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Mariela Chamorro, de 44 años, nació en Eldorado -su familia reside en el Kilómetro 8- y es misionera de la Congregación de Hermanas Misioneras Redentoristas. Abrazó la vocación después de cursar la carrera de letras y de locutor nacional en el Instituto Superior del Profesorado “Antonio Ruiz de Montoya”, y por estos días desarrolla tareas en la misión “Muvamba”, en una zona rural de la provincia de Inhambane, en la República de Mozambique.
Llegó al continente africano hace un año y dos meses. “Nuestra presencia es en función a la misión, a las necesidades, a la realidad pastoral, congregacional. Hay varios elementos al momento de discernir la presencia de un misionero en un lugar”, dijo quien realizó su preparación para la vida religiosa en Córdoba, en Neuquén y en Moreno, en Buenos Aires.
A la distancia, admitió que “de buenas a primeras, cuando llegué pensé no es tan distinto a lo que es allá. Pero, sí, es muy diferente. La manera de pensar, de vivir, muchas cosas. En la teoría uno sabe lo diferentes que somos culturalmente, pero una cosa es saberlo, estudiarlo, haberlo leído o que te lo hayan dicho, pero para mí la experiencia fue fuerte. Cuestiones simples o básicas, uno dice cómo puede ser que lo vivan de esa manera si yo lo vivo de otra. La primera reacción es creer que una tiene la razón, la verdad o la certeza de cómo se vive. Después una se da cuenta que no. Que en este caso cada cultura tiene su modo, su todo. Su vivencia de la vida familiar, del trabajo, de la vida de fe, de la vivencia de la liturgia, de la religiosidad en sí”.
Junto a Hortensia, la otra religiosa, su trabajo consiste en la atención de la parroquia de la que dependen más de 50 comunidades, con muchas dificultades para llegar a cada una. “A cada comunidad podemos llegar una, dos, o como demasiado, tres veces al año. Pero a todas tratamos de llegar al menos una vez al año. Eso significa que todos los fines de semana hay salida. Se visita la comunidad generalmente los sábados y el domingo es la celebración de la fiesta patronal. Eso lo hace uno o dos de nosotros, acompañando al sacerdote que celebra misa. Hay muchas cosas para hacer”, confió. También trabaja con jóvenes, tratando de organizar más estructuradamente la pastoral juvenil pero “los procesos son lentos”.
Manifestó que “aquí es una iglesia joven, muy ávida de aprender cosas. Eso en todos los ámbitos, no solo a nivel eclesial o religioso. Uno se da cuenta que les gusta aprender, hay como ese deseo o sed de aprender, de saber. Es un pueblo muy alegre. La misa es alegre con cantos, danzas, con un promedio de duración de dos horas normalmente. Aunque puede durar un poco más”.
Según Chamorro, la realidad es muy dura, más aún para la gente de esta zona rural. Y entre tantas carencias que existen está el tema del agua. En las comunidades se está trabajando para levantar más bombas y construir cisternas para poder tener acceso al líquido. Para no tener que recorrer grandes distancias para conseguirlo. La buscan en bidones o en baldes de 20 litros, “que es la clásica imagen que se ve de África, las mujeres cargándolos sobre la cabeza. Viéndolo hasta parece romántico, pero en realidad es una vida muy sacrificada, no es algo fácil y lo tienen que hacer varias veces al día. Ya de chicos van entrenando las cervicales para poder soportar ese peso”, lamentó la misionera.
Y eso, a su vez, muchas veces lo hacen con el bebé a cuestas. De esa manera también trabajan en el campo. “Es una vida muy difícil, requiere de mucho esfuerzo físico. La mujer mozambicana es muy fuerte físicamente porque así lo exige la vida. Por supuesto que como en casi todas las partes del mundo, la mujer es la que más sufre, la más desprotegida, desfavorecida, no solo por el trabajo sino por todo el contexto, por toda la realidad. Hay mucho para trabajar en lo que respecta al empoderamiento de la mujer, de la autoestima”, reflexionó.
Otra de las carencias que percibe Chamorro tiene que ver con la educación. Explicó que se trata de un país que atravesó cerca de 20 años de guerra civil, después de la independencia de Portugal, del período de la colonia, y que eso dejó muchas secuelas. “Todos creemos que la educación es la solución, es el modo de sacar a un país o una sociedad adelante, y que tendría que ser de mayor calidad. Se nota la diferencia entre esta zona rural y lo que es en la capital, Maputo. En la medida de lo que se puede los jóvenes intentan escolarizarse, hay bastante conciencia de la necesidad de estudiar”, agregó.
“De por sí es difícil continuar el secundario, porque la educación no es gratuita aunque dependa del Estado. Y acceso al dinero material lo tienen muy pocos en esta zona. Después del secundario estudiar es mas difícil y también más caro. Y conseguir trabajo también es complicado. Para los jóvenes es una realidad bastante frustrante. Hay que trabajar mucho en ese sentido. Lo mismo el tema de la salud”, insistió la misionera.
Contó que disponen con una salita y para cualquier enfermedad “te dan lo que hay”. Paracetamol casi con certeza. Alguna amoxixilina si hay infección. El hospital tiene un poco más de herramientas pero “desde aquí, que es el centro de la misión, dista a 60 kilómetros. Para la gente de las comunidades es muy difícil acceder a la salud. Hace que recurra a los médicos tradicionales o curanderos. Una cosa es la medicina natural o medicinal, que es válida pero recurrir al curandero genera confusión y aveces llegan a los hospitales con un grado avanzado de la enfermedad. Quizás si hubieran ido antes, el problema se hubiera resuelto sencillamente”.
“La verdad que la de la visita a las comunidades es una experiencia muy linda. Tiene sus pro y sus contras. Desafortunadamente podemos ir una vez al año, no se puede hacer un seguimiento, es muy poco lo que se puede acompañar en el lugar”, dijo Chamorro. Y reconoció que es el contacto más directo con la gente, con las comunidades rurales, y es una ocasión que se aprovecha para poder visitar a los enfermos. Por ejemplo, el fin de semana pasado, “caminamos todo el día visitando a los enfermos, haciendo una oración con acompañamiento de la comunidad. Van cantando. En medio del sufrimiento y el dolor siempre hay entusiasmo”, comentó.
La tarea que desarrolla es de lo más diversa: puede ir desde ayudar en la celebración de la misa en la misión de “Muvamba”, organizar la cocina para un internado de 30 adolescentes, ocuparse de los enfermos que llegan y trasladarlos al hospital, ayudar en el costurero social o entregar la leche para los bebés de bajo peso. En ocasiones debe hacer las compras, llevar el vehículo al mecánico o buscar agua a otra comunidad.
Chamorro señaló que a nivel político-social, Mozambique es un país con altos niveles de corrupción, con todo lo que eso significa. “También hay mucho para trabajar a nivel de conciencia ciudadana, especialmente en los jóvenes, es un camino muy lento. Es un pueblo con muchos jóvenes y niños, es un campo para trabajar muy grande y muy lindo, con muchas posibilidades y con muchas necesidades de todo tipo. Por eso todo tipo de ayuda siempre es bienvenida. Sea económica, de mano de obra, de personal, como voluntario, como misionero, todo se necesita y todo es bienvenido”, aseguró quien pretende venir de vacaciones a Argentina en noviembre y regresar a Mozambique en febrero de 2020, en principio para dos años más, “si Dios quiere, si todo va bien”.
Admitió que “somos pocas en la congregación, que es nueva. Entonces tener dos hermanas aquí es una ofrenda, pero se las necesita en todos lados”.