Graciela Fornel (49) es una peluquera de Campo Ramón que, de acuerdo a lo que dicen quienes la conocen, se destaca por sus acciones solidarias. Días atrás comenzó a cortar el cabello de manera gratuita a los niños de la localidad que mañana comienzan el ciclo lectivo a raíz de una promesa que realizó, pidiendo a Dios por la resolución de un problema familiar. Tras el anuncio de la iniciativa, fueron numerosos los chicos que desfilaron por su local para empezar el primer día de clases de manera prolija. En realidad la convocatoria fue para los feriados del lunes y el martes, pero aseguran que esta trabajadora de las tijeras no despreciará cumplimentar la tarea en caso que alguno de los chicos aparezca fuera del calendario.
Aduce que la “lucecita” se encendió cuando en la zona abrieron un merendero y algunas mujeres de la zona coincidieron en que se podía poner manos a la obra para aportar a la causa de alguna manera. Hace unos tres meses su propuesta fue realizar cortes gratuitos para abuelos y niños que asistirán a clases, los lunes -día de descanso para los obreros del rubro-, de 15 a 18. Recordó que cuando “arrancó” el merendero “fui una tarde y se juntó bastante gente” pero que después se generaron malos entendidos entre algunos referentes. Y, como si fuera poco, “me quedé sin máquina de cortar el pelo. En casa estaba trabajando con una que no es de muy buena calidad. E hice una promesa, si conseguía una máquina iba a cortar el cabello gratis a los chicos”.
Pero mientras la idea iba madurando, surgió otro tema. Una situación difícil en el seno familiar. “Todos los días me pasaba rezando y rezando, y me planteaba qué es lo que podía hacer para que Dios me escuche, porque necesitamos de la sanación”, confió Graciela, mientras pensaba que “algo tengo que hacer”. Siempre regala ropa, rebaja los precios, “quiero que las mujeres puedan teñirse y a veces no me gano nada pero igual lo hago porque es algo que me nace”. En su interior, siguió con la idea de la promesa. Primero para agradecer que pudo conseguir la máquina, “que se me dio en un negocio que ocurrió de manera insólita, que si bien la tengo que pagar, es un precio razonable para una herramienta de trabajo”.
Un día se levantó temprano y dijo a su hija: “Estoy rezando por la cuestión que nos afecta y quiero que Dios me escuche… yo había prometido que iba a cortar el pelo a los chicos pero en lugar de ir al espacio del merendero puedo hacerlo acá. Pensé que me iba a retar, que me iba a decir: encima que no tenés un peso, vas a regalar tu trabajo. Pero ella me contestó: ‘buenísimo mamá’. Y eso me alegró un poco. Entonces decidí que el lunes y martes, por la mañana y por la tarde, iba a cortar el pelo a todos los chicos que necesiten ir a la escuela. Y quedó así”. Luego se comunicó con Lucas (Javier Turcheñuk) para que a través de las redes sociales haga una publicidad en la radio de Villa Bonita, “aunque no la escucho porque no tengo señal”. Le escribió que “pasara que voy a cortar el pelo lunes y martes. Él me contestó, me puso buenísimo, te felicito. Al rato me pasó la publicación. Y lloré. Empezamos a leer todo lo que la gente dice. Es tan chiquitito lo que quise hacer y se volvió tan grande”.
Graciela se concentra porque necesita lograr precisión en el corte. Pero al instante, se da vueltas y añade: “No sabes la emoción, las cosas que me dice la gente. A mi no me extraña mucho porque siempre hago cosas así pero esto me superó”.
El aviso rezaba: “Un gesto más que digno de destacar es el de Graciela Fornel, reconocida profesional de la peluquería de Campo Ramón, que tomó la iniciativa, en tiempos difíciles, de aportar su granito de arena ofreciendo los cortes de pelo a los alumnos del ciclo lectivo presente totalmente gratis. Si bien para cualquier profesional del rubro, ésta sería una oportunidad para acrecentar su ingreso, Graciela Fornel apuesta a colaborar con las familias que poseen varios hijos haciéndolo sin costo alguno”.
La campaña se hizo viral pero, como si fuera poco, “el sábado estaba cortando el cabello a una señora y me dice ¡nena, saliste en la tele! No, en la tele no, en el Facebook le corregí. No, me dijo, saliste en las pantallas del Canal 5, de Oberá”, contó, sin poder dimensionar la magnitud de su “campaña”. Y añade: “Hice lo que quiero hacer”.
Como ella misma la define, la suya, es una peluquería sencilla, modesta, porque “lo que tengo aquí se logró todo a pulmón. Por ejemplo, ese banquito y este otro mueble me lo hizo mi esposo en sus momentos libres como topógrafo”, explicó. Se recibió en 2009 en la Escuela 185 mientras ya realizaba algunos trabajos. Luego pasó por una academia y, más tarde, efectuó un curso en Posadas con el profesional “Monchy” Benítez. Y cuando empezó a trabajar de lleno, su esposo “me construyó esto (mostrando el local). Hice un paréntesis por un tiempo debido a problemas personales. Pero en junio pasado decidí retomar y estoy recuperando todos los clientes. No me puedo quejar. La gente está volviendo a mi peluquería y con lo que obtengo de los cortes, de a poco, me estoy comprando las cosas”.
Al referirse al “compromiso” que generó con los más pequeños, sostuvo que en el municipio hay muchos chicos y que vienen de todos los barrios. Durante una de las mañanas, vinieron apenas tres pero “estoy agradecida y me siento realizada porque siento que hice algo” de lo que había planificado.
Por momentos, su actividad está centrada en la peluquería. Después “veré si me inscribo para dar clases, teniendo en cuenta que el título que me otorgaron me avala para hacerlo. Además, servirá para que haya un ingreso más y para poder enseñar a otros lo que aprendí durante estos años, y lo que sigo aprendiendo diariamente”, agregó la mujer, mamá de Fernando, Mariana, Rodrigo, Guillermo y Julieta, quienes también colaboran con la causa cuando pueden y están cerca.
Se podría decir que la profesión que eligió Graciela, está hecha a su medida. Admite que si bien, como todos, “tengo miles de problemas trato de dejarlos afuera y poner buena cara”. Con sus clientes, habitualmente, “charlamos, nos reímos. Soy de hablar mucho, pero también de escuchar, de aconsejar y ayudar si es necesario. Es por eso que el promedio de tiempo que me demanda cada cabeza puede alcanzar la media hora”.