“Yo sentí lo mismo que sintieron ellos, que ¡no somos nada! La pequeñez del hombre ante lo que es el universo. Decía: están a 384 mil kilómetros de nosotros. 384 mil kilómetros de distancia nos separan”, manifestó, emocionado, el astrónomo Sergio Toscano (75), que recuerda como si fuera hoy el momento en que observó por televisión las imágenes del momento en que el hombre llegó a la Luna. Recordó que hace 50 años estaba en Buenos Aires y “tuve la suerte de poder verlo en directo por televisión, con una tecnología que dista mucho a la de ahora”.
Para Toscano, se trató de una “odisea” que siempre asoció con el viaje de Cristóbal Colón, “que salió a la mar y no sabía adonde iba a parar”. Estimó que acá pasó lo mismo: “El viaje del Apolo XI comenzó el 16 de julio de 1969 y llegó el 20, después de cuatro días de viaje sin saber si iban a llegar, si podrían bajar. Hay narraciones que conocimos por radioaficionados que tenían unos equipos impresionantes que captaban conversaciones que no salían al aire. De los astronautas, preguntando por ejemplo, sobre las construcciones que se veían y de voces que sugerían que miraran para otro lado”.
Dijo que el pasado martes, mientras miraba el eclipse de luna, a simple vista, “pensaba cómo puede ser que haya gente que diga que la tierra es plana cuando estamos viendo que la sombra de la tierra sobre la luna es una curvatura. Lo mismo pasa con el viaje a la Luna, muchos dicen que no fue así, que se filmó en un estudio de televisión. Como pasa siempre, surgen aquellas personas que son detractores de todo lo que se hace”.
Añadió que “amigos que tuve en el Jet Propulsion Laboratory (JPL por su siglas en inglés, Laboratorio de Propulsión a Reacción), en Pasadena, California (Estados Unidos) me compartieron imágenes del Apolo XI que nunca se vieron. Se trata de una secuencia de once minutos que está filmada desde el módulo lunar, donde se ve todo lo que hacen los astronautas, recogen las piedras, y la bandera no se mueve ni de casualidad. Todo eso la gente tiene que ver para creer realmente que fue real”. Agregó que a los astrónomos, el hecho de haber llegado a la Luna, “nos partió por el eje porque de las seis misiones Apolo -tendrían que haber sido siete pero la 13 no prosperó- que bajaron en distintos lugares de la superficie lunar trajeron muestras de piedras. Fueron en total 380 kilogramos. El estudio del carbono 14 en esas piedras da aproximadamente entre 20 y 30 mil años más de antigüedad a las piedras que a la Luna. Eso nos dejó locos. Pero esto es largo. El hombre llegó a la luna, y ahora están por reactivar los viajes”.
Contó que en la red social Youtube un video muestra imágenes donde las naves chinas “van pasando y mostrando donde están las arañas -bases- de las naves espaciales norteamericanas. Es como decir, hubo otros antes. Ahora la placa que se dejó en la luna es un significado que algo raro hay. Porque decir los primero humanos en llegar, y después te muestran imágenes donde se ven construcciones muy antiguas en la luna, quienes las hicieron. Nosotros sabemos que la luna siempre fue tomada como base de naves alienígenas para llegar a la tierra pero cómo podes confirmar… Hay cosas que dicen astrónomos de la NASA. Están tratando de ocultar las cosas que son reales, y nosotros siempre estuvimos investigando las cosas que queremos que sean reales”.
Los inicios de un sueño
Recibido en la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía, en Parque Centenario, de Capital Federal, Toscano sugirió la creación y estuvo al frente del Observatorio Astronómico “Padre Adolfo Kolping” durante 30 años. “No soy astrónomo universitario pero hice estudios de astronomía elemental general, además de fotografía astronómica y de construcción de telescopio”, aclaró, quien llegó a Misiones tras el amor de Carmen Lucía Aquino, una misionera que le robó el corazón y que lo convirtió en padre de Adrián y Silvina.
Nacido en San Juan y Boedo, barrio de tango, cuando vino, en 1970, trajo consigo un pequeño telescopio “porque sabía que no había. Después tuve la posibilidad, a través de mi trabajo en la docencia, de conocer gente, y creamos un grupo en que estábamos muy fanatizados con el tema de los ovnis. Dentro de ese grupo que se llamó Centro Investigador de Fenómenos Extraterrestres y Espaciales (CIFEE), se llevó adelante el Departamento de Astronomía. Con ese pequeño telescopio que había traído hacíamos algunas observaciones que dábamos a conocer a través de algunos medios. Estamos hablando de hace 49 años atrás”, confió. De a poquito surgió la idea de hacer un observatorio astronómico. El propósito inicial era construirlo en el Jardín Botánico mediante la Municipalidad de Posadas, cuando el intendente era el arquitecto Francisco De Giorgi. Pero para desarrollarlo allí se debían tirar unos 35 árboles, y “en un botánico era una locura”. Cuando fue a vivir a Villa Cabello, “tuve la suerte de ponerme en contacto con el padre Juan Markiewicz y la Asociación Familia Kolping. Brindé una charla sobre algo que nada tenía que ver con el tema, que era un material sobre el Santo Sudario de Turín, que lo había hecho fílmico. El sacerdote quedó muy emocionado con ese material y fue ahí donde tuvimos mayor acercamiento entre los dos. Un día, hablando, le comenté que hice los estudios de astronomía y que tenía un tremendo telescopio desarmado en mi casa, y no lo podía armar porque era grande, tiene 1,80 metro de largo”.

