Tal y como se escribió infinidad de veces en esta misma columna, aquellos que venían a cambiar el paradigma no sólo no cambiaron un ápice sino que además se copian fracasadas fórmulas del pasado.
Una vez más el plan del Gobierno encabezado por Mauricio Macri dejó al descubierto la necedad del mal llamado “mejor equipo de los últimos cincuenta años” aunque, producto de las impericias internas, ya no quede ninguno de sus componentes originales.
Primero un video que nada tuvo de “casero” ni informal, todo lo contrario. Pero poco efecto puede tener un paquete multimedial de ese tipo en una sociedad que desconfía de todo lo que venga del poder político. Luego el sinsabor de una conferencia de prensa, a la que faltó Macri, en la que sólo pudieron preguntar periodistas y medios que en poco y nada comprometen a los entrevistados.
Al final del día lo que queda es la certeza de que estamos a la deriva y que nadie timonea el barco, o que en todo el caso el timonel es en realidad un teórico que poco entiende de teoría y que jamás hizo la práctica.
Ya no sólo mienten a la sociedad, incluso se mienten entre ellos, pero poco les importa. Sin ir más lejos la semana pasada en su paso por el Congreso el jefe de Gabinete Marcos Peña, tras protagonizar un vergonzoso ida y vuelta de campaña con la bancada kirchnerista, aseguró que el control de precios no era propio de su Gobierno y que eso, contrariamente a los rumores, no formaría parte de los anuncios realizados ayer.
Es tan desesperante la realidad de Cambiemos que hasta sus propios alfiles salen al paso de sus líderes, tal y como sucedió con el diputado saliente Nicolás Massot que le enrostró a Peña la pobreza reinante.
Ahora apuestan al control de precios, una fórmula que ya vimos y que entendimos jamás dio resultados. Macri vuelve sobre sus pasos, destruye su propia lógica, copia al pasado y se “cristiniza” sin sonrojarse ni un poco.