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A las 5.30 de la madrugada del 22 de mayo de 2016, sonó el teléfono en la comisaría Quinta. Un vecino avisaba de que en una calle del barrio El Porvenir II estaba tirado un hombre. En el lugar, la sangre ya se había mezclado con el barro. La víctima era Luis Aníbal Saucedo (42). Por el hecho fue detenido un joven de 18 años como el presunto responsable.
Preso desde aquel entonces, el imputado ya tenía fecha para sentarse en el banquillo del Tribunal Penal 2, pero decidió evitar esta instancia al reconocer que fue el autor del asesinato. A través de un acuerdo entre su defensor y la fiscalía, presentó un pedido de juicio abreviado que quedó a consideración de los magistrados.
Según había declarado el imputado en indagatoria, aproximadamente a las 22 de aquel día se dirigía hacia la casa de su hermana ubicada en inmediaciones del barrio El Porvenir II.
En el camino se encontró con una persona a la que conocía por el nombre de Aníbal, pero que no sabía su apellido. Dijo que éste lo saludó y que apenas podía mantenerse en pie. Seguidamente le dijo que se dirigía hacia el barrio Los Paraísos, por lo que el acusado decidió acompañarlo para que no le pasara nada.
Según sus palabras, a medio camino, Aníbal le dijo para tomar un vino, a lo que él accedió. Después de haber estado bebiendo un rato, Aníbal le empezó “a hablar raro”, como enojado, diciéndole “acá tengo una 38”, levantándose la remera y señalándose la cintura. Siempre según el relato del sospechoso, en ese movimiento alcanzó a ver que asomaba el cabo de un cuchillo.
Noguera le dijo “vos estás loco, tranquilizate”, a lo que el otro le respondió “¿qué es lo que vos querés, querés esto? y le apoyó la punta del cuchillo en el estómago mientras amagaba sacar algo de la cintura.
Ante esta acción, Noguera agarró el cuchillo con la mano, cortándose los dedos en el intento de que no lo apuñalara. Luego, Saucedo le tiró cuatro puntazos abalanzándose sobre él. En un reflejo instintivo, el joven alcanzó a agarrarlo de la mano y, tras forcejear, terminó él con el arma blanca en su poder.
Noguera dijo que se fue para atrás y trastabilló, cayéndose de espaldas en el barro. Luego, Aníbal se le tiró encima. Le dijo a la Justicia que “no tuvo intención de lastimarlo”, pero terminó hincándole el cuchillo en el cuello. Como temía que sacara un arma, dijo en su declaración que se levantó de la escena y corrió hacia la casa de su hermana por temor a que le disparara.
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Al otro día del hecho, dijo también que seguía muy asustado porque nunca le había pasado algo así. Además se enteró de que la Brigada de Investigaciones lo estaba buscando. Le comentó a su hermana que no pensó que iba ser algo tan grave la herida que podía haber tenido el hombre.
Cuando salió hacia afuera, lo interceptaron los policías, quienes le preguntaron si él era Ezequiel Noguera, por lo que decidió entregarse. En todo momento expresó que lo que hizo fue en defensa propia.
Posteriormente, los testigos del caso lo ubicaron a la misma hora y en el lugar de los hechos, además de contar uno de ellos que se había presentado en su casa con el corte en uno de sus dedos, tal como relató el acusado en su indagatoria.
En la etapa de ponderación y análisis de las pruebas del caso, sumado a que el mismo acusado se declaró responsable del crimen, el juez César Antonio Yaya expresó que, habiendo consensuado las partes un juicio abreviado, era justa y adecuada la imposición de una pena de ocho años por el delito de “homicidio simple”, tal como lo estipula el artículo 79 del Código Penal Argentino.
Seguidamente, los magistrados Augusto Gregorio Busse y Ángel De Jesús Cardozo, al compartir sus fundamentos, adhirieron al voto emitido por Yaya.
De esa manera, por unanimidad, el Tribunal resolvió condenar a David Ezequiel Noguera a la pena de ocho años de prisión más costas, por el homicidio.