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Ésta es una ciudad joven, que todavía conserva a muchas de las personas que la vieron nacer y crecer. Muchos son reconocidos por los historiadores que plasman en el papel y dejan para la posteridad los nombres de los pioneros. Otros quedaron en el olvido por no haber estado en un lugar de consulta, o porque los que debían buscarlos no lo hicieron. Pero no por no estar en las tintas, dejan de ser importantes. Son también parte de la historia y tienen mucho para contar sobre cómo se formó San Vicente. Juan Ramón Benítez (59) vive desde los dos años en la Capital de la Madera, narró cómo vio crecer a su ciudad y reclamó el reconocimiento a esas personas olvidadas por el sistema.
Llegó junto a su papá, Rosario Benítez, y a su mamá, Ramona Rolón, a principios de 1962, con apenas dos años, y toda su vida se desenvolvió aquí.
Dijo que desde chico vio que esta ciudad tenía futuro de grandeza. “Era chiquito y vivíamos en la chacra, a pocos kilómetros de El Cruce, pero íbamos a la escuela en el centro del pueblo, la Escuela 453 “Sierra Grande” y veíamos como todos los días llegaban familias. Y todos venían para trabajar con la madera. Acá había dos empresas privadas que marcaron el crecimiento de la zona. Una era la empresa Ortmann y Tejeda, en lo que hoy es el centro de San Vicente y, la otra, Fontana, en el kilómetro 1.274”.
Añadió que estas dos empresas fueron las que motorizaron el crecimiento para que esto sea ciudad. También estaba “el emprendimiento de la provincia, como se lo llamaba antes, y que es el IPS (la reforestación del Instituto de Previsión Social). Todos los días llegaban familias para radicarse acá y veían que tenía futuro. Desde la segunda mitad de la década del 60 no paró de crecer. Creo y veo que todavía no paró de crecer”.
Padre de ocho hijos, Juan Ramón fue un chico que no le escapó al trabajo. Desde muy chico su padre, de profesión afilador de sierras, lo llevó a trabajar a los aserraderos.
De grande, incursionó en otras profesiones y ahora es trabajador de medios de comunicación. Tiene una radio que difunde cultura. “Trabajé desde chiquito. Mi padre era afilador en un aserradero y me llevaba a hacer changas y ahí aprendí a trabajar en aserradero, también fui albañil y trabajé en otros rubros. Siempre me gustó el gremialismo, con lo que logramos traer una delegación de lo que hoy es Ministerio de Trabajo. Después, por razones políticas, desarmaron esa delegación y me quedé sin trabajo. La necesidad me llevó a trabajar en la radio. Mi amigo Luis Benítez me invitó a Radio Libertad, que fue la primera FM de la Zona Centro de la provincia. Ahí le agarré el gusto a trabajar en los medios y hace más de veinte años me dedico a esto. Primero, porque es mi medio de vida y, segundo, porque me gusta, me apasiona la radio. Desde chico siempre escuché radio con mi familia.
Hoy, si me dan a elegir entre mirar un partido de fútbol o escucharlo por radio, elijo la radio. Me gusta el deporte y ese fue el espacio que siempre cubrí. Ahora tengo mi propia radio y me permite vivir”.
Esa vocación de trabajador de medios lo llevó a tener un modo distinto de ver la realidad. Y hoy cuenta cómo palpó el crecimiento de San Vicente desde su propia perspectiva. “La madera nativa tuvo su auge allá por las décadas del 70 y 80, pero luego la colonia impuso su marca. Primero venía gente a trabajar en los obrajes. Se sacaba mucha madera pero se llevaba a otros lados. En la década del 70 ya comenzaron a proliferar aserraderos y en la del 80 fue nuestra fortaleza. Por eso se llama Capital Nacional de la Madera. Ahora vemos cómo la madera nativa no es el producto que fue entonces, pero sí tenemos una colonia muy fuerte que dio paso a la producción del tabaco, la yerba y el té. Hoy esas cuatro actividades son los principales soportes de la economía sanvicentina.
Y creo que no para de crecer porque las familias se siguen afincando en San Vicente y nuestros hijos se quedan acá y creo que suman más que las familias que por ahí se van a otros lados”, reseñó.
San Vicente fue un polo receptor de migraciones de otros países y de otros municipios de Misiones. “Se pobló con familias que venían desde Paraguay y de Brasil. Muchos de los paraguayos que venían lo hacían para incorporarse como empleados en las industrias madereras, mientras que los brasileños buscaban ser colonos, por lo menos en la mayoría de los casos que uno veía”, expresó.
Luego vinieron familias de otros pueblos de Misiones “que vieron a este pueblo pujante como una alternativa de vida y se afincaron acá en las colonias y en la zona urbana. También llegaron muchos docentes de otras provincias, principalmente de Corrientes. Así se formó San Vicente”, agregó.
“Me interesa que la gente sea reconocida por lo que hace y lo que hizo”, insistió. Y comentó que hace unos años hicieron un concurso en los barrios San Roque y Progreso por el nombre que debía llevar la calle principal que divide a esos dos poblados. Pusieron en consideración siete u ocho y el elegido fue el de Rosario Benítez, su padre.
Ese nombre fue instaurado por ordenanza, es un orgullo para la familia de Juan Ramón y un reconocimiento para una persona que un día reunió a su familia y tomó la decisión de vivir en San Vicente.
“Él y mi madre llegaron con un hijo, que soy yo, y luego tuvieron siete más. Es una familia más de las tantas que vinieron a San Vicente, dieron todo lo que tenían y se quedaron para siempre. De los hijos, algunos nos quedamos acá y otros se fueron buscando nuevas alternativas. Así fue en todas las familias que llegaron con un sueño y hoy ven a San Vicente como una ciudad con muchas expectativas”.
Juan Ramón también se desempeñó para la comunidad donde vivió. “Toda mi vida trabajé con el deporte y particularmente con los chicos y jóvenes. Traté que siempre tengan un lugar para practicar, principalmente fútbol, que era lo más corriente en la zona. También me interesé por la cultura y por la gente. Siempre viví en la zona de barrio y traté de hacer cosas para mejorar la calidad de vida de los vecinos. Lo sigo haciendo, pero dando apoyo desde el medio de comunicación que tengo. Hay otra gente más joven y con mucha capacidad que sigue haciendo cosas y a ellos los apoyo”, concluyó, quien entre sus actividades se involucró en la construcción de la Escuela 831 y el CEP 28, del barrio San Roque González.