Jorge Alberto Fontana tiene en su casa de Jardín América un proyector de cine que data de la época en que este municipio albergaba al séptimo arte. Lo guarda de recuerdo, como una verdadera reliquia, una pieza de museo, que cobija innumerables recuerdos y por estos días lo sacó al patio para restaurarla.
Para Fontana, éste no es un elemento meramente decorativo. “Este proyector apareció en Jardín América cuando los hermanos (Antonio y Mario) Kringer armaron su cine sobre la calle Venezuela de la localidad. Eran de alta gama y se compraban en ciudades como Rosario o Buenos Aires. Era automático porque el sistema de los carbones positivos y negativos se regulaba automáticamente, no manualmente. Era como si fuera una soldadura eléctrica que esté prendiendo con dos carbones positivos y negativos y genere esa luz muy potente”, dijo al tiempo que recordó que con el “modernismo” aparecieron lámparas, pero no daban la luminosidad que otorgaba el carbón.
Consideró que para la época, era un proyector de avanzada. Comentó que desde Posadas llegó a la localidad en 1967, y que el cine ya estaba en marcha.
Quizás desde tres o cuatro años antes. Después lo compró su padre, Juan, a otros dueños “porque esto se fue vendiendo. Él lo adquirió al señor Iglesias, que era de colonia Los Teales, a quien ya había vendido Jorge Machón. A papá le gustaba el cine y el comercio. Esos tiempos eran las épocas de oro del cine”.
Comentó que su padre venía con cierta experiencia que había adquirido durante los cinco años que vivió en Santo Pipó, que era un pueblo moderno porque en la época del 40 y 50 ya contaba con teléfono de línea. Además, tenía un teatro con acústica, construido de material con paredes de 30, que se fue heredando, vendiendo y se fue perdiendo.
“La verdad que ser operador de un proyector de cine resultaba interesante. Si sabías manejar eso seguro tenías mucho trabajo en los grandes cines de Buenos Aires. Hubo quienes aprendieron en Jardín América y trabajaron por mucho tiempo en Posadas, como los hermanos Arrieta, que fueron los primeros que manejaron esos proyectores cuando ya estaban los Kringer”, manifestó.
Para Fontana, el cine era el lugar donde la gente se juntaba, y después iba a consumir a algún restaurante. Era más social que la televisión. La película se lanzaba alrededor de las 21 pero “en esos tiempos había una propaladora o el mismo cine tenía su sonido con parlante y antes del inicio de la función se tocaba la famosa marcha de la banda de sonido de la película ‘El puente sobre el río Kwai’. Con ese filme se inauguró el cine en Jardín América. Eso se reproducía un ratito antes para que la gente sepa que la función estaba por comenzar. Esa era la música característica”, recordó, con cierta nostalgia.
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Expresó que hay muchos cines que quedaron en el abandono porque a la cinematografía le tocaron años muy duros cuando apareció la televisión. “Fue ahí cuando se cerraron muchas salas en Misiones, en Buenos Aires. Recuerdo que se habían cerrado unas 3 mil. La televisión los diezmó. Son cosas distintas. El cine era social. Y para mí la televisión es antisocial porque si estás en tu casa mirás un programa sólo para vos, si otro quiere ver, imposible. El cine era donde te encontrabas con los amigos, con la familia, la novia. Hermoso. Reúne muy lindas historias”, narró.
Comentan quienes conocen del tema, que un intento final se produjo en 1998, en la sede del Club Jardín, y duró un mes. Es que las películas eran traídas desde Buenos Aires y a costos elevados, que no se justificaban con la escasa concurrencia de espectadores.