
El expediente por el femicidio de Fidencia Estela Arapayú tiene un presunto autor confeso, todos los testimonios judicializados, las pericias e informes de los investigadores policiales completas, sólo resta que los análisis de laboratorio clave se finalicen y se corroboren. Son los registros de ADN que el juez de Instrucción de Jardín América, Roberto Sena, espera desde hace casi cinco meses para solicitarle la opinión al fiscal Jorge Francisco Fernández y firmar el requerimiento a debate oral del hecho que sacudió a la provincia.
Las muestras enviadas a Biología Forense, comprenden rastros tomados a herramientas utilizadas para matar a Arapayú y ocultar su cadáver, entre ellas dos palas y un martillo, pero también los hisopados relevados tras los estudios con reactivo luminol a la vivienda de Colonia Oasis donde fue masacrada a golpes Arapayú, durante la madrugada del martes 7 de mayo de este año.
El femicidio de Arapayú puede definirse como macabro y marcado por las características de un crimen fruto del odio de género. Y tiene como único acusado y detenido a Lotario Pablo Puzin de 54 años y esposo de la víctima fatal.
Arapayú fue encontrada sin vida una semana después de denunciada su ausencia por Puzin, dentro de un pozo ciego, en el predio de su vivienda, en la colonia próxima a la zona urbana de Jardín América.
Estaba descomponiéndose dentro de un resumidero de agua y desperdicios y la conmoción alcanzó no sólo a los hijos y demás familiares de la mujer, también vecinos y los propios uniformados que la buscaron durante una semana fueron atrapados por el espanto de tanta violencia.
Fidencia tenía la cabeza abierta a golpes, medía 1,55 metros de alto, tenía la tez trigueña y las manos curtidas de ama de casa, de una madre que crió niños y adolescentes, labró la tierra y que durante los últimos días visitaba al médico en Jardín América para finalizar los estudios que le permitieran operarse la vesícula, malestar que arrastraba hace varios días.
En la cama, en su cartera, hasta en la billetera el luminol dio positivo al rastro humano. Pero también se encontraron restos en el patio y en torno al pozo. Con la colaboración de bomberos policiales y tras el olfato de los perros de rastreo, cavaron a un costado de la pesada tapa de concreto y varillas de hierro, un cuadrado de 1,50 metros por lado y quince centímetros de espesor. Descubrieron el hueco y el hedor se dispersó hasta casas vecinas.

Tres días después
Lotario Puzin fue detenido por orden del juez Sena y el viernes 17 de mayo se quebró en su indagatoria judicial: “Por miedo a Dios y para que mis hijos no vieran lo que hice”. Aseguró que asesinó a su esposa porque se sentía “celoso y sospechaba” que ella había iniciado una relación sentimental paralela.
“Con un martillo y en la cama”, durante la madrugada del martes 7 de mayo, una semana antes que el cadáver fuera hallado dentro de un pozo de tres metros de profundidad, reconoció Puzin que cometió el crimen y fue imputado por “homicidio doblemente calificado, por alevosía y por el vínculo”.
Agricultor, changarín y mecánico durante dos horas detalló todo lo que recordaba previo al crimen, como también sus acciones posteriores para intentar encubrirlo, entre ellas acompañar a los policías de Colonia Oasis y Jardín América en la búsqueda con vida y rastrillaje de Fidencia.
“El lunes a la tarde la fui a buscar a Jardín América por varios lugares pero no la encontré”, manifestó Puzin, como parte de su recorrido presuntamente ya furioso porque lo que su esposa le aseguró era ir al médico porque tenía que terminar los estudios clínicos para operarse de la vesícula, él sospechaba era una excusa para encontrarse con otro hombre. Vale remarcar que no hay evidencia alguna de una relación paralela.
Puzin también manifestó en sede judicial que cuando la volvió a ver el lunes ya cerca de la noche, intentó quitarle el celular porque creía que se “mensajeaba con su amante”, pero que a esta intención Arapayú se opuso y no lo dejó revisar el teléfono móvil. “Ella estaba en la cama y la golpeé. Mi hijo no tiene nada que ver, lo hice solo”.