como voluntario. Es que “ellos tienen un proyecto serio de protección animal que es el que le entrego a todos los intendentes y gobernadores. Pero no voy a pedalear 180 kilómetros para ir a entregarlo a una persona que lo va a dejar debajo del escritorio. El funcionario debe darme el recibido”, contó y agregó que “es duro luchar con los elegidos, como yo llamo a los funcionarios. Pero esa fue la labor a lo largo y ancho de 22 países”.
Explicó que tras la entrega del documento, Greenpeace se ocupa de llamar a los dirigentes para consultar sobre la viabilidad del proyecto de protección animal que le dio el ciclista. “Y así realizan varias otras llamadas y si no tienen eco, vienen al país y solucionan el problema”, acotó. A su entender, los ciudadanos tienen muchas ganas de hacer cosas.
“Hay gente que tiene diez perritos y los mantiene con lo que sale de su bolsillo. Por ejemplo, en Encarnación, donde me quedé unos días, está Carlitos, el dueño de una bicicletería, que lo que gana con los arreglos alimenta a los perros, les cocina. Pero este proyecto no interesa mucho a los ‘elegidos’ porque no hay dinero ‘extra’ para quedarse”, sostuvo Pérez Ramírez, que ingresó a Posadas hace poco más de una semana por el puente internacional San Roque González de Santa Cruz.
Indicó que no en todos los países “te atienden bien. Lo peor son los países menos desarrollados. En algunos sitios recibí condecoraciones. Es muy llamativo el comportamiento. Es distinto en todos lados. Pero no quiero ser famoso sino que pongan en línea a los maltratadores de animales. Y ese día muero feliz, contento”.
“El hecho de ver que nadie defiende a los animales, que los países tuvieran distintos proyectos y que cada uno hiciera lo que le da la gana con ellos”, lo motivó a dejarlo todo y a salir. Es así que desde San Diego, California, Estados Unidos, subió hasta Quebec, donde “me regalaron una bicicleta, me dijeron que amarrara el morral y me fuera”.
Regresó a San Diego, California, bajó derecho, y en Colombia se le partió el marco del rodado. “Vivo del apoyo de la gente, de su voluntad. Estuve en Colombia como un año pero tuve que hacerlo como mochilero. En la Guajira colombiana unos árabes me regalaron una bicicleta de hierro pero era muy pesada y yo ya tenía la experiencia de manejar en carretera. Esta que tengo me la regaló el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y me está durando casi cinco años. Ahora aprovecho para poner en escuadra las alforjas. El problema de ellas es que llevo mucho peso entonces se me descuelgan”.
Y por esas cosas de la vida, “llegué a esta casa sin buscarla. La familia me hizo cruzar el puente internacional en el carrito, me invitaron a almorzar y Néstor es soldador y es lo que necesitaba para solucionar el problema con las alforjas”.
Confesó que la cantidad de atropellos, los maltratos, “me saturaron y se me acumularon en la cabeza junto a la soledad y a la depresión ocasionada por la muerte de mis padres”.
Como era propietario de un centro médico veterinario y un albergue canino, “venían y me decían mire doctor encontré a este en la calle, por favor cúrelo, que lo atropellaron y lo dejaron tirado. Todo eso se me acumuló en la cabeza y exploté. Y pensé: acá hay que hacer algo. Y antes de morir quiero hacer algo por estos animalitos que no tienen voz. Y mientras ellos no tengan voz, los humanos no se cansarán de escuchar la mía. Dije voy a salir a hacer una campaña o a gritar, pero sin manifestaciones, sin gases lacrimógenos”, expresó, mientras realizaba unos ajustes a su bici junto al dueño de la casa del barrio Lucero, de Posadas, en la que recibió albergue.
En las alforjas lleva una carpa, las herramientas de la bicicleta, unos repuestos, unos álbumes, y un botiquín de primeros auxilios caninos. Asegura que en ocasiones se lo puede ver con “una infinidad de perros sobre la bici. Los encuentro en la calle, los curo y después los entrego en adopción. Llevo las mochilas llenas de sueños y que la gente me entienda que no hay débiles ni poderosos sino que aquí en el planeta tierra todos somos iguales”.
Pérez Ramírez tiene en claro que lo suyo no es hacer turismo. Si bien conoció lugares históricos, sitios magníficos (Machu Picchu, Nazca, Salar de Uyuni), fue porque “los gobernantes de los distintos países me facilitaron, no porque tuviera dinero”.
Además al cicloviajero le resulta difícil disfrutar porque “cuando apenas llego me ocupo de buscar un sitio para descansar. Al otro día voy a la municipalidad, entrego el proyecto y me voy. Como los fines de semana no se encuentra a los funcionarios, me dedico a pedalear. No puedo parar mucho porque pierdo la calidad de pedaleo y después cuesta recuperar. El cuerpo ya sabe. Entonces parás y ya se complica”.
Hay días en que pedalee durante 300 kilómetros aunque lo regular son 120 a 140. “Cuando vengo de mal genio implica desestresarme pero todo depende de la topografía del terreno, del clima, y del estado de ánimo”, contó.
En esta oportunidad subirá hasta las cataratas, dará la vuelta, bajará y verá por dónde seguir. Ya había estado en Argentina pero “me faltaba hacer esta zona”. Después Greenpeace lo llevará a Polonia para dar continuidad a la misma campaña. En el viejo continente “me va a sorprender el frío, la cultura diferente, las costumbres, la gente. Voy a aprovechar unos días este calor latino para no extrañarlo mucho después. Estoy agradecido porque acá encontré gente buena que me trajo y dio alojamiento”.
Las puertas siempre abiertas
Rosy Ramírez y Néstor Negro hospedan a los cicloviajeros en su casa del barrio Lucero. Estiman que por el hogar ya pasaron más de 60 ciclistas de todas partes, con distintas anécdotas y costumbres, y la pareja está dispuesta a tenderles un mano. Por lo general los contactan por el boca a boca o por una página que se llama duchas calientes https://es.warmshowers.org/. “Si llegamos a ver los mensajes y están todavía por acá, le damos una mano. Hoy pasamos el puente porque Néstor compite en Montanbike en Encarnación y debía hacer reconocimiento del circuito. Cuando volvíamos, entramos a una bicicletería y nos encontramos con Álvaro”, relató la dueña de casa.
Su esposo identificó al cicloviajero por las cosas que traía como carga. “Me acerqué y por curiosidad le pregunté desde dónde venía, hacia dónde iba, y me dijo que su idea era cruzar a Posadas. Le comenté que no podía hacerlo sobre la bicicleta. Como teníamos un trailer con nuestra bicicleta, nos pidió si podíamos hacerlo pasar”.
Así fue que “lo trajimos, nos pusimos a hablar y terminó en casa donde le brindamos lo que está a nuestro alcance. Comida, descanso, hacer que pase un día tranquilo para que pueda seguir su viaje. No tenemos gran comodidad pero lo hacemos dentro de lo posible. Somos ciclistas y pensamos hacer lo mismo en algún momento. Si hoy ayudamos, mañana nos puede tocar lo mismo”.