Todo comenzó como un voluntariado, el 20 de febrero de 1973. El 17 de junio de 1976 se instituyó la sigla COPANI, y con el Acta de Asamblea Nª 1, del 10 de noviembre de 1977, se formó la primera comisión directiva, presidida por María Panevianco de Rathhof.
Todo cambió con el paso del tiempo pero la esencia sigue siendo la misma. Consideran que es poco lo que pueden dar y en la vorágine diaria, no se dan cuenta de lo mucho que significa para los otros, para los que reciben, para los que necesitan. Son las mujeres integrantes de la Cooperadora del Pabellón de Niños (COPANI), que desde hace 46 años, en forma ininterrumpida, desarrollan una labor noble y silenciosa para que los niños internados en el Hospital de Pediatría puedan tener un mejor pasar en los días difíciles y sus padres, contención.
Yolanda “Yola” Antúnez de Leoni (profesora de educación física), Marité Monferrán de Bianchi (decoradora y organizadora de eventos), Victoria Curi de Maccia (quinielera y profesora de historia) y María del Carmen “Chiqui” Pelaez de Givone (profesora de biología), contaron a Ko’ape los pormenores de esta “proeza” en la que con el paso de los años terminaron involucrando a su familia, amigos y conocidos.
Los primeros pedidos tuvieron que ver con algodón, alcohol, después siguieron toallas, sábanas, cosas simples, hasta que tomó forma la cooperadora y fueron viendo las necesidades y urgencias más relevantes. Muchas veces tomaron elementos de sus propias casas, otras tantas los amigos que sabían que estaban en el hospital ofrecían sábanas, manteles, y empezaron a aceptar las donaciones. Actualmente, adquieren buena parte del instrumental que necesita el pabellón.
Antúnez de Leoni recordó que “nos juntamos a fines de 1973 y comenzamos a concurrir al lugar cuando se iniciaba la obra del actual edificio del pabellón de niños. Los ladrillos aún estaban a la vista. Allí nos encontramos para ver qué podíamos hacer. Hablamos con el director del hospital, Osvaldo Monferrán, que nos dijo que una mano le vendría muy bien porque ‘necesitamos esto, aquello’, y nos ayudó muchísimo. Y así nos fuimos integrando, invitando a otras amigas, se formó la comisión directiva. Monferrán era nuestro padre orientador en todo esto, las necesidades y la organización de una buena cooperadora. Así arrancó, así arrancamos”.
Cuando tuvieron que empezar a comprar los elementos necesarios para el pabellón “debimos conformar una comisión directiva oficial y la denominamos COPANI. El lugar de reunión siempre fue el hospital. Sin revoque, con revoque, inaugurado o no, ahí estábamos. Queríamos que el Pabellón de Niños llevara el nombre de Monferrán. No pudo ser pero él está en nuestro corazón. El que siempre nos guió y nos dio todas las referencias fue el doctor”, sostuvo quien se considera la “más insistente” a la hora de procurar los fondos.
Marité Monferrán se incorporó un poco después. Confió que en las primeras épocas, las paraban en los pasillos “para pedir todo, absolutamente. Hoy se necesita más estructura en organización. Todo cambió y la mayor colaboración proviene de las empresas”. Si bien llevaba en la sangre algo de la pasión de su padre por la pediatría y la atracción por los chicos, la que la invitó a sumarse fue “Yola”.
“Estuve unos años y tuve que dejar porque hubo una epidemia muy grande de sarampión y yo estaba embarazada. Para mí significa todo. Me sacan COPANI y me sacan un brazo. Lo tenés tan integrado, te sale naturalmente, del corazón, y es muy gratificante”, agregó la hija del galeno que vio nacer a este grupo. Las de ahora son necesidades “de otro nivel, pero con tecnología. Las instalaciones actuales distan mucho de las existentes cuando nosotros nos iniciamos”.
Curi de Maccia destacó la organización del hospital “que es magnífica. Nos sentimos satisfechas con el equipo de gente, porque trabajamos a conciencia. Y es lo que hace que la colaboración sea efectiva”. Es la “más nuevita”. Ingresó hace ocho años. Era propietaria de una agencia de quinielas y el trabajo era excesivo. “Marité me decía venite a COPANI y le respondía que hasta que no deje esto, no puedo. Un día me jubilé y vendimos la agencia después de 40 años. Al entrar me di cuenta que COPANI es rugby, todos son necesarios, el alto, el flaco, el gordo, y de la manera que hoy se trabaja, todos son necesarios. Es gratificante, entramos al hospital con mucho orgullo”, admitió, emocionada.
