El baile es por excelencia la forma de expresión más natural que tiene el espíritu para manifestarse a través del cuerpo. Números coreográficos que trasmiten emociones en el lenguaje universal del movimiento, sin importar las capacidades que tienen las personas para poder expresarlas. En parte es lo que siente el profesor de danzas Dany Toledo, quien hace varios años dicta clases de danza inclusiva a jóvenes, adolescentes y adultos de manera gratuita.
Este año el profesional comenzó a brindar sesiones de baile a personas en sillas de ruedas, quienes también quieren compartir y vivir la experiencia de la danza clásica o contemporánea. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Toledo contó que a principios de este año recibió la inquietud de una niña en silla de ruedas que quería bailar, lo que lo impulsó a formar un grupo con niños en la misma situación.
“Al principio el proyecto se vio muy lindo, pero no perseveró porque a los padres se les dificultaba el hecho de llevarlos y traerlos. Adapté el local con las rampas para que tengan más fácil acceso y busqué la manera de poner conos para que el estacionamiento esté liberado y todo lo que humildemente podía hacer desde mi lugar”, contó el profesional.
Uno de los casos que despertó el espíritu de colaboración entre padres, alumnos y profesores fue el de Emilia, una niña de 8 años con una discapacidad motriz, pero con ganas de integrar el elenco de bailarinas de la academia. “Cuando estaba hablando con los padres para que me den algunas indicaciones, me di vuelta y mis alumnas ya estaban haciendo contacto con ella, le mostraban la barra mientras charlaban. Ellas se habían integrado sin tener que presentarlas y no hizo falta aclarar nada. A partir de allí las alumnas la llevan a trabajar al salón y se puede ver una empatía tremenda”, describió.
Luego de aquel próspero inicio, también se tuvieron que modificar los niveles del sonido de la música y los golpes porque Emilia no se adaptaba, pero todo fue mejorando con un paulatino trabajo. “Hoy en día la música está como debe estar en un salón, ya no le molestan los gritos, porque ella ahora también se expresa a la par de sus compañeras”, contó Toledo, quien continúa asesorándose con grupos de profesionales para ver en qué aspecto puede exigirle un poco más, para acompañar el progreso que va teniendo en cada clase.
Toledo también recordó la emoción que sintieron los padres al ver a su hija actuando por primera vez sobre el escenario. “Sus padres me habían dicho que Emilia trabaje a la par de sus compañeras y al llegar a la gala y verla actuar y sentir los aplausos de más de 250 personas y fue muy lindo”, describió.
El artista recomendó a los padres que no deben cerrar las oportunidades a los hijos con alguna discapacidad porque “creo que hay muchas academias que pueden abrir sus puertas y en esos casos hay que romper el esquema de estética que posee la danza. Los padres deben tener el sí para sus hijos, porque el no ya está planteado en todos los órdenes de la vida. Cuando uno tiene un hijo con discapacidad tiene que proponerse a vivir por el sí y decir: ‘Si yo quiero que a mi hijo lo integren o lo acepten, tengo que empezar a aceptarme y creer que él sí puede estar con otros alumnos’. Si luchamos para que haya inclusión, tenemos que incluirnos nosotros. Debemos enseñar a la sociedad a incluir porque se habla mucho de inclusión, pero hay que actuar”, manifestó.
En este sentido también contó que tiene alumnas con síndrome de Down o enanismo quienes participan de sus clases y algunas se recibirán prontamente de profesoras o simplemente cumplieron el sueño de ser bailarinas. “No hago circo desde la inclusión, yo lo practico y lo hago desde donde me sale, desde el contacto, el amor y el día a día, creo que de eso se trata”, señaló.
Toledo recalcó que trabaja gratuitamente con chicos con discapacidad. Los padres que estén interesados en las clases pueden dirigirse de lunes a jueves a su academia, ubicada sobre avenida Lavalle al 4271 casi Chacabuco de Posadas, e interiorizarse sobre las actividades.
Un gran corazón
Una de las protagonistas se llama Emilia Valentina de 8 años, quien tiene una discapacidad motriz y se moviliza en silla de ruedas. Esto no le impidió formar parte del grupo de danzas de la academia y convertirse en toda una bailarina clásica. La niña también cursa el segundo grado en una escuela pública, junto a un grupo de docentes y alumnos, quienes la ayudan en el desarrollo y el aprendizaje.
“Nunca vi algo así y me parece sumamente novedoso, es espectacular el trabajo que se está haciendo”, comentaron Lázaro Domínguez y María Alegre, padres de Emilia Valentina.
El hombre destacó la predisposición que tiene el elenco de la academia de danzas para armar las coreografías. Por otra parte, advirtió que el traslado constante de otros chicos en sillas de ruedas genera que después de un tiempo no puedan continuar con las clases.
“Nosotros tuvimos la suerte de seguir apoyando a Valentina y creo que va a seguir mucho tiempo más porque le gusta. Es impresionante lo bien que le hace a ella, a nosotros y a todos. No hay persona que no se emocione al verla bailar”, expresó Domínguez.
Vale destacar que la joven bailarina comenzó un tratamiento a los seis meses de edad y en la actualidad trabaja con un equipo integrado por seis personas, entre kinesióloga, neuróloga, fonoaudióloga, acompañante terapéutica, terapista y ocupacional que la ayudan en su jornada diaria. “Junto a su madre siempre buscamos más allá de lo que ella pueda aprender en la escuela o donde vaya, porque ahí lográs su felicidad y podés conseguir que tenga amigas con quienes jugar de acuerdo a sus posibilidades”, comentó.
Agregó que realizan distintas actividades que la saquen de su rutina y en la danza encontraron una de las mejores formas de integración y expresión. “Vale pidió bailar con las chicas del ballet, entonces Dany les propuso la idea y se vincularon inmediatamente”, recordó.
Además resaltó que su hija cumple con responsabilidad todo lo que le dicta el profesor: “Le decimos que levante los brazos y mantenga la cabeza erguida, porque a ella todo le cuesta y ese esfuerzo es lo que valoramos y cuando la veíamos actuando todos sus familiares la alentábamos”, comentó.
Por otra parte confió en que esta experiencia sirva de incentivo a otras familias que estén en la misma situación y no saben sobre estas propuestas inclusivas que se dan a través del arte. “Nuestra hija, en su medida, está viviendo un sueño. Ella dice ‘soy bailarina’ y nosotros colaboramos para que sea así y le recomendamos a las personas que tienen niños con algún problema que se animen y se acerquen. No hay que decirle a un niño, vos no podés”, manifestó.
En este sentido, también agradeció el trabajo de Toledo en brindar las clases y llevar adelante esta iniciativa integradora, aunque también reconoció que se deben dar muchos factores para que el niño pueda participar. “Tiene que haber predisposición por parte del pequeño, el apoyo de los padres y tener un espacio donde se puedan llevar a cabo estas actividades”, enumeró.
Ya sobre la primera actuación en público de la pequeña, desarrollada días atrás, Domínguez dijo que “como padres estamos muy contentos, Dany adaptó muy bien la coreografía en la que ella participa y la tiene como una verdadera ‘vedette’”.