Hablar de “El Polaquito” en cine es referirse a la película que narra la cruda historia de un menor en situación de calle. En el espectro musical, el apodo retrotrae claramente al emblemático cantante de cumbia. En Villa Cabello, en cambio, no existen las ambigüedades: “El Polaquito” es uno solo y se llama Franco Aníbal Cabrera.
El jugador es emblema del barrio y de la superación del futbolista posadeño que lucha contra las adversidades para cumplir el sueño con la pelota. “El Polaquito”, el posadeño, el del fútbol, el nuestro, hoy es bandera y referente, casi un prócer de los mejores años que el fútbol de Misiones vivió en la época contemporánea.
Como todo aquel trotamundos del fútbol, Cabrera es también protagonista de una de esas historias que no pueden pasar desapercibidas. La prueba en Newell’s y el sueño del pibe. Un pase a Italia frustrado y el abandono temporal para dedicarse, por obligación, a la construcción. El regreso y la gloria ante los suyos. El temor ante los barras armados que exigen resultados. Todo un pasado que vale la pena recordar. Y el presente del volante, en el club de sus amores y jugando al lado de su hermano.
De lo bueno y de lo malo. De esas páginas es que se nutre la historia de Franco “El Polaquito” Cabrera, quien compartió cada una de esas pequeñas pero grandes historias, en un mano a mano imperdible con EL DEPORTIVO. ¡Que viva el fútbol!.
Franco, ¿cuál fue tu primer club?
Yo nací y me crié en Villa Cabello, en la chacra 147. Ahí empecé a jugar en Sol de Oro, en la categoría 1984. De ahí pasé Obras Sanitarias, donde jugaban todos los de Apos. Y después hice inferiores en Atlético Posadas. Jugué ahí hasta Reserva, porque no me quería fichar. Mi objetivo era irme a jugar a otro lado. Y cuando tenía 14 años, me llegó la oportunidad en Newell’s Old Boys.
¿Cómo llegó esa chance?
Un grupo de amigos armó una prueba con Newell’s en la cancha de la Escuela de Policía. Fuimos con Guillermo Dolberg y Hugo Barreto. El sábado fue una primera prueba y ahí eligieron a 5 o 6 para que regresemos al otro día, pero ese domingo llovió, así que se suspendió todo. Y pasó que en la semana cayeron en casa los de Newell’s y me dijeron que había quedado, ya habían traído todos los papeles. Yo primero pensé que querían que vaya a Rosario para una nueva prueba, pero no, ya me querían fichar. Fue una sorpresa, el sueño del pibe.
Y te fuiste a Rosario…
Estuve casi tres años. Llegué hasta la Cuarta División de AFA, pero había problemas con la pensión, los responsables no se hacían cargo, así que me volví. Me llamaron y me pidieron que regrese, lo hice, pero todo seguía igual. Y yo no tenía para pagar un lugar donde vivir. Tuve que volver a Posadas.
En esa etapa, ¿compartiste pensión con algún jugador que luego llegó a Primera?
Sí, ahí conmigo estaban Beluschi, el flaco Spolli y Nacho Scocco, que ya en esa época era un jugador que marcaba diferencias. También compartí con Nery Cardozo, que había llegado de Godoy Cruz pero López, por ese entonces presidente de Newell’s, no sé por qué nunca lo compró. Después se terminó yendo a Boca, donde ganó todo…
¿Alguna anécdota de esa etapa?
Sí, muchas (se ríe). Por ejemplo, Neri Cardozo tenía una dificultad en el habla, le costaba. Y como yo era uno de los más grandes en la pensión, siempre me pedían que ayude a integrar a los nuevos. A Neri, al principio, le teníamos consideración por ese problema, pero después ¡lo teníamos cagando! Era muy bravo. Le costaba hablar pero era vago, muy vago, jugaba muy bien, pero no le gustaba entrenar, se quería ir todo el tiempo a Mendoza… Era un crack y en Boca hasta terminó jugando en las selecciones juveniles. Es un buen pibe.
¿Qué pasó luego de Newell’s?
Me volví a Posadas y ahí, con un representante de Mar del Plata, surgió la posibilidad de ir al Torino de Italia. Estuve entrenando para eso, hasta hice el pasaporte. Estaba todo listo, pero hubo problemas con la visa y todo quedó en la nada. Y eso me dejó frustrado, no quería jugar más. Estuve casi dos años sin entrenar, sin club. Me dedicaba a la construcción en seco con mi hermano. Te cuento… trabajé en la construcción del cielorraso del Palacio de Justicia y del barrio Terrazas de Itaembé Miní, por darte unos ejemplos. Había que trabajar…
¿Y cómo saliste de ese pozo?
No fue fácil. Justo ahí Crucero del Norte empezaba y había ganado la Liga Posadeña. Me invitaron a entrenar con Fulgencio Alfonso, el DT, que vivía cerca de casa. Eso fue en 2003 o 2004. Y ahí empecé a entrenar con ellos. Crucero ascendió al Federal B y, bueno, me integré en el plantel y me mantuve hasta que llegamos a la B Nacional.
¿Cuántos ascensos tenés con Crucero del Norte?
Me tocó ascender del Federal B al A y después a la B Nacional. Fue una experiencia muy linda. Fue involidable, recorrimos el país jugando en un montón de canchas y ascendimos a la B Nacional, que fue lo más alto que jugué. Fue, sin dudas, lo más lindo que me pasó en el fútbol.