Markiewicz se interesó por la construcción, y salió el tema del Observatorio Astronómico “Padre Adolfo Kolping”, que se fundó el 9 de octubre de 1985, coincidiendo con el paso del cometa Halley.
Rememoró que “fue una cosa muy linda. Pero a mí me puso mal que hayan dejado de lado el observatorio cuando el padre falleció y la Fundación comenzó a ser manejada por un grupo de personas a las que nunca le interesó el tema. Y lo cerraron así porque sí”.
Reconoció que antes de Toscano, hubo un misionero jesuita, el padre rosarino Buenaventura Suárez, que fue el primero, hace 390 años atrás, que en su observatorio de la Reducción Jesuítica de San Cosme y San Damián hizo estudios astronómicos dentro del Territorio de las Misiones. Y que después vino Toscano e hizo otro tipo de trabajo. “Lo que hacia Suárez era un trabajo para los científicos, y lo mío pasaba, más que nada, para el trabajo de las escuelas y el público en general. Fueron 30 años hermosos. 30 años en los que uno no percibía un sueldo porque solamente cobrábamos una entrada ínfima. El padre decía lo que recauden es de ustedes porque son los que llevan adelante este proyecto” que duró hasta 2015. El 25 de mayo de ese año lo cerraron. “Y pasó a formar parte de la aulas de una Escuela de Villa Cabello. Es una cosa muy loca porque algo que se construyó como un observatorio astronómico con cúpula y todo, cerrarlo por decisión de gente que no puso un solo ladrillo en toda la obra Kolping, en toda la obra Fundación Villa Cabello Misiones, que no sólo tiene que ver con este populoso barrio de la Zona Oeste sino con siete escuelas que se encuentran en el interior de Misiones. Lamentablemente no pude hacer nada”.
En el observatorio se había instalado el telescopio que Toscano había traído desde Buenos Aires. Luego, “juntando monedita por monedita, compré dos más. En total son tres los telescopios que pienso regalar a alguna escuela porque no los uso más”, dijo quien actualmente se desempeña como asesor dentro del Observatorio Astronómico de las Misiones. “Definitivamente, fui el primero que tiró las primeras semillas de la astronomía en la provincia. Y eso es un orgullo”, sintetizó.

Amor por la astronomía
En Buenos Aires, un grupo de amigos se solía juntar los viernes para jugar al billar en un bar de la avenida Boedo y Estados Unidos. Con el paso del tiempo, notaron que Jorge, que era uno de la barra, había dejado de ir. Un día Toscano se cruzó con él y le preguntó qué pasaba. Le contestó que estaba estudiando de noche. Que seguía astronomía en el Parque Centenario. “Justo ahora voy a devolver libros a la biblioteca, ¿porqué no me acompañas?, me dijo. Tomamos un colectivo y en diez minutos llegamos a Malvinas Argentinas 555, donde me llamó la atención un edificio con un techo redondo”, señaló. Su amigo pidió a la bibliotecaria si podían pasar a la cúpula donde estaba el profesor con un grupo de alumnos. “Cuando entro a la cúpula, con una luz roja que parecía una boite, me llamó la atención un tremendo telescopio, un techo abierto, giratorio, donde estaban observando a Saturno. ¿Será que mi amigo puede poner el ojo? el profesor asintió e hice la cola detrás de los alumnos. Cuando me llegó el turno, subí por una escalerita y el docente me preguntó ¿ve esa estrella amarilla que está ahí arriba? Sin tocar el aparato, ponga el ojo acá y mirela. Cuando puse el ojo y vi a Saturno en vivo y en directo, como en las fotos que nos muestran los libros de astronomía, que parece un huevo frito, fue muy grande el impacto que causó en mí”. Tal es así que cuando bajaron, preguntó a la bibliotecaria cuándo empezaban los cursos. “Me inscribí y en poco más de un mes empecé a cursar astronomía general, construcción de telescopio y astrografía (fotografía astronómica). Y por tres años yo tampoco aparecí por el billar. Fue un inicio raro. Fue una cosa muy linda. Me cambió la vida, y me llevó a escribir el libro ‘El universo en tus manos’ que lo tengo en CD”, acotó.

