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De acuerdo a los relatos que pudo recoger este Diario, el único detenido en la causa estuvo con el padre de la joven asesinada la noche anterior a los hechos.
De acuerdo al testimonio de Carlos Marcelino Pereira, su exyerno “se pagó un vino y unos cigarrillos y me dijo cuando se iba: ‘Me voy porque tengo que ver a una mujer y si no me abre la puerta voy a entrar por la ventana’”.
Carlos jamás sospechó que esa advertencia estaba presumiblemente dirigida a su hija, y mucho menos que iba a tener un desenlace fatal.
Triste despedida
La comunidad le dio ayer un sentido último adiós a Raquel Pereira (22) y a sus dos hijos, Thiago Joaquín Burgin Pereira (3) y Yeferson Aníbal Pereira (8), cuyos cuerpos masacrados a machetazos fueron hallados el pasado miércoles, poco después del mediodía, en el patio de una humilde vivienda de la zona rural conocida como Colonia Fortaleza.
La ceremonia religiosa de Raquel Pereira y sus dos hijos se realizó en el Centro Comunitario de la colonia Terciado Paraíso, a unos doce kilómetros del casco urbano de San Pedro y a unos diez kilómetros de Colonia Fortaleza, donde residían las víctimas.
Este viernes casi todos los habitantes de las 500 casas que existen en dicha zona, donde todos se conocen y son vecinos, acudieron para despedir a Raquel y a los pequeños.
Sus familiares contaron que antes de que comenzaran las clases, en marzo pasado, la joven se mudó con sus dos hijos a la chacra de su abuelo paterno.
Con la ayuda de sus hermanos y padre, desarmó la casa de madera y la reconstruyó a unos 150 metros de la casa de sus abuelos, para que su hijo mayor, Yeferson, comenzara a cursar este año en su nueva escuela, la 792.
Allí, en su nuevo hogar, convivió cerca de un mes y medio con Silvio Mogarte. Como la convivencia entre él y los niños no era muy buena, principalmente con Yeferson -según dijo el padre de la chica-, “ella decidió cortar la relación”.
Esta situación, agregó el progenitor, no cayó nada bien a Mogarte, quien insistía con volver a formar la pareja.
La madre de Raquel, Rosa Figueida, dijo a este Diario: “Yeferson no le quería al hombre ese (por Mogarte). Nosotros le decíamos cariñosamente a Yeferson ‘Polaco”, pero él se quejaba y pedía que no lo llamaran así porque era el mismo apodo que el novio de su mamá. Le preguntábamos por qué no lo quería y él sólo decía que no le gustaba”.
Agregó que “un día, cuando se quedó en casa, le pregunté a solas por qué no lo quería, si él le pegaba o le retaba o castigaba. Me dijo ‘no me gusta’. Parecía que estaba celoso por su madre. Con el otro más chico, Thiago, era más compañero. Raquel nunca me dijo si había problemas entre ellos. Cuando se dejaron dijo que era por los chicos. Ella amaba a sus hijos y era una buena madre”.
El relato de Carlos Marcelino Pereira es estremecedor: “Vine de la chacra a mi casa acá en el pueblo y llegó el coche de mi vecino y me dijo ‘no supiste qué paso con tus nietitos allá en la chacra de tus padres’. Le pregunté que pasó y me dijo que le cortaron todo y le mataron a ellos tres. Me fui y vi a mi hija y los chicos cortados, degollados, cortado la cabeza y de mi nena cortado por todas partes. Y el pobrecito de mi nietito el polaquito, el más grande (Yeferson) atado con el cordón del zapato”.
Paso a paso
Mientras tanto, la investigación policial-judicial no cesa para establecer la secuencia de los hechos por los que se encuentra detenido Silvio Mogarte, de 27 años, expareja de la joven asesinada.
En ese sentido se debe destacar que, en base a las pericias, se reforzó la principal hipótesis, es decir que el imputado intentó quitarse la vida tras la masacre. La otra conjetura, la de otro involucrado, ya fue descartada.
Las dudas surgieron debido a las heridas que presentaba el detenido y que eran compatibles con las que produce un arma de fuego. A partir de allí se realizó una serie de medidas para esclarecer de dónde provenían esas lesiones.
Mientras Mogarte sigue internado con custodia policial en el Hospital Madariaga de Posadas, este viernes se realizaron rastrillajes en la propiedad donde se produjo el triple crimen, tal y como había adelantado PRIMERA EDICIÓN.
Justamente el tamaño de las balas de la citada arma es compatible con los orificios de entrada (en el mentón) y salida (en la mejilla) que detectaron los médicos forenses en el joven arrestado, a quien además le diagnosticaron fractura de mandíbula y maxilar. La dirección del proyectil fue de abajo hacia arriba, aunque no se encontraron restos de plomo o de la bala en el organismo.
Sumado a estas lesiones, se supo que el guantelete de parafina le arrojó resultado positivo. Es decir que además del profundo corte en el cuello, de unos 20 centímetros, producido con arma blanca, el sospechoso tenía un disparo.
Para la Policía, esto terminó de confirmar que las lesiones fueron autoinflingidas y que Mogarte intentó quitarse la vida luego del femicidio y el doble homicidio que le adjudican los investigadores.
Despejando toda otra posible duda, la Justicia ordenó la misma prueba de parafina (por protocolo) a la joven víctima y a tres vecinos, las cuales dieron resultado negativo.
En su lugar de internación al detenido se le extrajeron restos por debajo de sus uñas para determinación de ADN, y toma de fichas dactilares, en virtud de que no tenía documentación alguna. Todas estas medidas periciales estuvieron a cargo de la Dirección Criminalística de la Policía de Misiones.
Todo el operativo estuvo encabezado por el juez de Instrucción 3 de San Vicente, Gerardo Casco.
Mientras tanto se esperan otros cotejos biológicos, como por ejemplo el de las muestras de sangre obtenidas de prendas de vestir de las víctimas y del detenido.
En el machete secuestrado -que se cree fue utilizado para cometer los crímenes- se hallaron manchas escarlata que también están siendo analizadas.
Respecto a las causas de muerte, un médico forense en turno reveló que “las víctimas presentaban múltiples heridas de arma blanca (cortantes, profundas y extensas). Habiéndose utilizado además de un arma tipo machete y otra puñal o similar”.
La madre y sus hijos fueron atacados con una saña que espantó a quienes tomaron contacto con la causa, como así también a los investigadores. Se determinó que recibieron entre cuatro y seis machetazos cada uno.