Allí seguro enfrentaste a muchos grosos del fútbol nacional…
Sí, pude jugar contra equipos de Primera como Rosario Central o Gimnasia de La Plata. Con Instituto, por ejemplo, me tocó jugar contra Raúl Damiani, que estaba en Newell’s cuando yo hacía inferiores. Y justo en ese partido los dos fuimos capitanes, así que esa foto la tengo bien guardada. Fueron muchas experiencias lindas, pude jugar contra Nacho Fernández, Jesús Méndez, toda esa camada de jugadores importantes.
Miles de anécdotas…
Hay un montón. Una vez, en La Plata, contra Gimnasia, perdimos 5-0. Y antes que termine el partido, le pedí a Franco Mussis para cambiar la camiseta. “Voy a tratar de no tirarme al piso ni nada, porque esta se moja y se despinta”, le dije, porque no sé por qué, pero la tela de la nuestra era muy mala. Y él se mataba de risa. Y terminó el partido, fue al vestuario y me la cambió. Muy buena onda.
Sos volante, así que habrás recibido mucha ‘leña’… ¿Cuál fue la patada más dura que te dieron?
La más dura fue acá en Crucero contra Central. Jesús Méndez, viste que no tenía mucho los patitos en fila. Fue en una pelota dividida, él fue fuerte y yo llegué antes. Se tiró de atrás y me metió. Pero bueno, esa era su característica de juego.
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¿Y el gol más lindo que hiciste?
Uno de los más lindos fue jugando el Federal B para Crucero, de tiro libre, ante Boca Unidos. Después hice uno parecido con Sol de América, ante Juventud Antoniana. Fueron dos goles muy lindos.
¿Qué pasó en Crucero? ¿Por qué te fuiste?
Tuve una lesión y me tocó jugar poco, ir al banco. Ahí tuve un problema con la gente que manejaba el fútbol del club, me buscaron la vuelta y me tocó irme. Me fui a Sol de América de Formosa, un club humilde, muy de abajo, pero que tenía ganas de ascender y armó un equipazo. Ahí estaba con Julio Gaona, Mariano Medrano y Germán Gamarra. No tuvimos suerte…
Y de ahí a un grande, Chaco For Ever…
Sí, aparte un club ordenado desde lo dirigencial y económico, el presidente Héctor Gómez, una excelente persona, para sacarse el sombrero. Fue otra linda experiencia. Y ojo que no es fácil: tiene mucha hinchada y, cuando te va mal, te lo hacen sentir. Tuvimos una racha con Pedro Dechat como DT en la que no nos iba nada bien, creo que de diez partidos habíamos ganado solo uno. Y entre siete y ocho barras nos cayeron al entrenamiento. Eran bien bravos y estaban armados, tenían chumbos y todo. Convocaron al capitán, al subcapitán, a algunos referentes del plantel y a algunos chicos. Querían saber qué pasaba, si había problemas con el técnico, con la dirigencia o entre nosotros, porque ellos veían que la cosa no estaba bien. Hablaron bien, pero te asustaba un poco porque te mostraban que estaban armados. A mí nunca me había pasado. Y encima parece mentira, pero después de eso, empezamos a levantar.
Y de vuelta a Crucero…
Regresé de Chaco y estaba hablando con la gente de Guaraní, pero entonces me llamó Dardo Romero (jugador del club) y me dijo que había un posibilidad. Y terminé volviendo, arrancado de cero, porque “Chulo” Rivoira, el DT, no me conocía. Y me gané mi lugar, terminé jugando hasta el último torneo y llegué a ser capitán de nuevo, pero por otro problema con lo dirigencia, me terminé yendo de vuelta.
¿Por qué Atlético Posadas?
Primero que nada, porque tengo acá a mi hermano, Rodrigo, que hace mucho está en El Deca y me consiguió esta posibilidad. Y después porque yo también tenía el sueño de jugar acá en Primera. Tengo 35 años y este año finalmente pude debutar en la Primera de la Liga Posadeña, y fue con Atlético Posadas. Fue un sueño cumplido. Y pude hacerlo compartiendo el mediocampo con mi hermano.
¿Soñás con ver a Atlético en algún Torneo Federal?
Sí, desde que vine les dije a todos que quiero salir campeón y, si se da la chance, jugar el Torneo Regional Amateur. Creo que se puede, tenemos un buen equipo, buen plantel y gente que está trabajando en serio.
¿Sos hincha de Atlético?
(Se ríe) Desde chico jugué un montón de partidos de la antigüa liga de fútbol infantil, la Lidai, con esta camiseta y siempre veníamos a ver a El Deca. Y uno se va encariñando con el club. Después me tocó jugar en otros clubes, como en Crucero, con el que también simpaticé mucho, pero bueno, siempre tenía el sueño y decía que iba a volver a Atlético Posadas. Así que lo estoy disfrutando, ojalá podamos ganar un torneo.
¿Hay cuerda para rato o ya pensás en el retiro?
Y ya tengo 35 años. La idea es retirarme acá. Cuando vea que no me dan más las piernas y no puedo estar a la altura de los chicos, si tengo que dar un paso al costado para darle lugar a ellos, así será.
¿Qué significa el fútbol para vos?
El fútbol es todo, me dio todo y hasta el día de hoy vivo de lo que es el fútbol. Todo lo que tengo, lo conseguí gracias a este deporte, hasta a mi señora la conocí gracias al fútbol. Tengo mis hijos que aman la pelota. El fútbol es mi vida.