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Comenzó ayer lunes el debate en los tribunales de esta ciudad entrerriana para un joven de 28 años oriundo de Misiones, Fernando Rubén Da Silva, acusado de matar a golpes de puño al sereno Dionel Benítez, en la madrugada del pasado miércoles 3 de abril en un complejo de cabañas.
Fue atrapado poco después de conocido el hecho y en un allanamiento realizado en su casa en la zona oeste de Gualeguaychú se secuestraron elementos que lo comprometen, como ser la ropa ensangrentada, que se confirmó que coincide en grupo y factor con el de la víctima.
La principal y única teoría sobre el móvil del crimen no es otra que una discusión que se precipitó y terminó en tragedia, en donde ambos estaban bajo los efectos del alcohol. Pero lo que más llamó la atención sobre el desenlace es la violencia a la que fue sometida la víctima, que murió como consecuencia de los tremendos golpes de puño que sufrió en su rostro.
La víctima presentaba una desfiguración del rostro, con hematomas, múltiples heridas, los huesos fracturados y pérdida de piezas dentarias. En un primer momento los investigadores creyeron, por el estado en el que estaba el cuerpo, que el agresor había utilizado una madera o un fierro para golpear repetidamente a Benítez. Pero tras la autopsia, esta teoría quedó descartada.
Fue gracias a este análisis forense que se determinó que no se utilizó un objeto externo para golpear a la víctima, sino que fue con un elemento contundente y romo (plano y sin filo) como ser el puño. Pero además, esta hipótesis tomó mayor fuerza cuando en el examen médico realizado al detenido se constató hinchazón y otras lesiones en su mano derecha.
El forense detalló como causa de muerte una asfixia traumática. Esto no significa que el homicida estranguló a Benítez, sino que por los golpes la víctima pierde reflejos, entra en coma y el edema provoca que la lengua se retraiga y origine la obstrucción de la vía aérea.
El cuerpo de Benítez fue hallado tirado en la tranquera de entrada al complejo “Campos del Río”, donde trabajaba como sereno. Lo encontró un vecino que casualmente fue una de las últimas personas en verlo con vida.
Este hombre, que declarará en el juicio como testigo clave del caso, contó a los investigadores que en la noche del martes 2 de abril se había reunido con Benítez en la cabaña que ocupaba en el complejo, “para comer y tomar algo”. Fue durante su visita que llegó un tercero a la reunión.
Se trata del joven misionero, que mantenía una amistad con la víctima. Poco antes de la medianoche, el testigo se retiró con la excusa de que debía buscar a su hija y que al día siguiente debía trabajar. Cuando a la mañana siguiente se despertó y llevaba en su moto a su hija, observó que en la entrada del complejo había un cuerpo tirado, por lo que dio aviso a la Policía.