“Cada canción nuestra cuenta algo y lo tomamos como una obra de arte porque cada una suena de manera única. Sería imposible elegir una”, dijeron sus integrantes en una charla íntima con Ko´ape.
En efecto, el nombre de la banda también tiene su razón de ser: “Sangre tiene que ver con el ADN de cada uno. Las ascendencias, los parentescos: todo eso se mezcla en las canciones porque cada uno intenta demostrar quién es y de dónde viene”, explicó uno de sus integrantes.
“Tierra tiene que ver con lo que traemos culturalmente y con el lugar en el que estamos: Misiones y su crisol de razas, historias y colores. Yo creo que de acá tiene que salir la música más linda, porque el lugar es muy lindo”.
Sangre y Tierra está conformado por Samanta Martínez (voz), Javier Fernández (batería), Ezequiel Dallabrida (bajo) y Marcos Falcón (guitarra eléctrica). Juntos, interpretan folclore fusión, creando canciones propias que se mueven continuamente entre el rock y el folclore. “Nosotros probamos, si suena en la mente de alguien es porque existe”, explicó Samantha.
Samantha y Javier comenzaron con el nombre “Sangre y Tierra” en el 2014. “Antes teníamos otra banda, pero se desintegró y quedamos nosotros dos solos”, aclaró Javier. “El problema es que con la batería no podía componer música, entonces conseguí una guitarra y saqué las notas básicas. Así empezamos a armar nuestras canciones”, contó el baterista.
Dos años después se incorporaron Marcos y Ezequiel, dos amigos de Campo Viera que se mudaron a Posadas con la idea de hacer música. “Allá en el interior era más difícil, teníamos una banda pero era más un hobbie, y nosotros queríamos dedicarnos seriamente a esto”, dijo Marcos. Por eso, comenzaron a estudiar en la escuela de música y, al año siguiente, conocieron a Javier y Samantha.
“Siempre lo veía a Marcos en los recitales”, contó Javier. Cuando el baterista se enteró que Marcos tocaba la guitarra eléctrica, le propuso probar en Sangre y Tierra. Al comienzo, el joven se mostró escéptico: “Pero mirá que yo toco rock and roll” le dijo. Sin embargo, lo intentaron y “cuando vino a tocar y vi lo que podía hacer con esa guitarra poderosa me gustó mucho”, dijo Javier.
Convivir con la música
Los integrantes de Sangre y Tierra comenzaron a convivir hace dos años. La idea de vivir en una misma casa fue porque “prácticamente era lo mismo porque ellos alquilaban en otro lado pero vivían acá”, contó Javier quien ya había tenido una experiencia de vivir en grupo al estar dos años en un Comunidad Terapéutica.
“Tampoco fue tan fácil, yo sólo cuento la historia linda”, dijo el baterista riéndose.“Pusimos reglas generales, y con el tiempo fuimos puliendo la relación”, agregó.
La ventaja de vivir juntos es que, como cada uno tiene sus horarios, no hay un tiempo u horario fijo
para componer. “La inspiración llega en cualquier momento, y cuando llega hay que aprovechar: si alguno se inspira llama a quienes estemos en la casa, y empezamos a probar”, contaron.
Proceso creativo
Al momento de crear una nueva canción, la melodía siempre llega antes que la letra. “Primero probamos la música y en base a eso pensamos de qué podemos hablar”. Asimismo, a pesar de que en el proceso creativo todo el grupo sugiera temáticas, las letras las escribe principalmente Javier.
Actualmente, Sangre y Tierra tiene unas 20 canciones que son las que suelen presentar. “Después tenemos muchas que todavía están en el aire, tenemos que trabajarlas”. Además, la banda tiene un CD grabado de manera casera. “Suena muy lindo, pero tenemos pensado grabar un disco de manera profesional, porque queremos mostrar lo que podemos hacer”, explicaron.
Sin embargo, el plan todavía está en pausa. “Hablamos con muchas productoras, pero no nos gusta su forma de hacer las cosas, quieren hacer todo rápido. Para nosotros, el proceso creativo es muy importante: hay que compartir, interpretar y estar en silencio por horas a veces, hay que esperar”, confesó Javier.

Oportunidades
“Nosotros nos presentamos donde nos den espacio. Si nos dicen en esta esquina, vamos y tocamos”, contó Javier. La banda tiene un circuito en Oberá y Aristóbulo del Valle, donde suelen tocar en pubs o reuniones culturales. En Posadas, en cambio, no suelen tocar porque “a pesar de que mandamos muchas veces la propuesta, ni nos responden. Posadas es difícil para cualquier músico con el coraje de hacer su propia música, y tampoco hay lugar para mostar lo nuevo”, confesaron.
“La gente quiere escuchar lo que ya se conoce. No les interesa el valor humano detrás de las producciones musicales, les interesa una banda que entretenga”, confesó Samantha. Pese a esto, la banda también rescata las respuestas positivas de los músicos misioneros. “Músicos que son súper tradicionalistas, hoy nos aceptan y les gusta lo que hacemos”, expresó el baterista.
El día llegaba a su fin, pero al parecer la inspiración no. Los cuatro integrantes comenzaron a afinar sus instrumentos. Y es que en breve, la banda demostró que así como Misiones “es una fusión de historias y colores”, su música también lo es.