
Actualmente, la educación formal se entiende en el contexto de la cultura educativa dominante. Aquella que pone el énfasis en el control y el rendimiento, y que usa instrumentos tipificadores que promueven la competencia.
Sin embargo, otras formas de educación alternativa comenzaron a adquirir relevancia en un mundo donde la preocupación por el cuidado del medio ambiente y de uno mismo, se hace cada vez mayor.
Es el caso de la pedagogía Waldorf, cuyo objetivo es “poner el acento en el encuentro humano entre el maestro y el niño y su familia, el respeto por ese niño, sus cualidades y sus tiempos”, contó a PRIMERA EDICIÓN Ignacia González, psicopedagoga y maestra jardinera en un colegio Waldorf.
“Cuando los padres mandan a sus hijos a colegios con pedagogía Waldorf, no es sólo el niño el que ingresa, sino la familia entera porque no son sólo los niños los que deben educarse, nosotros también”, dijo la maestra jardinera Mirta Rosetti a PRIMERA EDICIÓN.
Mirta comenzó a enseñar con la pedagogía Waldorf en el 2015, antes trabajaba en escuelas tradicionales. “Cuando me contactaron para trabajar en el colegio, no tenía mucha idea de lo que era la pedagogía Waldorf, pero cuando me informé, me gustó y decidí quedarme”.
“Estamos reconocidos por el organismo de educación de la Provincia de Misiones. Nosotros cumplimos la misma currícula que cualquier jardín, lo que cambia es el modo en que damos esos temas: las operaciones matemáticas, por ejemplo, la viven a través del movimiento, de caminarlo, de saltarlo”, manifestó.
“Yo trabajé varios años en escuelas no Waldorf y llevé muchos elementos de nuestra pedagogía a esos colegios, por supuesto adaptados. Porque se puede, y creo que eso es lo fundamental de esta pedagogía: brinda herramientas para que el docente tenga un encuentro verdadero con los niños”, declaró Alejandro Aranda, director de coro en la orquesta de niños de un colegio Waldorf.
La principal diferencia entre una y otra formación es que la Waldorf enfatiza en el niño y en sus necesidades. “Nuestra misión es brindarle el espacio y elementos necesarios para que los niños puedan expresarse y, a través del juego”, aseguró Mirta.
La diferencia de enseñanza también varía. En la escuela tradicional, “las maestras tenemos que entretener a los chicos todo el tiempo, incluso el tiempo libre es reducido y planificado: los adultos le dictamos a los chicos qué tienen que hacer”.
Construyendo una educación alternativa
Este tipo de colegios nacen por anhelo de los propios padres que desean una educación diferente para sus hijos. Este fue el caso de María una de las madres fundadoras del único colegio con pedagogía Waldorf en Posadas: “Como padres primerizos, nos dimos cuenta que las cosas que le ofrecíamos a nuestra hija no estaban buenas: desde los contenidos de la televisión hasta su alimentación”.
Así empezaron, por iniciativa propia, a cambiar los hábitos que consideraban nocivos, hasta que un día “me enteré que había un grupo de padres que se juntaban a debatir sobre la crianza alternativa siguiendo el eje de la pedagogía Waldorf. Me encantó porque todos buscábamos cosas similares en la formación de nuestros hijos”.
Cuando el año estaba finalizando, decidieron crear un espacio que abrace todas las ideas que se debatían en los encuentros. Fueron los padres los que, paso a paso, levantaron el colegio. Hoy, todos ellos junto a los maestros, formaron una comunidad en la que los niños y su aprendizaje son el eje central.
“Fueron meses de mucho trabajo. Aprendimos sobre la marcha y tuvimos aciertos y errores, pero valió la pena. Al principio funcionó unicamente como guardería y espacio de aprendizaje y luego, con el aval del SPEPM, tuvimos el centro educativo oficialmente inaugurado”, contó María.

Evaluación constante
La pedagogía Waldorf no tienen exámenes ni boletines que evalúen numéricamente el aprendizaje de los chicos. En cambio, su forma de evaluar es a través de la observación porque “tal vez no está aprendiendo algo de la currícula, pero no tiene que ver con lo intelectual, sino con lo emocional. Uno tiene que estar emocionalmente predispuesto para aprender, y a veces eso no pasa”, explicó Mirta.
Por su parte, María dijo que “a mi hijo se lo evalúa todos los días, por lo que no le dan un boletín sino una crónica bimestral donde el maestro cuenta cómo empezó y cómo se fue desempeñando a lo largo del año”.
Asimismo, “nadie repite. Puede pasar que un chico que arranque tercer grado todavía no sepa leer ni escribir, pero creemos que algo lo está trabando emocionalmente y que, una vez que se cure, lo va a lograr”.
Sin embargo, “si vemos que es un problema más grave, lo derivamos a profesionales dentro de la misma pedagogía, que es la rama curativa”, aseguró la docente.
Segunda casa
El objetivo de estos tipos de colegios es que sean lo más parecido a una casa. Es por eso que las actividades que se realizan durante las jornadas, son las mismas que las que en algún momento se hicieron en la casa. “Al vivir en una ciudad, o con las nuevas tecnologías que evolucionan tan rápido, uno a veces se va olvidando de tareas que son necesarias”, contó Mirta.
Otra particularidad es que el jardín integra a niños de tres a cinco años, donde los más grandes ayudan a los más pequeños “como en un rol de hermanos mayores”. Asimismo, los maestros son siempre los mismos “el maestro de primer grado, va a acompañar a los chicos hasta la secundaria. Se forma una relación en la que el ambos se conocen y se acompañan”.
Se puede decir entonces que más que una educación, es un estilo de vida donde lo artificial y la tecnología no es bienvenida. “Está probado lo malo que es la tecnología para los niños. Están estáticos por horas, entran en un estado de stand by y no hay nada que quede librado a su imaginación, porque ya está todo hecho”.
En cambio, “promovemos que el niño se rodee por lo natural, no sólo con los juguetes sino con su alimentación y su ritmo de vida”, dijo Mirta.
Finalmente, con respecto a por qué todavía la pedagogía no es totalmente aceptada socialmente, María opinó que “creo que tiene que ver con una desinformación inicial. Quizás piensan en que la pedagogía tiene que ver con mucho espacio verde, animalitos y comida saludable. Pero es mucho más que eso: es una manera de ver el mundo e implica alinearse desde casa con la pedagogía y no todos están dispuestos a hacerlo”.