La profesora y licenciada en Historia, María Alejandra Álvarez Pochetti, confiesa que aún puede imaginar “la cara de angustia” de los ferroaficionados Sixto Ramón Colazo y Vicente Arzamendia el día que el “Ezequiel Ramos Mejía” y el “Roque Sáenz Peña” dejaron de prestar servicios, después de 77 memorables años. Pero no podría situarlos ahora, en un escenario de abandono total, lejos de los proyectos que ellos pergeñaban para estos “gigantes”.
Seguramente estarían muy afectados emocionalmente. Y no es para menos. A la docente también le genera “muchísima tristeza ver a los ferrys en esas condiciones”.
El 18 de octubre se cumplirán 106 años de la habilitación las dos naves gemelas. Fue una jornada festiva, con la participación del ministro del Interior de Paraguay, José Monteros; el gobernador del Territorio Nacional de Misiones, coronel Gerardo López, y el intendente de Posadas, Walter Grobli, entre otras autoridades.
Una orquesta del país vecino, dirigida por el maestro Carmelo Magri, interpretó un alegre y vivaz repertorio.
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El ferrobarco “Roque Sáenz Peña” estaba al mando del capitán Manuel Fonseca. Los vagones eran dirigidos al embarcadero desde una ramificación que partía desde la estación de trenes de Posadas y se dirigía al muelle de los ferrys en la zona que se denomina “Laguna San José”, cerca del puerto de Posadas, y desembarcaban en la zona de Pacú Cuá, en Paraguay.
El diseño de los atracaderos de los dos ferrobarcos y la máquina fija de carga y descarga de vagones, estuvo a cargo del arquitecto Arturo Gancedo Castrillo, y la construcción de dichas máquinas se realizó a través de un contrato con la firma Vedetti Hnos.
El maquinista del atracadero era José Briñocoli, quien se encargaba de bajar con la máquina fija los coches y vagones hasta proa del ferry desde donde eran cargados y fijados a los cabrestantes instalados en proa y popa. En un principio, la tripulación del ferry estuvo compuesta por 19 tripulantes en servicio.
Según Álvarez Pochetti, este hecho histórico “marca parte de nuestra historia regional. Estuvieron en funcionamiento como vagones de pasajeros y vagones de carga durante 77 años, hasta el 8 de marzo de 1990, cuando se inauguró el puente internacional Roque González de Santa Cruz”.
Después de los 90, fueron saqueados en varias oportunidades hasta que la Asociación de Ferroaficionados “tomó la posta de defenderlos como Patrimonio Histórico-Cultural de Misiones”.
Entre 2011 y 2012 fallecieron los integrantes de la comisión: Narciso Aguilar (presidente), Sixto Colazo, vicepresidente y exjefe fluvial de la Zona Norte y Sur, y Vicente Arzamendia, último capitán. Estos navíos, traídos de Gaslgow, Escocia, fueron testigos de innumerables historias de la comunidad.
Por ejemplo, en 1926, sirvieron para prestar asistencia a las víctimas del ciclón que azotó a Encarnación. A bordo se armó un hospital flotante a fin de trasladar a los heridos hasta Posadas.
Durante la guerra del Chaco (1932 y 1935) librada entre Paraguay y Bolivia, hubo en los ferrys un intenso tráfico de vagones cargados con alimentos, medicina y armamentos.
En 1966, una crecida súbita del río Paraná, anegó y aisló a los pobladores del barrio “El Chaquito” y se aprovechó el poco calado de estos gigantes para evacuar a los pobladores ribereños. En 1976 la nave “Ramos Mejía” remontó el río Paraná, hasta San Ignacio, llevando a las familias de los tripulantes en un viaje de despedida del servicio del jefe de máquinas de la embarcación.
El 23 de marzo de 1983, autoridades del gobierno militar movilizaron al “Ramos Mejía” para que se dirija a Formosa y eche ancla en inmediaciones de la ciudad, que se hallaba inundada. El plan era utilizarlo para evacuar la población pero tras tres meses de espera no fue empleado.
Después de una prolongada espera en Formosa, fue enviado al puerto de Santa Fe. Las autoridades planeaban utilizar la embarcación para pasar camiones hacia Entre Ríos pero como no se adaptaba al trabajo requerido, fue liberada para volver a Posadas.
En 1986 el canal ATC utilizó a los ferrys como locación de rodaje para filmar algunas escenas de un cuento de Horacio Quiroga llamado “Los Mensú”. El filme además empleó a personas de las villas cercanas al puerto de Posadas como extras del mismo.
En 1988, turistas ingleses relacionados con la industria naval tomaron contacto con Colazo para comprar las embarcaciones para llevarlas a un museo británico.
El 8 de marzo de 1990 se realizó el último viaje de los ferrobarcos de la Zona Norte. Con la inauguración del puente internacional y tras el cierre del servicio, se amarran en el lugar habitual de operaciones, en la Laguna San José, exponiéndolos a saqueos reiterados. A partir de esa fecha comenzó una nueva etapa en la vida de estos barcos y sus tripulantes que es la lucha por preservar la memoria y la conservación de estas naves, protagonistas de una época de gloria de los ferrocarriles en Argentina.
“Las políticas públicas no son pensadas a largo plazo. Somos una provincia que tiende a hacer desaparecer todo lo que sea patrimonio histórico. Es algo por lo que nos caracterizamos los misioneros”, lamentó Álvarez Pochetti, quien basó su tesis de grado sobre este medio de transporte e historias de vida de sus referentes.
En diferentes materias de la Licenciatura en Historia se empezó a interiorizar, a estudiar sobre la privatización de los ferrocarriles en Argentina.
“Quería saber qué había pasado con el General Urquiza. La idea, además, era saber la historia porque parte de mi familia materna estaba ligada a los ferrocarriles. Cuando me acerco a una pequeña oficinita que tenían los ferroaficionados cerca de la estación, me entero de la existencia de los ferrobarcos y pude saber qué significaban como medio de transporte”, manifestó, quien prepara su primer libro sobre el tema.
“Aprendí muchísimo de ellos. Gente que tenía primero o segundo grado, pero tenía una visión de cómo cuidar el patrimonio histórico. Ibas a los ferrys y podías ver que combinaban el patrimonio material con el museo, el restaurante, escuchar música, cosas que te abrían el panorama para que emerja lo cultural y el cuidado del lugar. Era gente comprometida que trabajó muchísimo. Había más para seguir reconstruyendo pero esos dos personajes me llamaron la atención por el compromiso que tenían. Colazo era muy ameno, siempre trabajó en varias cosas a la vez, era muy activo y agradable, y se quedaba a dormir en los ferries porque no había un sereno. Arzamendia tenía mucha chispa, mucho humor. Empezó a los 18 años como marino mercante y trabajó en diferentes embarcaciones. Nació y creció a la vera del río, en Villa Blosset, con todo lo que eso implica”, agregó.
El 18 de octubre, es para Álvarez Pochetti, “una fecha importante, para recordar. Y el significado que tuvo a través del tiempo. Esto marca a la generación del 80 y la posibilidad de hacer una planificación de estado a largo plazo”, aseveró.