Tras un 2018 muy complicado y mientras Venezuela profundiza su crisis en el arranque de 2019, el programa “Arepa Viva” de asistencia y orientación a migrantes de ese país y la Congregación San Pedro de la Iglesia Luterana, que presta sus instalaciones en Garupá a dicha institución, presentaron en conjunto un proyecto más integral que ya logró financiamiento a través de la Iglesia Luterana Americana.
“Con esos fondos “afrontaremos los mismos objetivos, pero con atención más sistemática”, resumió el referente local José León Toro.
En concreto, enumeró, “vamos a remodelar el área de refugio (que actualmente funciona en Garupá) para albergar por 48 a 72 horas a todo el que llegue de paso y en situación difícil. Además, seguimos con todo lo que tiene que ver con la orientación en el proceso de radicación y hemos llegado a algunos acuerdos con (el Ministerio de Salud Pública) para resolver los problemas inmediatos que teníamos”.
La renovación del albergue “tendría que comenzar este mismo mes y estar habilitado a lo sumo a mitad de abril, con capacidad para entre 6 y 12 personas”, dijo.
Toro Mejía rescató como “fundamental la participación del pastor Ricardo Veira y la arquitecta Lilian Beck, ambos de la Iglesia Luterana” en la obtención de ese financiamiento externo.
A nivel laboral, admitió que “tenemos mucha lentitud para la inserción, porque la situación en general no esta fácil y a algunos que tienen estudios les cuesta ‘desmontarse’ para hacer cualquier actividad que no sea la suya, pero igualmente se nota una merma en la cantidad de desempleados dentro del grupo, claro que siempre en el circuito informal” sobre todo por la cuestión de documentos y permisos.
Por eso se mantienen los emprendimientos gastronómicos y de tecnología e incluso se han ido sumando otros grupos ligados actividades alimenticias y artesanales.
En la parte educativa, entretanto, “estamos ofreciendo ahora un ciclo de charlas en el Instituto Gutemberg de Posadas -y que también podemos extender a otras instituciones- sobre ‘Educación, Migración y Cultura’, donde mostramos el sistema educativo y la estructura cultural venezolana en comparación con la de acá, para que los maestros vayan comprendiendo los perfiles de los niños que se van insertando y poder así monitorear de forma adecuada su inclusión y su integración”, anunció.
Dentro del mismo proyecto se trabaja también en un “programa de sensibilización” con profesionales venezolanos que cuentan sus experiencias, por ahora en el Gutemberg.
En expansión
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Toro reveló también a PRIMERA EDICIÓN que el programa a su cargo no se circunscribe ya a Garupá y Posadas, sino que está atendiendo en toda la franja entre Ituzaingó (Corrientes) y Puerto Iguazú. Incluso en la ciudad de las Cataratas abrieron un punto de asesoramiento fijo, teniendo en cuenta que allí “tenemos un grupo importante: 114 personas en dos grupos”.
Ahora “desde ‘Arepa Viva’ estamos abordando la posibilidad de elaborar un mapeo de la inmigración venezolana en toda la región, para identificar las debilidades de los grupos en cada lugar y ver cómo podemos asistirlos”, adelantó.
En toda Misiones se mantiene entre 350 y 400 personas la cifra total de migrantes venezolanos, de las cuales unas 125 pasaron por el refugio de Garupá. De éstas, Toro calculó que “un 30% o 40% migró o está por migrar a ciudades más grandes como Córdoba, Santa Fe y otros, que ofrecen otras posibilidades laborales; pero la mayoría sigue quedando en la zona”.
En cualquier caso, “acá todavía somos bastantes invisibles en lo que hace a inserción en la sociedad misionera, no así como en Buenos Aires y otros lugares donde ya se ha institucionalizado el ‘pana’, el ‘chévere’ y el acento venezolano”.