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En el marco de las actividades de la Cámara de Representantes por la sanción del 2019 como “Año de la Igualdad entre la Mujer y del Hombre en la Sociedad Misionera”, en el foro Vivencias Igualitarias fueron diez misioneros los encargados de testimoniar los conflictos y la superación en profesiones históricamente dominadas por un género. Cargados de emoción, relataron cómo las dificultades al inicio de sus carreras supieron abrir el camino para las próximas generaciones. Sin embargo, describieron que la discriminación permanece en diversos ámbitos, donde aún se preguntan si una mujer o un hombre son adecuados para tal o cual rol.
La actual titular del Servicio Penitenciario Provincial, Nilda Correa, fue la encargada de abrir el panel y relató: “Cuando ingresé parecía un sueño muy lejano y ni siquiera pensábamos que las mujeres lograran llegar a cierto grado en el Servicio Penitenciario, porque las que estaban eran sólo administrativas o profesionales como trabajadoras sociales o psicólogas. En 1989 surge la posibilidad de que tres mujeres fueran becadas a la Escuela de La Plata, con un convenio que otorgó por primera vez una formación en carrera”.
En ese momento, “fue todo un desafío y una ansiedad porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. El Servicio no sabía qué hacer con nosotras y cuando volvimos a la provincia pasó lo mismo, porque nos ubicaron como auxiliares en una institución que es netamente masculina y con una población penal donde la mayoría son hombres. Aún hoy, tenemos una población de 1.670 internos y no llegamos a las 100 mujeres detenidas”, añadió.
En materia de cambios, Nilda Correa contó que “uno de los primeros espacios conquistados fue el de vestir el uniforme de fajina durante las guardias. Antes teníamos que usar polleras siempre. Además, estaba la inseguridad sobre si podríamos tratar con el personal y los internos, porque pensaban que es necesario ser grande y fuerte. Fue una experiencia difícil, con mucho miedo al fracaso, porque de mí dependían todas las mujeres del futuro que pedirían un espacio. Así que nos encontramos con el desafío de hacer bien nuestro trabajo”.
Por su parte, el reconocido músico y docente del Nivel Primario Fausto Rizzani, detalló que “desde chico me gustaron las actividades lúdicas para entretener a los niños y que hagan algo que les guste; por eso, cuando fui a vivir a Eldorado me inscribí en la carrera de profesorado de Nivel Inicial. De entrada fue todo complicado en esa institución, pero no para mí porque siempre estuve convencido de lo que quería. Al final tuve que pasarme a estudiar para Educación Primaria. Mi primera experiencia laboral fue en Jardín de Infantes y en la primera clase con los chicos tenía atrás a la maestra, mientras que del otro lado de las ventanas miraban los padres y la directora. Estaba súper observado pero entendía la situación porque nunca hubo en esas escuelas un maestro en Nivel Inicial. Eso fue todo un desafío pero no para los chicos sino para los grandes. En eso debemos aprender de los niños, porque los prejuicios están en los mayores”.
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Como una de las primeras mujeres choferes de la empresa Crucero del Norte, Lidia Protzer relató lo difícil que fue adecuarse a una labor puramente masculina, donde hasta la fecha le resulta difícil pasar entre ocho a diez días lejos de su hogar y de su hijo: “En este ambiente las únicas mujeres eran las azafatas. Hasta cuando fui a sacar el carnet les pareció raro encontrarse con una mujer. En los cursos eran todos choferes hombres, que me miraban y hablaban entre ellos. Gracias a Dios tuve muy buenos compañeros; aunque antes pensaban dos veces cuando tenían que viajar con una mujer”.
En sus recorridos, indicó que “en todas partes las personas son diferentes y hasta me pasa en la Aduana que me preguntan dónde está el chofer. En Brasil muchas mujeres manejan camiones así que es común pero pasa en provincias como Santa Fe donde todavía te miran feo”.
Gabriela Prense llegó desde San Vicente para compartir su experiencia como mujer albañil: “Hace 16 años que trabajo en construcción y comencé ante la necesidad de madre soltera de criar a mi hijo. Ahora ya soy contratista pero todavía me pasa que cuando voy a ver un trabajo piden hablar con el hombre a cargo. Algunos no tienen confianza en las mujeres y dudan de que la construcción vaya a salir bien pero nada es mejor que levantar la cabeza y seguir adelante con nuestras metas. En esto, a mí me produce mucho agrado el levantar una casa y saber que bajo ese techo vivirán familias que serán muy felices”.
Como uno de los enfermeros del SAMIC de Eldorado, Julio González explicó que comenzó “hace 25 años en Neonatología, en un sanatorio privado rodeado de enfermeras mujeres pero jamás me sentí discriminado por mis pares. Sin embargo, los padres eran los que tenían otros prejuicios sobre cómo es posible que un hombre esté al cuidado de bebés. En la parte pública, el Departamento de Enfermería siempre me quería sacar del área porque decía que hay otros sectores para usar mi fuerza para movilizar pacientes. Es así que sólo veían la parte física y no los conocimientos que uno puede aportar en el tratamiento de los prematuros”.
También compartieron sus vivencias de inserción Patricia Walkoski, inspectora de tránsito; Gabriela Rodríguez, cirujana; y Roberto Rafael Román, diseñador de modas y bailarín.
En la escuela
El maestro de Nivel Inicial de Corpus, Edgardo Hernán Juárez, indicó que “somos los grandes los que tenemos los estereotipos, porque los chicos nunca hicieron una diferencia y son felices en la escuela”.
En el fútbol
“Ojalá que cambie la mentalidad de pensar que el fútbol es sólo para hombres porque no es así y estamos las mujeres para demostrarlo”, remarcó Luciana Reina, árbitro infantil, juvenil y de veteranos.