Cuando se acercan por los pasillos, no falta quien acote: “Ahí vienen las chicas de COPANI”, y quien salga al encuentro para solicitar alguna ayuda. “Es un poquito lo que damos, y a veces no nos damos cuenta lo mucho que significa para los otros. Es maravilloso dar. Me siento muy orgullosa de formar parte de esto”, dijo, al tiempo que recordó a “una inmensa cantidad de mujeres” que pasaron por la institución, que desde el comienzo no dejó de funcionar un solo día.
Pelaez de Givone forma parte de la Cooperativa desde hace 44 años. Al referirse a los inicios contó que como “no había sábanas, comprábamos la tela, una cosía las sábanas y las demás elaborábamos las cosas para los chicos. Recorríamos las salas de los chicos con juguetes que repartíamos para el Día del Niño, y para Navidad hacíamos reuniones, jugábamos con ellos.
Generalmente, hablamos con los chicos, con los padres, con las mamás jóvenes o primerizas, explicando cómo tienen que hacer algunas cosas”.
En oportunidades, tuvieron que afrontar casos tremendos, y aunque se hayan registrado hace mucho tiempo, es imposible que, sentadas en ronda, alguna lágrima ruede por las mejillas. En particular, rememoraron el caso de un niño con cáncer al que regalaron una bicicleta donada.
“La mostramos en el pabellón, salió un médico y nos pidió que la demos a un chico de nuevee años con cáncer. Cuando se la entregamos, nos miró con unos ojos enormes, vino corriendo y nos abrazó muy fuerte”, relataron. También las estremeció el caso de una nena de dos años que tuvo un accidente y quedó cuadripléjica, en una silla postural, y debieron conseguir una mochila de oxígeno para que pudiera regresar a la casa. Y así, una infinidad de casos y de cosas “para contar en 40 y pico de años” de vigencia.
Requirieron a la sociedad, “que las empresas se involucren más, que puedan hacer aportes. Tratamos de arañar por donde se pueda para recaudar fondos y comprar aparatología, alguna muy cara. En caso del fallecimiento de un familiar, muchos optan que en lugar de arreglos florales se manden tarjetas de colaboración al hospital, y es de gran ayuda. En una época tuvimos muchos asociados, pero se fue complicando, entonces quedó sin efecto. Ahora solamente tenemos colaboradores”.
Destacaron que la máxima recaudación la obtuvieron en oportunidad de la visita del futbolista Diego Maradona a la cancha de “Guaraní Antonio Franco”, donde disputó un partido a total beneficio de COPANI. Además, en la época en que Posadas era una ciudad más pequeña, se hicieron espectáculos con la cantante María Creuza, desfile de modelos y un partido el “Chucho” Acasuso. “Pero todo eso cambió, también por una cuestión que somos menos. Es por eso que necesitamos que se incorpore sangre nueva”.
Hubo una señora que les donó un terreno y ahora una de las salas lleva su nombre. “Es que gracias a la venta de ese predio se pudo construir toda la sala. Sabemos que es mucho pedir pero sería ideal que se apadrinen las alrededor de 40 salas existentes: que uno se ocupe de la sala de oncología, otro de quemados, entre otras”.
Los martes son los días que el grupo estableció como día de “presencia” pero la realidad es que “estos hombros que mantienen toda la estructura” no dejan de estar atentas ni un instante. “En medio te llama la contadora y te dice hay un aparato que se quemó o si pueden comprar algo en la óptica. Se compraron los delantales especiales para radiografía, se compran frazadas, sábanas, equipos quirúrgicos. Por estos días estamos, por ejemplo, en la búsqueda de cuatro televisores que se quemaron y que necesitamos imperiosamente. Pueden ser de 32 pulgadas. Son para los niños que están internado y que necesitan mirar algún dibujito para pasar el tiempo”, graficaron.
Siempre trabajan con una agenda programada, pero deben estar atentas porque siempre puede surgir algún viaje, algún chico que necesita ser derivado al Hospital Garrahan. “Tenés la emergencia del pediatra, del que está en oftalmología, del que está en oncología. Cada área necesita algo. Hace un tiempo un médico nos comentó que el ecógrafo adquirido fue el primero en la provincia, y es sumamente gratificante”, acotaron, quienes se encuentran entusiasmadas con la llegada del primer auto a batería en el que los niños se podrán trasladar desde su habitación hasta el quirófano, haciendo disminuir el nerviosismo propio del momento.
“Será el primero del interior del país y el dinero para la compra fue donado por una persona que prefiere permanecer en el anonimato. La idea es comprar otro para los más chiquitos”, celebraron, y dejaron en claro que COPANI “jamás tuvo bandería política ni social, la persona que se acerca es porque quiere colaborar con los niños y para nosotros, es bienvenida”.
Continuidad por años…
El 20 de febrero de 1973, este grupo de mujeres comenzó el voluntariado en el Pabellón de Niños del Hospital “Ramón Madariaga”, de Posadas. Se unieron a las que ya estaban trabajando desde el 13 de julio de 1964 junto a la religiosa Virginia, del equipo del nosocomio.
