En todo el país la lucha contra las adicciones cada vez es más intensa, en un contexto atravesado por la marginalidad y la delincuencia. Hace poco tiempo comenzó el trabajo en la ciudad capitalina de un grupo de voluntarias pertenecientes al movimiento nacional “Ni Un Pibe Menos por la Droga”, quienes día a día intentan brindar herramientas de prevención y generar una red de contención para quienes buscan una mejor calidad de vida.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN una de las voluntarias del grupo, Lorena Ferreyra, contó que “comenzamos nuestra labor en la capital provincial en el barrio Néstor Kirchner hace aproximadamente un año y medio. Tomamos una zona un tanto abandonada para comenzar las actividades. Yo vivo en este barrio y cuando nos mudamos acá no había ni colectivos. Los chicos aún no cuentan con una escuela secundaria propia. Es un área muy precaria donde no se realizaban actividades de ningún tipo porque no teníamos ni plazas. Empezamos a dar una pelea para brindar a los chicos charlas y organizar torneos deportivos a través de los cuales llegamos a muchos jóvenes junto a sus familias”.
En cuanto a sus objetivos, añadió que “nuestra labor va por el lado de la prevención y tenemos un contacto permanente en los barrios. Nuestros ejes son el deporte, la cultura y la educación. Cuando iniciamos tuvimos la ayuda del padre Barros ante la preocupación por la presencia de las drogas en los barrios y una presencia casi nula de políticas públicas al respecto. Además, tenemos un contacto directo con los merenderos barriales, a través de los cuales se dan charlas a los chicos que asisten”.
Ferreyra detalló que “constantemente vamos a los barrios San Lorenzo, A-4, Los Paraísos, Santa Rita, entre otros lugares, donde la droga es un problema presente. Lo que notamos es que hay chicos que consumen desde muy pequeños, desde los 7 años inclusive, donde sus primeros pasos se dan en las ‘juntadas’. No sólo encontramos situaciones relacionadas con la droga sino también con el alcohol y rodeados de mucha violencia en su hogares. Ante ese contexto peleamos por un espacio de contención donde los chicos puedan estar tranquilos”.
En todo el país el panorama no resulta para nada alentador. “Desde el movimiento nacional Ni Un Pibe Menos por la Droga peleamos por una ‘Ley de Emergencia por Adicciones’, que es un proyecto que se presentó el año pasado en el Congreso y hasta el momento no tuvimos respuestas. Eso resulta necesario porque vivimos un contexto grave, con la presencia incluso de consumo de paco, que llegó hasta Posadas en los puntos más agitados como A-4 y A 3-2. La gran cantidad de chicos en el consumo de drogas termina agravando la delincuencia”, remarcó.
Sobre las situaciones con las que lidian como voluntarias, Lorena Ferreyra señaló que “encontramos madres que cuentan cómo han tenido que atar a sus hijos a una silla para que no salgan a robar, porque tenían miedo que los terminen matando. Son mujeres que se sienten violentadas además al ser tomadas como ‘malas madres’ pero la realidad es que no sabemos qué viven en esa familia. El gran problema es en el caso de aquellos que ya son mayores de edad, donde si la persona no reconoce primero que está enferma nadie la puede ayudar. También nos advirtieron en varias oportunidades que no nos metamos en esto porque con el tema de la droga podemos terminar mal. Fueron amenazas muy fuertes que terminamos denunciando a la Policía en varias oportunidades”.
Sucede que estos jóvenes “al no tener un plato de comida en su casa les resulta más fácil quedarse en las esquinas y fumarse entre todos un ‘faso’ para luego perderse de esa triste realidad en la que viven. Muchos directamente no van a la escuela o lo hacen y son discriminados por el contexto de donde provienen. En una charla en una escuela del barrio San Isidro una docente nos contó que lo primero que los chicos esperan es el desayuno y hasta que no se lo dan ellos están como dormidos, no prestan atención y no aprenden”, relató.
Respecto a cómo proceder al encontrarse con familias que atraviesan la problemática de las drogas, Lorena Ferreyra aclaró que “cuando se nos acerca una madre que está pasando esta situación de tener un hijo en las drogas lo primero que hacemos es escuchar y no juzgar, porque se sienten culpables ya que la propia sociedad las señala como irresponsables. Les tendemos una mano y buscamos la contención de otros padres que están pasando lo mismo, que pueden hablar y ver qué hacer. En los casos que ya no podemos solucionar hemos tenido que buscar ayuda y hablar por ejemplo con otras instituciones”.