En 1976, el director Osvaldo Monferrán, pidió a las voluntarias que conformaran una cooperadora a fin de abarcar una tarea mucho más compleja. Necesitaba que estuvieran en contacto con los niños internados pero también con sus familiares y con lo que pedían los médicos. transmitían las inquietudes a la dirección del hospital y desde allí se priorizaban las necesidades.
El 17 de junio de 1976 surgió la sigla COPANI y se formó la institución. En 1987 comenzaron a trabajar en las nuevas instalaciones del Hospital de Pediatría que, años más tarde, tomó el nombre de Hospital de Pediatría de Autogestión “Dr. Fernando Barreyro”.
Acta de Asamblea Nº1
El 10 de noviembre de 1977 se formó la comisión directiva. Fue designada presidente, María Panevianco de Rathhof; vicepresidente, Yolanda Antúnez de Leoni; secretaria, Ana María Chamizo de Zamora; prosecretaria, María Teresa Monferrán de Bianchi; tesorera, Nelly Greco de Sacheri, y protesorera, María Luisa de Bary de Furst Zapiola. Fueron electas vocales: Zoe Guarrochena de Torres, Ana Bancalari de De Bary, María Inés Santamarina de De Bary, María del Carmen Pelaez de Givone, y vocales suplentes: María Cristina Higss de Speroni, Lucrecia Benmaor de Galián, Elena Amores de Leguía y Ana Bistoletti de Mazzanti. Revisores de cuenta: José María Zamora y Marcos Furst Zapiola.
La comisión actual sigue trabajando incansablemente, con el mismo amor y dedicación, para asistir a los pequeños internados. Es presidida por María Panevianco de Rathhof; vicepresidente, Yolanda Antúnez de Leoni; secretaria, María del Carmen Pelaez de Givone; prosecretaria, María de las Mercedes Esteves de Kuri; tesorera, María Teresa Monferrán de Bianchi, y protesorera, Victoria Curi de Maccia. Vocales titulares: Ana María Chamizo de Zamora, Olga Zakowicz de Moglia, Teresita Guiñazú de Torres. Vocales suplentes: Natalia Rathhof, Aline Lamiaux de Torres y Ana Cabanahg de Helbig. Comisión revisora de cuentas: Rodolfo Givone y Alberto Leoni. Durante una pausa, recordaron con cariño a quienes fueron parte “de esta obra de amor a los niños, que se brindaron sin límites y que ya nos dejaron”: Nelly de Sacheri, Zoe de Torres, Myrtha de Rodríguez Álvarez e Isabel de Boher.
Las “patricias” misioneras
Mario Armando Barerra, el primer neurocirujano de Misiones, es un agradecido con este grupo de mujeres. Días atrás, al ingreso del Hospital de Pediatría “Fernando Barreyro”, las sorprendió con un video que condensa parte de las actividades que desarrollan en el nosocomio.
En este trabajo editado, que emocionó profundamente a las protagonistas, el profesional comentó que cuando fue becado por la Provincia para realizar su especialidad en neurocirugía, no existía la figura del becario y se necesitaba una gran logística para conseguir los fondos para continuar sus estudios. Y que en su segundo año de residencia “percibía mi beca gracias a la gestión de las integrantes de COPANI”.
Nacido en San Juan, Barrera comparó a las integrantes de la Cooperadora con las Patricias Mendocinas, que donaron sus joyas, enseres, y su tiempo para confeccionar lo que hiciera falta al ejército de San Martín al momento de cruzar la Cordillera de los Andes. Indicó que “desde aquellos tiempos se replicaron este tipo de acciones solidarias. Y el Hospital de Pediatría tiene las propias ‘Patricias’. Se trata de un grupo de mujeres, desprovistas de egoísmo, que trabajan con el objetivo común, que es que los niños allí internados recuperen su salud y que sus familias, sean contenidas a través del afecto que le brinda. Un grupo de mujeres solidarias que se conmueven ante el dolor ajeno, sabiendo que nadie es ajeno a sufrirlo, que saben que el dolor compartido duele menos. Ese bien que es el tiempo, poco valorado por la inmediatez en que vivimos, el tiempo que le restan a su propia familia para brindarlo a extraños”.
Añadió, que ese grupo de acciones “las convierten en seres especiales. Con un trabajo silencioso, fecundo, que solo trasciende el anonimato cuando la necesidad de publicitar lo alcanzado sirva a otros como motivación para colaborar con el nosocomio a través de ellas”.
Quien hoy cumple 25 años de médico, sostuvo que “con su acción solidaria contribuyen a una sociedad más justa y equitativa. Un grupo de mujeres por el bien común, tenaces, abnegadas, agradecidas con la vida, que conocen de la ley universal que para recibir, primero hay que dar”.